57. Esperanza.

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Cuando era pequeño, solía soñar con monstruos y criaturas extrañas, que me perseguían en un bosque y no paraban hasta poder atraparme.
Muchas de esas veces me despertaba con lágrimas en los ojos y con el corazón a punto de salir disparado de mi pecho.

Pero jamás había corrido a la habitación de mi madre en busca de consuelo.

Tenía la idea errónea de que podía hacerme cargo de mis propios demonios, y lo sostuve hasta hace un par de meses.

Me sentía capaz de afrontar todo, porque si tenía el control de mis propias emociones, como lo eran el miedo, la tristeza e impotencia; podía controlarlo todo.

Estaba equivocado.

 

Y la imagen frente a mi era una viva prueba de ello.

Sólo deseaba volver a ser pequeño, despertar, y como nunca, correr a los brazos de mi madre en busca de confort para olvidar lo que había visto.

Pero yo ya no era un niño.
Y esto no era una pesadilla. Era real.

Desde que había llegado la idea de salvar a Violet se había grabado en mi cerebro como un tatuaje. Y hasta en momentos como este lo seguía sosteniendo.

Podía notar a Hyeon frustrada por la situación, y eso causaba que descargara su ira con la pequeña.

Grité, patalee, lloré en busca de piedad.

Pero nada había funcionado hasta que cité aquellas palabras que ella bien conocía:
 

"Haré lo que quieras".
  

Jamás olvidaría la sensación que me recorrió el cuerpo cuando una sonrisa siniestra deformo su rostro.

—Sabía que caerias tarde o temprano—Fue lo que dijo mientras dejaba el cuerpo inconsciente de Violet a un lado, para posteriormente acercarse a mi.

No era noticia nueva que Vi representaba uno de mis más grandes puntos débiles, y que no dudaría en jugar mi propia vida con tal de salvarla.

Y no era una cuestión que solo involucrara al amor, también la culpa que me artomentaria si yo decidiera no sacrificarme por ella.

En este punto solo estaba en juego mi vida, y ni siquiera eso me bastaba para detenerme.

Porque si perdia a Violet; perdería todo. 

Por mi cabeza pasaban imágenes de distintos momentos que había vivido, y recordé aquello que dice la gente que está al borde de la muerte.

Recordé todo, desde mi infancia con la ausencia de mi padre y como mi madre se la rebuscaba para sobrevivir.
Como poco a poco fuimos escalando, hasta alcanzar la cuspide del éxito y vivir una vida digna.

Mis amigos de la infancia y adolescencia.

Mis días en el instituto y las incontables metidas de pata.

Fiestas, mujeres. Risas, llantos.

Había vivido de todo, pero mi vida había tomado sentido cuando la pequeña de ojos hazel y mechones castaños volvió a cruzarse en mi camino.

Sin importar los problemas que tuvimos, sabía que mi lugar estaba entre sus brazos. Porque solo era ella en donde podía sentirme libre.

Era irónico pensar en eso en un momento como este, pero el recuerdo de mis relaciones me golpeó como una ráfaga de frío invierno.

A veces me empeñaba en que salieran bien, en otras solo esperaba a que las cosas sucedieran.

Habían dos que destacaban; y las protagonistas estaban frente a mí.

SEESAW | Lim Jaebeom | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora