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Una nueva mañana se asomaba en La Chula; a Joaquín se le hacía increíble que, en tan poco tiempo, estuviera tan acostumbrado a despertar junto Aristóteles, que, el simple hecho de no sentir su calor cerca, lo hacía perder el sueño y sobresaltarse un poco. Sabía que todavía le quedaban algunos días en el hospital, pero estaría a su lado en todo el proceso. 

Por alguna razón, se sentía un poco inquieto por toda la situación con el papá de Emilio, Juan; le parecía curioso que tuviera el mismo nombre que su tío, pero que fueran tan distintos. ¿De quién es hijo Emilio Marcos, en realidad?

Tocaron a la puerta de la habitación del castaño y antes de que pudiera responder, la cabeza de Renata se asomaba del otro lado con una sonrisa.

- ¿Desayunamos juntos? -el castaño rio ante el aparente buen animo de su hermana, así que asintió -Ya le dije a Piedad que nos trajera el desayuno aquí, ¿cómo dormiste?

-Extraño -llevó su mano al otro lado de la cama con media sonrisa -Es chistoso como te acostumbras tan rápido a la presencia de una persona.

-Es que estás muy enamorado... -le sonrió.

-Es que, no sé Renata, a veces siento que Aris es ese algo que no sabía que había perdido. -se llevó la mano al pecho -Y, el tenerlo es como si lo hubiera recuperado, como si hubiera regresado a su hogar. Es tan intenso ese sentimiento que a veces me da miedo.

-Yo sí creo que Aris fue hecho para ti -se sentó junto a él en la cama -Y tú para él.

-Yo también te veo muy bien con Diego -la hizo sonrojarse - ¿Sabes? Podrán decir que tú eres una niña bien y él un caporal, pero, sinceramente, yo los veo juntos y...encajan, se siente bien, se siente correcto.

-Es correcto y es algo muy bueno, Joaco -se encogió de hombros ante una idea en su cabeza -Mi mamá me dijo que quiere que haga maestría en el extranjero. Qué ridículo; piensa que puede seguir manejándome. No sabe que ya crecí y tomo mis propias decisiones.

-Sí algo me dijo de una maestría -sonrió de lado y agachó un poco la cabeza -Renata, yo voy a entender si tú quieres hacer tu vida lejos de aquí; como dices, ya eres una adulta y tienes derecho a hacer tu vida cómo y dónde tú quieras. Puedo recomendar a Diego para cualquier trabajo y también te puedo ayudar a ti.

-Lo sé -lo tomó de la mano -No creo que sea necesario, pero gracias; sé que siempre vas a apoyarme.

-También quisiera ayudarte con la boda; puede ser aquí...bueno... -su voz se fue apagando al recordar que había un hombre asegurando que podría correrlos en cualquier instante -Si es que se puede...

-Tranquilo -le sonrió -Primero sobrevivamos estas tormentas, después todo lo demás. ¿Vamos al hospital juntos?

-Va.

Mientras tanto, Elizabeth y Epigmenio desayunaban en el comedor de la casa grande completamente en silencio. Ambos tenían la idea del tal Juan Osorio en sus cabezas, el cómo había llegado y la predicción de las intenciones que traía y todos en la casa sentían la tensión.

-Es que no entiendo de donde salió ese hombre -se quejó Elizabeth, cansada de que hubiera tanto silencio -Se ve que es un tipo de lo más desagradable y ambicioso hasta los huesos. ¿Cuándo desocupábamos la hacienda? Qué insolente. Tenemos que estar unidos, mi amor y no dejar que ese sujeto se aproveche de nosotros... -miró a su esposo quien mantenía la mirada perdida en café -Epigmenio, ¿me estás escuchando? Esto es importante...

-Elizabeth... -tomó aire -Tienes la capacidad, no, la habilidad de.... ¡hartarme!

Epigmenio se levantó molesto y salió del comedor sin dirigirle ni una sola mirada a su esposa. Ella se quedó sorprendida de la manera en la que le habló sintiéndose cada vez más triste. No había imaginado su matrimonio así, pero supuso que era porque estaban envueltos en muchos problemas, pero una vez se solucionara todo, iba a mejorar, así que ella tenía que esforzarse mucho.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora