0. Sopresa.

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Corea era hermoso. Y empezar diciendo eso deja en evidencia el gran amor que sentía por el país.

Pero desde que llegué, ese amor solo se redujo a la arquitectura y cultura, dejando de lado a sus habitantes.

¿La razón?

Durante mis clases de Coreano, lo que más destacaba la profesora era los increíbles modales que esta gente poseía. Haciendo destacar aquello como su mejor virtud.

Y yo, como una estupida, creí ciegamente en ella. Haciendome esa imagen de cada persona que me cruzaba en la calle.

Obviamente era tonto creer algo así, después de todo el mundo se caracterizaba por su variedad. Así como había negro, habia blanco. Así como habia luz, había oscuridad.

Y así como existía gente buena, existía su contraparte.

Yo era consciente de que en algún momento llegaría a llamar la atención, pero nunca creí que eso llegara a niveles sumamente ridículos.
Era consciente de que mi apariencia destacaría del resto, después de todo, ellos siempre demostraron ser muy apegados a su apariencia y cultura, viendo raro a quien no se veía como ellos.

Creía que esto solo pasaba en las películas, pero lastimosamente, me había convertido en un personaje cliché en una película de adolescentes mal dirigida.

Lo único que me animaba en esa institución, era el timbre que sonaba cuando la hora de salir llegaba. De resto, era insufrible.
Y no porque me hayan convertido en un objeto de burlas de manera directa, porque hasta el momento, nadie se había acercado a mi para platicar o a lo sumo, burlarse de mí.
Sólo murmuraban a mis espaldas, creando teorías locas sobre mi persona, juzgandome sin siquiera saber mis razones por la cual estaba ahí.

Había aceptado y dejar que las cosas siguieran así.
Después de todo, no había mucho que hacer cuando la sensación de que todo el mundo está en tu contra empieza a hacer estragos en tu cabeza.

Pero me era pesado cargar con ello yo sola.
En mi anterior colegio destacaba por ser una buena estudiante y compañera, habían un par de personas a las cuales no les agradaba, pero nada se comparaba con lo que sucedía ahora.
Antes podía acudir a mis compañeras, hablar con ellas sobre mis problemas o solo pasar el rato en el receso para desconectarme un rato.

Pero ahora era distinto.

Estaba sola, en un país desconocido y con gente que claramente no me quería cerca.

¿Que debía hacer en estas circunstancias?

Podría llamar a mis padres y rogarles nuevamente que me dejaran volver, con la promesa que enmendaria mi error.
Pero esa jugada ya había sido apostada, y el resultado no fue nada bueno.

Y el que aún siga aquí es prueba de ello.

En los días más tranquilos solía ponerme a pensar, dejar que mis pensamientos perdieran el hilo, y preguntarme a mi misma si lo que había hecho era tan malo como para querer enviarme lejos.

Quería y deseaba tener la capacidad de leer los pensamientos que cruzaban por las cabezas de mis progenitores, para así entender su manera de arreglar mis problemas.

Porque me parecía irreal, demasiado trillado, incluso rozaba lo cruel.

¿Por qué accedieron a esto?

¿Por qué mi madre no se interpuso ante la decisión?

O mejor aún;

¿Por qué no salté del automóvil camino al aeropuerto cuando tuve oportunidad?

SEESAW | Lim Jaebeom | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora