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El amanecer se asomaba en la ventana de aquella cabaña; María sintió los rayos de sol y embozó una sonrisa, mientras se giraba y buscaba entre las cobijas, la presencia de su esposo. Por desgracia estaba sola y no recordaba que Emilio hubiera entrado a la habitación en toda la noche. Se levantó y se colocó una bata para buscar a su esposo. De primera instancia, entró en el cuarto de la bebé y embozó una sonrisa al ver a Emilio completamente dormido en el sillón con la mano extendida en la cuna de la pequeña. A los pocos minutos, Irene comenzó a llorar, despertando a Emilio, dedicándole una sonrisa a María.

-Creo que me quedé dormido -rio un poco mientras se levantaba para cargar a la bebé. -Lo siento.

-No, no te apures. Yo también me quedé súper dormida -sonreía mientras se acercaba a darle un tierno beso.

-Bueno, creo que después del día de ayer, ambos estábamos muertos -sonrieron un poco.

-A mí solo me basta con ver a mis dos amores al despertar. Esto era lo que yo más deseaba. 

-A mi lo que me basta es saber que descansaste -cargó a la bebé que había cesado un poco su llanto -Porque mamá se tiene que recuperar, ¿verdad, princesa?

-Y ella sabe que papá es mi mejor medicina -lo abrazó de la cintura.

-Bueno, ¿qué te parece si le doy de comer a esta preciosa y preparo el desayuno? -sonrió alejándose un poco de ella. -Recuerda que tenemos que ir al médico.

-Emilio, ¿pasa algo? -el rizado acababa de tomar asiento en el sillón mirándolo nervioso, pero María se cruzó de brazos -Desde ayer estás muy raro, no sé...distante.

-Lo sé, lo sé -ladeó la cabeza un poco avergonzado -Pero entiéndeme, me siento intranquilo por tu salud.

-Bueno, al menos, ¿me vas a seguir contando lo de México? -el rizado agachó la mirada, incómodo.

-Sí, pero primero necesito que te vea el médico -dijo mirando de reojo a María quien hacía un puchero -Por favor.

-Está bien -alzó las manos a modo de rendición riéndose un poco -Todo porque estés tranquilo y puedas disfrutar de tu familia.

-Gracias -le dedicó una media sonrisa.

-Me gusta que me sigas cuidando de esa manera. -dijo abrazándolo un poco; en ese momento, Irene comenzó a llorar -Creo que ya le urge comer. Si quieres dámela.

-Déjame a mí -dijo con un brillo en sus ojos -Quiero darle de comer yo.

María desistió de tomar a la bebé con una sonrisa. Era cierto que Emilio se había mantenido distante con ella, incluso, le aterraba pensar que ni siquiera mantenía mucho contacto visual. Sin embargo, estaba convencida de la devoción y la dedicación que tenía por la pequeña a la cual no la había dejado ni un momento y con eso, ella ya se sentía feliz de tener a su familia reunida.

Al cabo del desayuno, dejaron a la bebé encargada a las enfermeras y ellos partieron al hospital. No sabían cuanto tardarían, pero, al querer un examen exhaustivo de la condición de María, supuso que les tomaría, al menos toda la mañana. Aun así, María no quiso quitar el dedo del renglón y aprovechó el camino al médico para atacar a su esposo con más preguntas sobre la situación en México.

-Pero, entonces, ¿Joaquín Bondoni también es el dueño? -decía confundida; había muchas cosas que aun no le quedaban claras. - ¿No se supone que te la heredaron a ti?

-Pasaron muchas cosas, pero ahora, La Chula está a nombre de los dos. -decía nervioso; quería evitar el interrogatorio, pero sabía que María tenía derecho a sus preguntas -Pero, pienso cederle el rancho a Joaquín completamente.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora