Sonríe, Sam.

2.7K 211 98
                                    

La primera vez que vio a Castiel llegó a la conclusión que todo en él era correcto. Usualmente, al menos los creyentes, sin necesariamente ser devotos, imaginamos alguna vez a los seres que admiramos, adoramos o nos resultan atrayentes. Los ángeles se supone que eran seres hermosos, blandiendo sus espadas contra todo mal y con esos aires de paz que entregan a todo el que los mire, o así los imaginaba Sam desde niño.

Cuando su hermano empezó a hablar de un supuesto ángel que le había rescatado del infierno, tuvo que contener su emoción. Para alguien como él, que mínimamente tenía unas bases en la creencia de Dios y sus fieles soldados, un ángel era uno de esos seres que siempre deseo cruzarse. Incluso cuando estudiaban algún caso sobre algo relacionado con estas criaturas celestiales, Sam se interesaba el doble de lo normal.

Y allí estaba Castiel. Ojos profundamente azules como el cielo, su belleza era realmente propia de un ángel y su voz gruesa era un clara advertencia de que su físico no lo volvía un santo a la hora del combate, él podía aplastarte de un pensamiento.

Le extendió su mano con nerviosismo porque no podía creerlo, era una adolescente frente a Justin Bieber. Estaba a punto de pedirle un autógrafo y una foto, cuando se dio cuenta de lo estúpido que sería eso.

Castiel, con la suavidad característica de un verdadero ángel, pero sujetando con firmeza su mano, la volteó y la aprisionó entre las suyas. Sam suspiró muy profundo, pensando que le daría un ataque de asma si el ángel hacia un movimiento más dulce que ese.

Le sorprendió lo de la sangre de demonio, pero pronto lo ignoró, recordando lo perfecto que era. No pudo evitar hilar sus pensamientos hasta la verdadera forma de Castiel, ¿Cuan perfecta seria?

Mala suerte la suya de nacer del lado del mal. Los ángeles no le tenían demasiado apreció y más bien, eran un poco soeces para con él. No tenía la culpa de estar en donde estaba parado y solo la mirada de Castiel parecía comprender eso.

A veces, casi sin darse cuenta, se quedaba observando a Dean dormir. Debía admitir que sentía un poco de celos por ser rescatado por un ángel, algo con lo que él siempre soñó. Pero eso no significaba que no respetaba el dolor que su hermano padeció en el infierno, es solo que...

¿No se vería bonita esa mano en su hombro en vez de en el su hermano mayor?

El tiempo pasaba y solo admiraba cada día al ángel con más pasión, hasta que fue capaz de ver eso que no quería. Dean era más importante, más prioritario, más... relevante que él para Castiel.

Tenía sentido, porque al final del día, Cas estaba enviado a proteger a Dean y nada más. Sam no era el punto importante, y si estuviese muerto, le facilitaría las cosas al cielo muchísimo.

Entonces el profundo vínculo frente a sus ojos se volvía más y más fuerte con cada cosa que pasaba. No importaba cuanto pelearan o cuanta situación se cruzara entre Dean y Cas, siempre terminaban mirándose y comprobando que todo seguía en pie entre ellos.

En la soledad de una caminata nocturna, Sam lo comprendió. Ese ángel siempre fue de Dean, y él solo era... el hermano de Dean. Miró al cielo y sonrió, porque su hermano merecía ser feliz, tan feliz como el universo lo pudiese hacer.

No era un niño y no se encapricharía con algo que pertenecía a Dean, como cuando eran niños y quería jugar con sus juguetes. Con el tiempo, aprendió a sobrepasarlo y hasta reírse de la actitud que el rubio tenía cuando se trataba de Cas.

Sumiendose en su imaginación, le atormentaba por las noches la imagen de Dean diciéndole que finalmente estaba saliendo con Castiel. Se supone que debía sonreír, darle dos golpecitos en el hombro y decir: "Felicidades, hermano". Esa era la forma de ser un buen hermano y un buen amigo.

Pero se sentía incapaz muchas veces. Una que otra ocasión, frente al espejo después de una ducha rápida en sus conocidos moteles, practicaba su actuación.

- Felicidades, hermano. – Fingía una sonrisa que le costaba mantener. – Felicidades, Dean. – Lo intentaba de nuevo, mordiéndose los labios.

Y así se repetía, hasta que el nudo en la garganta le escocia y una lagrima se le escapaba en medio de la falsa sonrisa. Se maldecía, limpiaba su rostro y volvía a fingir que todo estaba bien.

Ese momento llegaría y no podría detener las cosas entre su hermano y el ángel, por lo que debía guardárselo todo. Estaba seguro de que lo lograría cuando realmente pasara y viera la alegría absoluta en cada gesto de su hermano. Dean había perdido mucho por él, Sam podía aceptar perder esta oportunidad por su felicidad.

Hoy era otra de esas situaciones incomodas. Dean y Cas solo estaban mirándose, por mucho rato para lo normal. Sam se aclaró la garganta, sonrió un poco y siguió con lo que estaban discutiendo.

"Sonríe, Sam", se repetía a sí mismo, como un mantra de tortura. "Sonríe y todo estará bien"

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora