Capítulo 5 (parte 1)

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¿Qué es lo que hace que en esta mañana luzca tan, pero tan atractivo? ¿Será su camisa azul que realza su cuerpo fornido?, ¿la barba que rodea su deliciosa boca? Hoy está más crecida que la última vez que lo vi y no puedo negar lo bien que le queda. Si tan solo pudiera acercarme a tocarla, a sentirla suavemente sobre mis mejillas, sobre mi cuello mientras esté besándome. Si al menos podría desprenderle el resto de los botones para admirar su pecho...

—La luz del semáforo —Me despierta Gonzalo—. Está en verde —Me indica.

Alzo la vista. Es cierto.

—Lo siento, profesor.

¿Dónde será que tengo la cabeza que ni siquiera pude notarlo? Oh, ya sé, en Kevin que de seguro ya debe estar tomándose un taxi de lo enfadado que está.

—¿A dónde va con tanta ropa? No pensará llevarla al viaje, ¿o sí?

—Pues sí...

Gonzalo se queda en silencio durante un par de segundos. ¿Qué será lo que estará pensando?

—Venga, súbase —Me invita con un gesto de mano.

—¿A dónde? —respondo con lo primero que se viene a mi mente.

—Pues a mi automóvil, ¿a dónde más? —dice sonriendo. De seguro la tontería que he dicho le ha hecho gracia, ¿a dónde más podría subirme?, ¿encima suyo?—, ¿o prefiere cargar la maleta sola hasta llegar a la escuela?

—No, no.

Por supuesto que no y por supuesto que no dejaría pasar una oportunidad como esta. Que la persona que te gusta tanto aparezca de sorpresa y que además puedas pasar con ella unos cuantos minutos a solas es algo que definitivamente hay que aprovechar. Gracias, Kevin, a pesar de no haberme querido ayudar a conquistar a Gonzalo, sin saberlo has cooperado para que eso suceda. Y ¿quién sabe? Tal vez hoy sea el comienzo de algo excitante entre nosotros.

Gonzalo se acerca y como todo un caballero toma mi maleta, la mete en la cajuela como si estuviese cargando un saco de plumas y luego abre la puerta del asiento del copiloto. Ay, este hombre no podría ser más irresistible, ¿o sí?

—Gracias —por favor, por favor que mi rostro no se haya puesto rojo.

Cuando enciende el motor comienzo a preguntarme acerca de qué hablarle. La verdad es que no sé siquiera por dónde empezar. No lo conozco y a diferencia de la señora Jenkins en las dos clases que hemos tenido tampoco ha hecho mención sobre algo de su vida personal; ningún pasatiempo, deporte... Bueno, podría preguntarle si hace deporte, aunque es algo muy obvio. Además, presiento que sería una conversación muy aburrida si girara en torno a eso, a menos que él en algún momento decidiera o quisiera mostrarme lo atlético de su cuerpo. Pero como sabemos que eso es algo que no va a suceder, al menos no por ahora, lo mejor sería que busque otro tema de conversación. Esperen. Ahora que mi corazón late un poco menos deprisa recuerdo haber visto este automóvil por el vecindario hace unos días, claro, es el último modelo que el idiota de Richard al verlo me dijo que «se compraría», quizás podríamos comenzar por eso...

—¿Qué hace por aquí? ¿Vive en el mismo vecindario?

—No, pero sí acabo de mudarme —dice muy contento—. Aunque estoy un poco lejos de la escuela.

—Oh, y ¿por qué? —digo de inmediato. Esto de querer entablar una conversación interesante no creo que esté funcionando. Rayos, si tal vez no estaría tan nerviosa.

—¿Por qué, qué? —Al parecer sigo divirtiéndolo. Ya. Me bajaré del automóvil si en algún momento llegara a reírse.

—Que por qué se ha mudado —respondo de lo más natural. Eso es. Incluso la pregunta ahora creo que tiene un poco más de sentido.

—Para estar al menos un poco más cerca de la escuela.

Y de mí... cuando se enamore. Bueno, debo volver a tierra antes de que empiece a imaginarme con el vestido de novia y entrando en la iglesia. ¿Y ahora qué más puedo preguntarle? ¡Oh, ya sé, ya sé! Solo para sacarme las dudas.

—¿Cuántos años tiene?

Gonzalo aprovecha la luz del semáforo y se detiene a verme.

—¿Para qué quiere saberlo?

—Tengo curiosidad.

—Ah, sí y ¿por qué? —responde animado.

La luz del semáforo cambia y seguimos rumbo a la escuela. En este momento no me importaría para nada que nos demoráramos un par de minutos más, u horas, o días con tal de seguir conversando... a solas.

—Porque se me hace muy joven para andar dando clases. Debió de haber sido muy nerd en la universidad.

Gonzalo se ríe por el tono de mi comentario.

—Pues algo. Si quieres sacar un buen promedio para que luego te sea más fácil encontrar trabajo tienes que ser un poco nerd, o bastante diría yo.

—Entiendo.

Ah, es que no piensa decir nada...

—¿Y?, ¿no va a decirme la edad, entonces?

—Veintiocho.

¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Siempre acierto con la edad de la gente.

—¿Por qué sonríes? —me dice al ver mi alegría.

—Es un buen número. ¿No quiere saber el mío?

—Déjeme adivinar... Tiene que admitir que este juego es muy fácil, por claras razones no puede tener más diecisiete o dieciocho años, ¿me equivoco?

—Diecisiete, pero este año cumpliré los dieciocho.

—¿Va a invitarme a su fiesta de cumpleaños?

—Lo siento, profesor. Detesto las fiestas de cumpleaños, pero puede invitarme a la suya, tal vez vaya.

Gonzalo detiene el automóvil y se queda observándome con su hermosa sonrisa. No sé qué es lo que le sucede, pero yo tampoco puedo dejar de mirarlo, no he podido hacerlo desde el día que lo vi llegar a la cafetería. Es tanto el calor que me está produciendo en el cuerpo que surge en mí el deseo de abalanzarme hacia él y cubrir cada parte de su cara con mis besos. Mi corazón comienza a palpitar cada vez más fuerte, siento que me falta el aire. Gonzalo se acerca, extiende su mano en dirección a mi cintura y... me quita el cinturón de seguridad.

—Llegamos —dice y abre la puerta para bajar.

Qué torpe soy. Y yo que creí que había detenido el vehículo... no lo sé, tal vez para besarme tras haberse dado cuenta de lo que yo creí que estaba pasando entre nosotros. Quizás debería poner los pies en la tierra y comprender que no será sencillo lograr que se fije en mí o al menos no tan rápido. Gonzalo debe tener una larga lista de mujeres detrás, ¿por qué habría de fijarse en mí? Bueno, a ver, y ¿por qué no? Yo puedo igualar a todas ellas o incluso superarlas, solo será cuestión de tiempo.

—Gracias —le respondo al recibir la maleta.

—No es nada, nos vemos dentro —Me señala el bus que está delante.

Gonzalo cierra la cajuela y con su mochila en mano se acerca hasta un sujeto a quien le entrega las llaves del automóvil. No puedo ver bien de quién se trata por la cantidad de chicos que están entrando a clases, pero creo que es el conserje. Los he visto conversando durante el recreo la vez anterior, así que debe ser él. ¿Será que son amigos desde hace ya mucho tiempo?

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora