20. Necesitar.

1K 91 4
                                    

No era una persona cariñosa. Y podría morir afirmando que nunca me sentí cómoda con la sola idea de "querer" a alguien.

Al crecer en una familia donde el "amor" se demostraba a través de objetos materiales, el contacto físico era casi inexistente y los "te amo" eran más falsos que Santa Claus, era normal para mi creer que eso solo era cosa de gente con suerte.

Existió un tiempo en el que tuve la idea de encontrar a alguien que me quiera y me cuide como si su vida dependiera de ello.
Pero solo era una niña que soñaba con un cuento de hadas, ya que dentro de mis posibilidades, eso no era más que una tonta fantasía.

Con el tiempo me fui olvidando de ello, hasta llegar a un punto en el que creí que no necesitaría "amor" en mi vida.

Tenía familia y un par de compañeros que cumplían falsamente el rol de "amigos", pero nunca llegue a sentir una conexión con ellos que podría catalogarse como "especial".

Creía que estaba bien con eso. Que mientras esté en compañía con alguien bastaba para ser feliz.
Pero esa idea se vio distorsionada tiempo después.

La manera en la que lo descubrí era más cruel que triste, pero fue lo suficientemente doloroso para abrirme los ojos.

Aunque tenía que admitir que el dolor a veces traía cosas buenas.




Dos, para ser exacta.

La primera era Lisa, la chica que se había autoproclamado como mi amiga.

La presencia de ella fue un antes y un después en mi día a día en el instituto.
Ella era ruidosa, amigable y muy divertida, en ocasiones casi rozaba lo insoportable, pero con Lisa aprendí a que la paciencia es un pilar importante en todo tipo de relación.

Su personalidad animada era un contraste con mi personalidad desabrida y sin gracia. Y gracias a esas diferencias, funcionabamos bien.

Ella me perseguía por todos lados, bromeaba conmigo y se aseguraba de mantener mi humor en la varilla alta.
Mientras que yo, me aseguraba de que cumpliera sus deberes y jugaba el papel de hermana mayor, obligandola a comer sus alimentos, que entrara a sus clases y que no se metiera en problemas por ser tan inquieta.

Al visualizar nuestra creciente amistad, un sube y baja se materializaba en mi mente.
Y quizás era tonto pensar en un juego infantil para describir esa relación, pero no encontraba otra forma de verlo.

Ambas en cada punta, nos manteníamos en movimiento. Unas veces ella estaba arriba, poniéndome a prueba con sus jugueteos y otras, era yo quien estaba en la cima, poniéndo límites desde mi estricta forma de ser.


Jugábamos en equilibrio, y funcionabamos bien.



Y mientras caminaba junto a ella por el corredor, una pregunta surgió en mi cabeza:

¿Qué pasaría si un día decide irse?

O mejor dicho:

¿Qué pasaría conmigo si un día se cansaba de mi?

SEESAW | Lim Jaebeom | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora