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La noche era fría y demasiado oscura, pero nunca se había sentido tan gélida como en aquella pequeña celda. Los barrotes no ayudaban. Maria José no sabía si odiar su suerte o agradecer por estar encerrada. Justo iba bajando de su habitación en el hotel, cuando observó a unos hombres preguntando por ella en la recepción. Los conocía, los había visto una sola vez, pero Marijo no olvidaba rostros, mucho menos de los que intentan asesinarla. Eran los cobradores de su antiguo jefe y sabía que estaban ahí para matarla. Como estafadora profesional, quizá había pecado de ingenua al intentar quitarle gran parte de su dinero a un narcotraficante importante. El plan falló y ella tuvo que correr sin dignidad a los pies de su hermano porque se suponía que él tenía el control de su siguiente negocio.

Estúpido, Mau.

Pero ahora agradecía que la policía llegara en ese momento y no podrían hacerle nada en esa celda. Sabía que no estaría encerrada mucho tiempo, pero la tensión era palpable y soltó una risa al ver a aquel hombre mirarla detrás de la reja.

-Vaya, hasta que apareces -se levantó y caminó hacia él - ¿Cuándo vas a sacarme de aquí?

-No es tan fácil -Marijo rodó los ojos ante las palabras de Epigmenio este suspiró un poco -Las cosas se complicaron en el rancho.

- ¿A qué te refieres? -alzó una ceja indignada; eso no era bueno.

-Déjame te resumo, Joaquín y Emilio me corrieron porque Piedad escuchó nuestra conversación con lo del virus -soltó molesto y Marijo abrió mucho los ojos.

- ¿Cómo fue que eso pasó? -lo miró con el ceño fruncido. - ¿Por qué no tomaste precauciones?

- ¡Porque no pensé que Piedad fuera a abrir la boca! -vociferó, pero después trató de contenerse porque no podía exaltarse en ese lugar; sería comprometedor. -Ahora no es momento de reclamos, necesitamos soluciones. El rancho se salvó y va a volver a operar.

- ¡¿Qué?! -soltó con un grito ahogado - ¿Cómo pasó? ¿Cómo pudieron salvar el rancho de algo así?

-La esposa de Emilio resultó ser la persona más influyente de Argentina, hazme el favor -se cruzó de brazos -Consiguió las vacunas y llegó junto con Marcos a traerlas. No lo vi venir.

-Siempre el estúpido de Emilio Marcos -se aferró a los barrotes con extrema furia -No entiendo por qué, después de tantos intentos, el imbécil no se muere. Su esposita también debería estar tres metros bajo tierra. 

-Por si fuera poco, Elizabeth también está dejando de confiar en mí -dijo con gesto arrugado -Siento que me está traicionando.

- ¿La insignificante de Elizabeth? -alzó una ceja -Te dije que era una estupidez el casarte con ella.

-Sí, pero ella es nuestra única tabla de salvación ahora. Se arrepentirá de haberse casado conmigo -Marijo rio.

-Eso tenlo por seguro. Espero que esta vez, tu plan funcione, de otro modo, pronto estarás haciéndome compañía.

-Marcos acaba de rectificar su testimonio hoy. Sé que no tiene pruebas, así que no habrá problemas mañana.

- ¿Estás seguro? -Epigmenio asintió.

-De tener algo sólido, ya estarías en prisión y no en los separos. Marcos no tiene nada y mañana será su palabra contra la tuya. Y para mentir, tú eres la experta.

***

Nueva mañana y las preocupaciones no paraban. Emilio se enfrentaría ese día a María José y, aunque sentía que era un gran avance, sabía que no tenía las pruebas suficientes en su contra. Si el testimonio de León no había servido de mucho, pocas esperanzas guardaba en el suyo. En cuanto terminó de arreglarse, el chico rizado pasó a la habitación de María, para asegurarse de que estuviera bien. Ella se encontraba sentada en el balcón de la habitación, con la mirada perdida en el horizonte.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora