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Los árboles de La Chula parecían estar bailando una melodía lenta, triste. Era como si sintiera como el lugar estaba perdiendo vida al estar en medio de tantos enredos. Joaquín lo notaba, y cada que veía las tierras se entristecía, pero siempre disfrutaba el estar con los animales, quería aprovechar cada minuto que pudiera pasar con ellos. Les ponía vacunas a unos becerros recién nacidos junto a Diego, y era una fortuna su ayuda, al estar tan distraído cometía ciertos errores que Diego sabía manejar a la perfección.

-Patrón, ¿puedo preguntarle algo? –dijo el chico de ojos rasgados.

-Chino, no me digas patrón, no lo soy y...no lo seré –lo miró de reojo y lo observó sonriente. –Además, te he dicho que me digas Joaquín.

-Para mí, usted siempre será el patrón, que eso le quede claro –ambos rieron un poco –Bueno, quería pedirle permiso para algo, no quiero ser imprudente...

-No hay problema, Diego, dime.

-Encontré que en la universidad de la capital está la carrera de Agronomía semi-escolarizada. Ósea que son los fines de semana. Sé que los sábados son mis días libres, pero quería pedirle chance para los domingos y...en la semana no le faltaré a la chamba, se lo aseguro.

-Eso me da mucho gusto por ti, Diego –le sonrió animoso –Mira, te seré sincero, la verdad no tengo idea de cuál será el futuro de este rancho. Quizás las cosas cambien, pero por lo pronto, tú no te detengas, ve los fines a estudiar y ahora descansarás los viernes.

-Doctor, ¿cómo? –ladeó la cabeza, confundido –Sólo trabajaré cuatro días de la semana.

-Los cuales serán suficientes –le sonrió –Mira, los fines estarás empapado en la escuela, necesitas un día más para hacer tareas y poder relajarte. Tu paga no se modificará, y tampoco me digas Doctor, soy Joaquín.

Fueron interrumpidos por una chica de estatura baja con cabello largo y castaño. Le sonreía a Joaquín sintiéndose avergonzada por interrumpirlo.

-Joaco, el abogado acaba de llegar, está en la sala.

-Gracias, Talia –se tensó un poco porque la llegada del abogado significaba la de Emilio Marcos, también, ya que el licenciado pasaría al aeropuerto por él. –Voy enseguida.

Cuando Joaquín llegó a la casa grande, primero pasó a uno de los baños para lavarse las manos y arreglarse el cabello, sería la primera vez que vería a Emilio Marcos, por lo que quería causar una buena impresión, pero el dolor en el pecho permanecía. ¿Le diría adiós al lugar que sanó todas sus heridas? Pensaba en la posibilidad de comprar la hacienda, pero ni con todos sus ahorros le alcanzaría para hacer una oferta adecuada, no tenía tanto dinero y esas tierras valían demasiado; le dolía a sobremanera, sentía que iba a quebrarse. 

Quiso sacarse todos esos pensamientos de la cabeza y no adelantarse a los hechos. Lo más importante, era conocer al hijo de su tío, su primo, ¿se parecería a él? Salió del baño y al entrar en la sala, saludó al abogado de la familia, el licenciado Pineda y se sorprendió de no verlo acompañado.

-Santi, ¿dónde está Emilio?, ¿dónde está mi primo? –observó que tanto su madre como Mau estaban de igual manera en la sala.

-Joaquín –se notaba un poco preocupado –Emilio Marcos no llegó, no sé por qué. Fui por él al aeropuerto y nada, parece que no abordó al avión. Llamé para preguntar por él, pero nadie me contestó en su casa.

-Qué raro... –todos tomaron asiento en la sala –Me pregunto que habrá pasado.

-Ese tipo seguramente está jugando con nosotros –dijo Mau todo molesto moviendo incesantemente su pierna –Quiere hacerse el interesante.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora