09

190 10 0
                                    

-No estés enojada conmigo –Roy miraba a Ale quien tenía la mirada fija en el camino; acababan de salir de la hacienda con múltiples pensamientos acosándolos. –De verdad, cuando hables con Emilio te darás cuenta de muchas cosas.

-Es que me siento usada, Roy –soltó molesta –No pensé que tuvieras otro interés aquí que no fuera por tu libro.

-No, espera, para mí también fue una sorpresa encontrarme a Emilio aquí –suspiró –Jamás te he mentido, no puedo mentirte. La verdad yo te quiero mucho, Ale, jamás haría algo para lastimarte, tampoco a Joaquín.

-Quisiera creerte –lo miró de reojo y se sentía verdaderamente mal por desconfiar de él. En poco tiempo se había convertido en un gran amigo, amaba su compañía y tenerlo cera, pero ahora no parecía real. –Pero no confío en el tal Emilio.

- Emilio es un buen hombre, te lo aseguro.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro? Si se metió al rancho a escondidas, con un nombre falso.

-En la noche que hablemos entenderás muchas cosas. Por lo pronto necesito preguntarte algo, ¿crees que Joaco tenga o haya tenido intenciones de vender el rancho?

- ¿Bromeas? Él jamás pensaría en la posibilidad siquiera, ama ese lugar.

-Yo también lo creo, y creo que alguien más, no Emilio, puede hacerle daño a Joaquín.

***

Joaquín llevaba un buen rato caminando, había recorrido todos los corrales sintiendo una pena por haber perdido a Mirna, siempre lamentaba cada que perdía a un animal, no podía evitarlo. Decidió que la mejor manera de despejarse era con Gitana, saldría a cabalgar un rato con ella para poder superar el rato amargo, pero se sorprendió de que su yegua no estuviera en su lugar.

-Carlos –le llamó a uno de los trabajadores que iba pasando por ahí –Oye, ¿sabes dónde está Gitana?

-La estaban ensillando, Joaquín –le sonrió el señor.

- ¿Por qué?, ¿quién la va a montar? –en ese instante se giró y vio en la entrada que Aristóteles se acercaba con su yegua lista. Se le acercó con una media sonrisa. - ¿Qué haces con mi yegua?

-Dijo que quería estar solo, pensé que querría salir a montar –dijo con voz suave y Joaquín no sabía cómo sentirse. Le sorprendía mucho y le causaba mucha inquietud que Aristóteles siempre lo confundiera con ese tipo de acciones.

-Gracias...parece que me lees la mente... -dijo mirándolo demasiado confundido y pronto montó a su yegua y salió dejando al chico de rizos atrás.

Emilio lo miró marcharse y continuó su trabajo en el rancho. Al parecer, León le había comentado que Joaquín quería que se pegara más con Diego, por lo que ya no le encargaría tantas tareas. Por lo visto, el castaño había intercedido por él y ahora tenía más actividades y ninguna que ver con el estiércol.

Estuvo un buen rato recorriendo los pastizales, asistiendo a muchos de los vaqueros y tenía que admitir que, el trabajo en el rancho era demasiado pesado, pero le gustaba. Le gustaba aprender de su manejo. Jamás pensó todo lo que involucraba la crianza de caballos, el cuidado de un ganado, el trato a la tierra y todo lo que esta proveía. Al parecer en La Chula, nada se desperdiciaba, nada era al azar y todo era para el bien de los animales.Era interesante.

Después de un largo rato, se encontraba con Diego en los pastizales colocando alimento para el ganado, cuando escuchó un caballo pasar a varios metros de ellos. Era Joaquín con su yegua a mucha velocidad, la cara del castaño era seria, pero bastante tranquila, pareciera que en verdad disfrutaba cabalgar. Emilio quiso seguir con su trabajo cuando escuchó el grito de Diego.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora