44. Desgracia.

405 49 10
                                    

—Señor Lim, tiene visitas.

La voz de la secretaria anuncia desde la puerta. Volteó hacia ella y con un gesto con la mano le doy a entender que no estoy dispuesto a atender a nadie.

Estaba de un humor sacado del mismísimo infierno. No me sentía en condiciones de ver a nadie.
Y todo aquello fue causado por la estúpida conversación que tuve con Violet la noche anterior.

Mi cabeza dolía, la angustia aún seguía presente. Pero lo peor; era la repetición constante de sus palabras grabadas en mi cerebro.

"Esto se acabó".

Entendía su enojo. Pero nunca creí que llegaría a ponerle fin a todo. Incluso llegó a amenazarme.

Había pasado toda la noche pensando en qué diablos podría hacer para mejorar nuestra situación. Pero nada parecía ser la opción correcta.
Ella exigía algo, y yo no sabía como explicarle que las cosas no eran tan fáciles como las planteaba.

Podría haberle dicho cualquier cosa.
Pero en ese momento, todo había pasado muy rápido. No me dio tiempo a pensar en nada.

En definitiva, parecía que el juego había acabado para ambos.

Ya no podía tocarla, besarla. Incluso me aterraba mirarla a los ojos.

¿Ese era el final de todo?

—Señor Lim... los visitantes insisten en verlo.

La voz de la secretaria me devuelve de golpe a la realidad. Cansado, la mire de reojo y respondí:

—Diles que estoy ocupado. No tengo tiempo para atenderlos.

La mujer asintió en silencio y abandonó la habitación luego de desearme un buen día.

No me apetecía interactuar con nadie. Sólo quería soluciones para los problemas que se me presentaban, pero estaba comenzando a hacerme la idea de que aquello que necesitaba estaba muy lejos de mi alcance.

Frustrado por todo, desconecté el teléfono para asegurarme de que nadie me molestase por lo que me restaba del día. Aún tenía trabajo por hacer y no lo terminaría a tiempo si seguían interrulpiendome con estupideces.

Cuando me dispuse a terminar con el papeleo, un chillido seguido de un golpe resonó del otro lado de la puerta.
Sorprendido, me puse de pié y caminé con pasos apresurados hacia el lugar de donde provino el escándalo.

Abrí la puerta, y en ese momento; mi sangre pareció helarse.
Me quede en silencio observando a la persona que tenía frente a mi.
En cierto punto, sentí la necesidad de pellizcarme para corroborar que lo que veía no se trataba de una fantasía provocada por el estrés.

Pero no... El había vuelto. Y su regreso no traería nada bueno.



—Ha pasado un tiempo... Jaebeomie.

Su sonrisa altanera seguía intacta. Todo en él... parecía normal. A excepción de su nariz que estaba un poco desviada, resultado de aquella brutal paliza que le di aquella fatídica noche en el bar.
 

—¿Qué mierda haces aquí?

No esperaba verlo. De hecho; creí que todo había terminado luego de aquello. Dado a cómo habían terminado las cosas entre nosotros, tenía la esperanza de jamás volver a cruzarmelo.

Kunpimook sonrió ante mi reacción. No sabía si estaba enojado, o si había olvidado lo ocurrido. 

—¿Así recibes a tus amigos?

Pasó por mi lado empujandome ligeramente con el hombro. Con tranquilidad, le echó un vistazo a mi oficina y se sentó en mi silla.

Molesto por su arrogancia, caminé hacia el dispuesto a sacarlo a patadas. Pero me detuve en seco cuando tomó un sobre del interior del bolsillo de su saco y lo dejó caer sobre el escritorio.

SEESAW | Lim Jaebeom | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora