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Emilio llevaba manejando algunos minutos con el nombre de Joaquín en la cabeza. Había conocido a muchos de los trabajadores del rancho y todos parecían sólo poder expresar maravillas de su jefe, y la mayoría lo llamaban por su nombre. Se notaba que la gente lo respetaba y lo estimaban y mucho eso no encajaba en la definición que él se había hecho a lo largo de muchos meses. Pero algo también era seguro, nadie sabía que la distancia con su esposo iba más allá de simples diferencias. Al parecer, el verdadero infierno que vivía Joaquín junto a Mariscal era un completo secreto para el resto del mundo. 

Al llegar al hostal, subió a su habitación y arregló su maleta. Al despedirse de la señora Gaby, ella le insistió en quedarse a cenar, pero la rechazó, tenía otros asuntos que atender antes de regresar al rancho. En eso venía llegando Talia que había salido a comprar pan.

-Talia, ¿puedo hablar contigo? –le sonrió a la pequeña y ella, gustosa, lo invitó a sentarse en el restaurante del hostal para conversar. –El patrón Joaquín me hizo un comentario que me desconcertó.

-Ah, caray –se sorprendió un poco –Pues, ¿qué te dijo?

-Que tú y yo...somos novios –ladeó su cabeza para sonreírle y vio a la chica tornar su rostro en un tono rojo intenso ante las palabras. –No lo contradije porque no quise meterte en problemas, pero mínimo me hubieras avisado.

-Ay, Aris –se llevó las manos a la boca avergonzada –Lo siento, en serio. Es que pensé que Joaquín no tomaría enserio el que recomendara a alguien que no conocía, por eso lo dije. Ay que vergüenza, perdón.

-No, créeme que entiendo por qué lo hiciste –le tomó la mano para tranquilizarla –Es sólo que, el patrón lo tomó a mal, que yo utilizara nuestra relación para conseguir trabajo. Me tomó por sorpresa eso es todo. Pero de verdad te lo agradezco, tengo trabajo gracias a ti y eso jamás lo voy a olvidar.

-Lo siento, Aris –la chica comenzó a jugar con su cabello sintiéndose demasiado apenada a lo que Emilio le dedicó una sonrisa y la tomó de las manos. -Puedo hablar con él...

-No te apures, no será necesario -Talia había arrugado la cara y era clara la verguenza que sentía, por lo que Emilio le dedicó una sonrisa para relajarla -Talia, de verdad no estoy molesto, sólo me tomó por sorpresa, nada más. Ahora debo regresar al rancho, así que te veo mañana.

-Aristóteles, hijo –se escuchó la voz de Gaby detrás de ellos, tenía un paquete de dinero en mano –Toma, lo que me habías pagado por adelantado.

-No, señora es para usted. –la mujer estaba a punto de replicar y Emilio alzó una mano –Creo que usted hizo muchas excepciones conmigo, y ahora me toca a mí. Vendré seguido por aquí, se lo aseguro, claro si usted me recibe. 

-Claro que si, muchacho -le sonrió -Se ve que eres una excelente persona y amo tener a gente así en mi hostal. Cuando se te ofrezca algo, un desayuno, cena o nomás una oreja, aquí me tienes.

-Muchas gracias -le sonrió a ella y a su hija -A las dos de verdad, tanta amabilidad no la olvidaré nunca. Talia, te veo por el rancho mañana. 

Se despidió con un beso en la mejilla de la dueña del hostal y llevó todas sus cosas a la camioneta, pero antes de subir caminó un par de casas adelante buscando el número que Roy le había mandado en respuesta a su mensaje. 

Encontró la pequeña casa de puerta roja y espero a que su amigo saliera. Al salir, la emoción de volver a verse fue aún más grande por parte de Emilio y pronto lo envolvió en un abrazo, en el rancho se sentía indefenso, demasiado pero le aliviaba poder contar con alguien a su lado. Roy lo invitó a pasar y la casa era bastante sencilla, muy pintoresca y, llena de libros.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora