Capítulo 16 (parte 1)

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Sin pensarlo demasiado corro hacia lo que acabo de ver. Se trata de una canoa hecha de madera lo suficientemente espaciosa como para quepan dos o tres personas. Podríamos usarla para salir de aquí, quizás este lago concluya en algún otro sitio donde podamos pedir ayuda para regresar con el resto. Sería estupendo que tuviese recepción, bueno, en realidad, sería estupendo que primero el móvil tuviese carga. Si tan solo tuviéramos un mapa como antes solía usarse...

—¿Qué es eso que traes en mano? —le pregunto a Gonzalo ni apenas lo veo llegar.

—Un mapa...

—¡¿Un mapa?! ¡¿Estás hablando en serio?! Déjame verlo —Le arrebato el rollo de papel—. Guau, ¿de dónde sacaste esto? Parece de la prehistoria.

—Se lo robé a un viejo también capturado antes de que los indios me cambiaran de tienda.

¿Cómo que se lo robó? No sé si estoy siendo demasiado tonta en pensar esto, pero si el anciano llegara a escaparse o ser liberado no sabrá a dónde ir y a diferencia de mí no debe tener a nadie que lo cuide o lo guíe como Gonzalo lo hace conmigo. Oh, ¿no se habrá equivocado al sacarle ese mapa que quizás era su salvación?, tal vez sin él de todas formas nosotros habríamos podido encontrar el camino de vuelta.

—¿Y por qué no me dijiste nada?

—Porque pensaba hacerlo hoy cuando estuviésemos con más fuerzas.

—Sí, te he hecho correr bastante ayer —Al recordarlo mis pensamientos sobre el anciano pierden fuerza—. ¿Tú crees que la canoa sea de alguien? Parece vieja, pero sigue siendo útil. Hasta tiene remos.

—Lo dudo mucho, pero si lo es no me importa, la usaremos de todos modos —Se adelanta para meterse en ella.

—Ladrón.

—Oh, vamos. ¿Quieres quedarte aquí toda la vida? Súbete, esto nos llevará a alguna parte.

Quizás tenga razón, quizás no le pertenezca a nadie y yo solo esté haciendo vanas suposiciones que nos están haciendo perder el tiempo. Creo que si la canoa tuviese dueño en algún momento lo hubiera visto o lo estaría viendo rondar no muy lejos de aquí, aunque tampoco recuerdo haber visto antes la canoa por aquí y créanme que la hubiera visto, o tal vez no. Tal vez estaba tan atenta al cuerpo escultural de mi profesor que pasé por delante su presencia. Sí, tal vez eso debió ocurrir.

—¡Oigan!, ¡¿qué creen que están haciendo?! —oigo la voz de un sujeto que grita al vernos tomar posesión de lo que ahora confirmo que es suyo.

—Lo sabía —digo en voz alta.

—Necesitamos usar tu canoa, amigo —Gonzalo sale y se acerca para hablar con el sujeto. Aunque a decir verdad no creo que lo que quiera hacer es hablar. ¿Quién es este hombre? ¿Cómo es que esa ternura, dulzura se esfuma para dar paso a esa violencia?

—Pues no puedo prestárselas —responde el sujeto que al parecer debe estar explorando la zona.

—No quiero que nos la prestes.

—¿Entonces?

¿Qué hago aquí sentada? ¿Debería pararme? ¿Debería ponerme de pie e intentar impedir lo que creo que Gonzalo tiene intenciones de hacer? Quiero, pero a la vez no. Pero ¿qué estoy pensando? Tiene que haber alguna otra forma de que podamos salir de aquí. Tenemos un mapa, ¿cierto?

—Quiero quedármela —dice Gonzalo y enseguida le da un golpe en la cara que lo deja tumbado en el suelo.

—¡No, Gonzalo! —Me interpongo para que no trate de volver a pegarle—. ¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loco?!

—Tenía que golpearlo, Denisse, o no nos iba a dar lo que necesitamos. Vamos, súbete —responde mirando al sujeto que debe haber quedado inconsciente.

—Denisse, he dicho que te subas —vuelve a decirme al darse cuenta de que no puedo quitar mis ojos del desconocido.

Gonzalo se acerca a mí, me rodea con su brazo y me lleva a sentar dentro de la canoa. ¿Qué otra alternativa ahora tengo más que hacerle caso? Ya le ha golpeado en la cara a ese pobre hombre, lo ha dejado desmayado en el suelo. Tiene todas las intenciones de quedarse con esta canoa porque cree que es la única forma de que podamos salir de aquí. Yo no quiero hacerlo enojar, pero él ya lo ha hecho conmigo.

—Rema —me dice viendo mi rostro enfadado.

—No era necesario hacer lo que hiciste —Le obedezco—, tenemos un mapa, ¿lo recuerdas?

—Un mapa con el que tardaremos días sino tenemos algo con que darnos prisa, rema.

—Tú también hazlo.

—Lo estoy haciendo.

—Pues hazlo con más fuerza.

Oigo el sonido de una corriente que va creciendo cada vez más. No puede ser que nos estemos acercando a una, ¿o sí? Las aguas en las que estamos remando son muy tranquilas, bueno, eran más tranquilas todavía hace un par de minutos. Pongo mi atención fuera de la canoa. Hay una fuerza a través de la cual el agua parece ser conducida no sé a dónde y... Oh, no, ¿qué es aquello que veo, o mejor dicho, aquello que no veo? Hay un vacío celeste delante que ocupa todo el espacio... ¡el cielo! ¡No lejos de aquí debe haber una cascada donde toda esta agua debe ir a parar!

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora