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La tensión en el hospital de la ciudad se había relajado de manera considerable. Joaquín iba recuperándose poco a poco y, todo parecía indicar que, podría salir del hospital ese mismo día y Epigmenio ya se encontraba en un cuarto descansando. Eso fue conveniente para Emilio, ya que Elizabeth abandonó el cuarto de su hijo para atender a Epigmenio y eso, le permitió entrar a ver a su chico castaño. Cuando entró, lo encontró dormido y una enfermera le explicó que todavía se encontraba con fatiga, pero que era completamente normal y pronto recuperaría sus fuerzas por completo.

Después de unos largos minutos, Ale vio a Elizabeth caminar hacía una estación de enfermeras para darles algunas indicaciones para que acomodaran cosas en la habitación de su esposo, así que, aprovechó que el licenciado Pineda ya le había entregado la carta para dársela. Le parecía importante que Elizabeth tuviera sus reservas para con su marido.

No dijo nada, sólo se acercó a ella y depósito aquel sobre en sus manos diciéndole en un susurro, "la carta de Don Juan"; solo eso bastó, para que aquella mujer se apresurara a leerla y la chica decidió darle su tiempo. El rostro de la mujer iba desde la sorpresa, tristeza, confusión, molestia, enternecimiento y muchas otras emociones que la envolvían por completo.

-Efectivamente es letra de mi cuñado -soltó limpiándose algunas lágrimas que brotaron de sus ojos, para después llevar la mirada a la chica -Pero esto es una infamia. Juan no tenía ninguna prueba para acusar a Epigmenio de esto.

-Tal vez si las tenía -trató de decir en un tono suave.

-No, me niego a creerlo -soltó bastante segura, cosa que sorprendió mucho a Ale -De ser así, Epigmenio no se hubiera arriesgado para salvar a mi hijo como lo hizo. -Ale hizo un esfuerzo por morderse la lengua, no quería hablar demás. No podía decirle del interés que tenía Epigmenio por Joaquín, más allá de La Chula -Yo creo que ustedes se han empeñado en verlo como culpable por esta estúpida carta.

-Te aseguro que no es así, Eli. Mira...

-Yo no voy a desconfiar del hombre que amo, Ale. Él me ha demostrado lo bueno y maravilloso que es. -le extendió la carta -Así que, ten esta cochina carta.

Ale regresó cabizbaja a la sala de espera, donde sus amigos aguardaban por ella. En ese momento, a lo lejos vieron que Emilio se acercaba para decirles que Joaquín no tardaría en despertar y quería buscar a una enfermera para que le llevaran comida a su cuarto. Entonces, Ale le extendió la carta al rizado.

-Tu suegra ya la leyó -Emilio la tomó mirándola expectante, le urgía saber cómo reaccionó aquella mujer. -Olvídalo, está más ciega que un topo. Dice que Don Juan inventó todo y que nosotros estamos cegados en culparlos y eso.

-No me extraña -soltó un suspiro guardando la carta. -No sé que le hizo Epigmenio para tenerla comiendo de su mano.

-Y quizás no es la única -el rizado alzó la mirada para verla confundido -Joaquín quiere verlo para darle las gracias por haberlo salvado.

-Joaquín no tiene nada qué tratar con ese señor -soltó un bufido molesto. - ¿Qué demonios le va a agradecer?

-Le salvó la vida y tú sabes cómo es Joaquín, no lo olvidará nunca.

-Es un maldito, se lo logró llevar a la bolsa -intervino Roy con los brazos cruzados.

-Sí, ese rescate fue demasiado conveniente -decía Alan negando con la cabeza.

-Joaquín no puede pensar esas cosas, hablaré con él.

-Emilio... -la voz de Alex interrumpió, llamando la atención de todos.

-Hola, Alex -le estrechó la mano -Vino tu hermano hace rato, me dijo que estabas con la policía.

-Sí, tuve que rendir mi declaración y acompañar a la policía en la escena del crimen -soltó un suspiro; se sentía demasiado cansado, pero tenía la necesidad de ver a Joaquín, de asegurarse de que estaba bien. -Oye, ¿crees que puedas preguntarle a Joaquín si me permite verlo un momento?

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora