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-Emilio, no puedes entregarte a la policía -Ale fue la primera en hablar después de un largo tiempo en silencio; nadie podía creer lo que Emilio acababa de decir, les parecía ridículo. -Simplemente no puedes.

-Es que no se me ocurre otra cosa -se levantó desesperado -No he conseguido nada en contra de esos desgraciados. Si me entrego, al menos podré darles a las autoridades la dirección en dónde investigar. Pueden interrogar a Mauricio y Marijo, incluso a Epigmenio.

- ¿Estás loco? -Roy lo miró extrañado de la decisión -Emilio te condenaron sin pruebas, sin juicio;¿vas a volver a confiar en la justicia de tu país?

-No estoy de acuerdo -soltó Alan también un poco molesto -No puedes dejar a Joaquín abandonado y desprotegido.

-Y menos si dices amarlo tanto. -completó Ale.

-Sí, si lo amo y no quedará desprotegido, primero me muero antes de que algo le pase. Créanme, no le sucederá nada.

-Emilio estás arriesgándolo todo por nada... -dijo Alan.

En ese momento, Emilio fue salvado por la campana; el timbre de la casa se escuchó y Ale atendió un poco extrañada. Pero un momento, el rizado pensó que sería Joaquín nuevamente, pero todos se sorprendieron al ver a Epigmenio entrando a la casa.

-Emilio, necesito hablar contigo -dijo mirando a Alan. -A solas.

-Podemos hablar -contestó Alan -Pero usted, Aristóteles mi espía y yo.

-Bonita me la hiciste... -dijo mirando con el ceño fruncido al rizado -Te colaste hasta mi casa, hasta en mi intimidad. Tengo que reconocer que fuiste muy listo e ingenioso.

-Tenía mis razones -dijo Emilio serio.

-Bueno, Ale y yo nos vamos para que puedan hablar -Ale tomó su cámara y le sonrió a Emilio antes de salir de la casa.

- ¿Qué se le ofrece, señor Ramos? -Alan lo invitó a sentarse en el sofá.

-Me enteré que te viste con Mauricio y te aliaste con él y eso, Emilio, eso es una traición. -dijo serio; ambos sabían de lo que estaba hablando, pero como si hablaran telepáticamente, bastó una mirada para que Alan supiera qué decir.

-Yo no me he aliado con Mauricio ni con nadie más, te doy mi palabra, él no ha venido aquí ni yo he salido.

-Sí tiene a alguno de sus hombres vigilando el lugar como es de su costumbre, puede comprobarlo. -intervino el rizado, haciendo que aquel hombre lo mirara molesto; de verdad que le tenía cierto rencor al chico, por haberlo engañado y porque, para él, era el amante de Joaquín y eso era lo que nunca le perdonaría.

-Yo ya no los estoy vigilando, por eso vine a preguntarte de frente. -dijo tratando de mantener la compostura. 

-Pues, no sé por qué Mauricio le dijo eso y, lo que más me extraña es que se lo haya dicho a usted, precisamente.

-No, no me lo dijo a mí, solo me enteré y quise cerciorarme.

-Pues, si no nos vigila, tendrá que conformarse con mi palabra. -Alan se cruzó de brazos -Así que, usted decidirá.

-Espero que me digas la verdad; no soportaría una traición. -Emilio apretó los puños un poco; le parecía cínico de su parte en pedir lealtad cuando, él era la última persona que conocería el significado de esa palabra. 

-Entonces, estamos bien -Alan sonrió y pronto se levantó del sillón hacia la puerta -Buenas tardes.

Epigmenio concluyó que tenía razón, tenía que conformarse con su palabra, pero tenía que haber alguna manera de enterarse de todo lo que ocurría en esa casa y todo lo relacionado a Emilio. Por el momento, solo se marchó dejando a los chicos a solas.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora