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En el pueblo, Epigmenio se encontraba en la oficina de su casa, pensando sobre las cartas que todavía tenía guardadas para adueñarse de La Chula; tenía que ser extremadamente cuidadoso, ya que, no volvería a repetir los errores de Marijo y pensaba que quizá, esta guerra ya se había acabado para ella. No quería seguir soportándola.No estaba dispuesto a dar otro paso en falso porque, no solo se estaba jugando el rancho, sino también la posibilidad de quedarse con Joaquín y eso último no pensaba arriesgarlo por nada. 

Sus pensamientos se esfumaron una vez escuchó el teléfono de su oficina y, lo que escuchó, lo dejó helado.

- ¿Epigmenio Ramos? -preguntó aquella voz masculina que tan familiar se le hacía. -Soy Daniel Gutiérrez, comandante de la policía de Buenos Aires; nos conocimos hace varios meses.

-Sí, creo que lo recuerdo -poco a poco la voz de ese hombre recuperaba identidad en su mente; recordó aquellos días en las que estuvo al pendiente de la investigación, haciéndose pasar por un amigo de la familia. -No esperaba escuchar de usted a estas alturas.

-Bueno, es que han estado pasando cosas raras por acá y, realmente, usted es el único de la familia Bondoni que conozco y quisiera hacerle unas preguntas.

-Me parece muy bien, yo también quisiera hacerle algunas preguntas.

- ¿A mí? ¿Sobre qué?

-Sobre Emilio Marcos, claro. -se levantó de su lugar ya que se encontraba demasiado ansioso -Tengo entendido que ya no buscan a Marcos en Argentina.

-Eso es verdad -dijo serio, sorprendiendo un poco a Epigmenio, despertando su curiosidad.

- ¿Entonces es un hombre libre? ¿Por qué?

-Antes de responder esa pregunta, necesito que responda una de las mías. ¿Por qué habla como si Emilio estuviera vivo? ¿Acaso él se ha comunicado con la familia? ¿Por qué hay una abogada investigando su caso?

-Me va a disculpar, comandante, pero si quiere conocer todas esas respuestas, primero necesito saber qué terreno estoy pisando.

[...]

Al regresar de su visita a Miriam en la prisión, Emilio le comentó sobre todo el asunto a Joaquín y él se encargó de anotarle el correo personal y administrativo de Mauricio, pero no tenía la contraseña. Eso no le preocupaba, ya que no sería tan difícil averiguarla con una buena computadora; eso sí, tenía la sospecha de que quizá, Mauricio pudiera tener otros correos además de los que tenía Joaquín y eso podría complicar un poco las cosas. Eso sí, Emilio no se detendría hasta obtener las pruebas en contra de Epigmenio y Marijo.

Al día siguiente, comenzaron con la organización de la boda; ya habían hablado con el juez y, entre Renata, Alan y Ale, organizaban la fiesta que se daría en La Chula para la celebración. Emilio también había tenido la idea de hacer una fiesta de compromiso con la esperanza de que, la madre de Joaquín hubiera asimilado un poco mejor la noticia de su matrimonio.

Esa mañana, Ale se había plantado en el rancho, con toda la intención de llevar a Joaquín a comprar su traje para ese día, ya que su gran amigo, le había comentado la gran idea que tenía para la vestimenta de ese día.

-Hola, chicos -sonrió al entrar a la cabaña y ver sus amigos un tanto acaramelados en el sofá de la sala. -Joaco, ¿ya estás listo?

- ¿Qué? -Emilio la miró con el ceño fruncido - ¿A dónde te lo llevas?

-Tranquilo, solo será un ratito -decía mientras tomaba a Joaquín del brazo y lo jalaba hacia ella -Tiene que comprar su traje.

-Ah, pues voy con ustedes, yo también necesito uno -tanto Ale como Joaquín intercambiaron una mirada dudosos y negaron con fuerza. - ¿Qué?

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora