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Emilio iba llegando a la hacienda, sabía que era su día libre, pero no quería alejarse mucho de Joaquín, en especial, porque esa noche viviría algo sumamente fuerte que comenzaría un pequeño juego de ajedrez con los hermanos Mariscal y Epigmenio Ramos. A lo lejos alcanzó a ver a Joaquín, iba vestido con una camisa de cuadros azules y rojos, combinado con un chaleco azul marino y sus clásicas botas de campo; llevaba su maletín y, al alzar la vista, Joaquín lo reconoció y no pudo evitar sonreír.

-Hola –ambos hablaron al mismo tiempo haciendo que soltaran una risa un poco apenados.

– ¿Hay animales enfermos? –el rizado se encogió de hombros.

-No, para nada. Fui a ver al becerrito de Mirna, para reforzar sus vacunas. Todo está tranquilo. –le sonrió

-Al parecer, nadie lo encontraba y la señorita Alejandra le dejó un recado – sacó un papel de su pantalón y se lo entregó.

- ¡Ale ya regresó! Qué bueno. –abrió el papel y decidió leerlo en voz alta – "Arreglarse para hoy en la noche para una cena muy especial"

Sonrió un poco extrañado por la petición tan inusual y notó como los ojos de Aristóteles estaban fijos en él con una sonrisa, lo cual lo puso un poco nervioso.

-Pensé que era tu día libre –dijo un poco nervioso –Me dijeron que andabas en el pueblo.

-Entonces, ¿me estaba buscando? –alzó una ceja provocando una ligera risa en Joaquín –Si gusta que lo lleve a su cena en la noche, yo encantado.

-No... -rio nervioso –Es tu día libre, no te preocupes.

-No me preocupo –le sonrió –Yo a usted lo llevaría a dónde sea, dónde usted me pida, sin importar hora, día... -no pudo terminar de hablar ya que Joaquín embozó una sonrisa muy dulce haciéndolo que se trabara un poco y sólo pudo sonreír.

-Muchas gracias –dio un paso hacia a él –En realidad, yo te buscaba porque anoche...

- ¡Joaquín! –a su espalda la voz de Carlos, uno de los trabajadores del rancho, se escuchaba a espaldas del castaño sobresaltando a ambos chicos –Están aquí los hermanos Zarate, dicen que viene a traerte unos papeles y a marcar a unos caballos.

-Gracias, Carlos –sonrió de lado maldiciendo su mala suerte y Emilio se sorprendió un poco de escuchar ese apellido – ¿Puedes acompañar a Pablo y asesorarlo en todo lo que ocupe? Yo mientras, atenderé a Alex en la cabaña.

-Sí, Joaquín –el trabajador se hizo a un lado, indicando que le daba paso a su patrón para ir a su cabaña dónde lo estaban esperando.

-Bueno, vamos –sonrió, pero antes se giró para mirar al chico rizado –Entonces, ¿te veo en la noche?

-Tendré listo el carro, patrón –asintió con una media sonrisa.

También él estaba frustrado porque la tensión que había entre ambos era muy distinta a lo que había sentido días atrás. Además, quería preguntarle si le había gustado la sorpresa en su habitación o le había molestado como todos los detalles anteriores. Aunque, sentía que algo había cambiado en Joaquín, su sonrisa era más dulce, sus ojos tenían un poco más de brillo y no habían discutido como normalmente hacían y lo había visto sonreír y eso lo emocionaba mucho.

Aun así, algo le molestaba; tenía muy presentes las palabras de Roy y Ale. Ambos le habían asegurado que Joaquín estaba sintiendo cosas por él, pero habían sido claros en que Emilio debía alejarse porque no estaba siendo sincero. 

Odiaba sentir que Joaquín le correspondía, pero le correspondía a Aristóteles Córcega, su chofer y vaquero, pero, Emilio Marcos, para Joaquín, era su primo prófugo de la justicia, una persona por la que, quizás, jamás llegaría a sentir algo más. Se sentía frustrado y pensó en que tal vez era momento de revelarse a Joaquín por quien era realmente, pero tenía miedo, miedo de que ese chico castaño dulce lo despreciara por ser Emilio.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora