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La noche finalmente había llegado y con ello, la calma. Al parecer, casi todos los animales estaban vacunados y la limpieza de todo el rancho estaba casi completa. Solo quedaba esperar la mañana siguiente para hacer el conteo y ver la realidad del rancho. No podían cantar victoria porque tuvieron una gran baja de los animales y, además habían cancelado algunos contratos debido a la cuarentena. Por fortuna, no fueron muchos gracias al rancho de los Zarate. Ya Joaquín se había hecho la nota mental de agradecerle a Alex y de paso, a Alan, ya que él también había ayudado en la brigada de vacunación.

Pero por encima de todo, Joaquín estaba en la casa grande para enfrentar lo que le hubiera preferido evadir, aunque fuera un poco más, pero que era necesario. 

Estaba fuera de la habitación de María, intentando decidir si era una buena idea entrar o no. Emilio seguía en los campos junto a Diego y Pablo coordinando los últimos detalles, así que quizá ese sería un buen momento para hablar a solas. Estaba consciente de la deuda impagable que le tendría a aquella mujer toda su vida y tenía que agradecerle. Tenía que verla.

Tocó y después de que escuchara la voz de María, dándole el paso, fue que abrió la puerta y la encontró en cama alimentando a su pequeña bebé.

-Joaquín -le dedicó una sonrisa, aunque su semblante parecía un tanto sorprendido -Qué bueno que vienes, tenía ganas de hablarte.

-Vine a disculparme por haberme ido así en la mañana -decía mientras entraba a la habitación. La enfermera le cedió el asiento del sofá junto a la cama de María y con mucha pena, Joaquín se sentó -No quiero que pienses que soy un grosero por dejarte así...

-Tranquilo, está bien -le sonrió; le extendió el biberón a la enfermera y ella lo recibió para después, recibir en brazos a la pequeña. Irene apenas e hizo algún ruido y María notó como Joaquín la miraba embelesado a la distancia - ¿Quieres cargarla?

- ¿Q-qué? -soltó sorprendido y un tanto nervioso -No...no se me dan los bebés...

Fue la única excusa que se le ocurrió en ese momento. La realidad era distinta; Joaquín amaba a los bebés y moría de ganas por cargar a la hija de Emilio, verla, conocerla, buscar a Emilio en cada una de sus facciones. Sin embargo, tenía miedo de los sentimientos que podría remover en él, dadas las circunstancias. 

-En fin, solo quería disculparme -se levantó -Y también agradecerte. De verdad, jamás olvidaré esto que hiciste.

-Bueno, el rancho también es de mi esposo; mi deber también es velar por sus intereses -le dedicó una sonrisa y Joaquín sintió un pequeño dolor en su pecho, pero se alegró de no mostrarlo. De cierta manera, también quería saber el terreno que pisaba con la presencia de María. Ahora sabía que, si María estaba en el rancho, era como la esposa de Emilio; estaban juntos -No tienes nada que agradecerme y tampoco disculparte. Sé que estaban en plena emergencia y lo principal era salvar a los animales.

-Gracias por tu comprensión -asintió con una media sonrisa -Y bueno, te dejo descansar a ti y a tu bebé.

-Irene ya está por dormirse -habló la enfermera -Me la voy a llevar al cuarto para que descanse.

-Muchas gracias, Alicia -sonrió María y la enfermera salió de la habitación -Joaquín, todavía no te vayas. He estado dormida casi toda la tarde, necesito despejar mi mente.

-Bueno, pero es que es normal -soltó un poco incómodo; la verdad, no sabía cómo comportarse -Tuviste un vuelo algo largo y no debió de ser sencillo.

-Sí, fue bastante pesado -asintió pidiéndole a Joaquín con la mano que volviera a sentarse en el sillón. -Pero tenía muchas ganas de conocerte. Emilio me habló mucho de ti.

"La Chula" -AU EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora