Feliz por ti.

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Dean se lo reprochó enseguida y Sam le defendió, en una conversación que parecía pasar por puntillas sobre minas del verdadero problema. Castiel se quedaría y era todo. Era incomodo pero necesario volver a su rutina de fingir que nada estaba mal entre ellos. Por supuesto que las citas con Eileen continuaron con normalidad, y Cas estaba feliz con eso, o al menos lo intentaba.

La trataba adecuadamente cuando ella se paseaba por el bunker y buscaba escapar inmediatamente, para no ser un obstáculo en medio de la nueva pareja. Eileen era dulce y amable, seguramente sería una excelente esposa y madre, ideal para compartir su vida con Sam a pesar de su profesión.

Castiel a veces se abstraía imaginándola en un perfecto vestido blanco, caminando hacia los brazos del pelilargo, quien besaría su mano justo antes de colocar el anillo en su lugar. Los niños correrían a su alrededor mientras ella regaba las flores y Sam jugaba con la mascota de la familia. Ella podría hacer realidad todos los sueños de Sam...

Todos esos sueños en los que él solo era un inconveniente.

- ¿Cuánto más vas a empujar esta farsa? – Interrogó Dean, con su conocido tono de enfado. – Me estoy hartando.

- Hasta que se olvide de mí, Dean. – Respondió. – Si está bien para ti que lo sepa, díselo cuando eso haya ocurrido.

Por supuesto que el rubio no estaba de acuerdo, pero tampoco podía desvelar el preciado secreto, mucho menos notando como Sam lograba salir de esta depresión en que Cas lo había hundido. Las cosas con Eileen se daban con extrema naturalidad, por lo que nadie iba a pensar jamás que no había un final feliz para ellos. El ángel apoyaba ese final por mucho que doliese.

No fue su intensión ver aquello, solo estaba haciendo su recorrido usual. Sam y Eileen, tras un casto beso, se adentraron en la habitación del primero. Cas se paralizó en el pasillo, como si moverse hubiera hecho que le descubrieran allí. Él no tenía demasiada idea de esas cosas, pero cualquiera comprendía que una mujer no entra en la habitación de un hombre en términos inocentes.

Pero era lo correcto, ¿No? La forma en la que se desarrollaban las parejas humanas y que se convertían en los primeros pasos de una larga y hermosa relación. Sam parecía feliz sonriendo luego de aquel beso, ¿Acaso importaba que eso escociera el corazón de Castiel?

Eso tipo de cosas eran imposibles de entregarle para Cas, no había nada que dar. ¿Qué podía valer para Sam?

Aspiró el aire que necesitaba y continuó el recorrido acostumbrado por el bunker. Dos vasos fueron abandonados sobre la mesa junto a una botella vacía de alcohol; los retiró y se encargó de lavarlos. Repasó el cristal más de una vez para secarlo, dejando su mente vagar en el blanco absoluto de su mente.

Dos brazos le rodearon repentinamente por la espalda, confundiéndolo por completo. Con la cabeza apoyada sobre su hombro, Sam dejó caer sus cabellos chocolates por el lado derecho del ángel.

- ¿Sam? ¿Estás bien?

El menor rio contra su cuerpo, permitiendo sentir las vibraciones de su risa. Olía a alcohol y Eileen, pero nada del aroma que Dean traía por las mañanas al volver de sus aventuras con chicas.

- Creo... creo que te amo, Cas. – Dijo entre risas contra el cuello del más bajo. – Tal vez...

- Sam, no digas eso, Eileen podría escucharte. – Susurró, girando entre el agarre del otro para apartarlo.

Sam no traía camisa y su cabello era un desastre de ondas castañas. El par de avellanas intentaron fijar su mirada borrosa en los azules del ángel, con una sonrisa estúpida acompañándoles.

- ¿Por qué no? ¡Quiero gritar al mundo entero que te...! – Cas acalló su gritó justo a tiempo, poniendo su mano sobre los labios del menor.

- ¡Shh! Estas borracho y no sabes lo que dices.

- Pero sé lo que siento. – Habló como si fuese un experto en física hablando de velocidad. – Además... Eileen está durmiendo en mi habitación, no se va a enterar de lo nuestro. – Sonrió con su índice sobre sus labios en un gesto de silencio.

- Sam, por Dios, deja ese asunto.

- No puedo, Cas. – Rezongó como un niño pequeño, arrinconando más al ángel contra la mesada de la cocina. – No tengo donde dormir, ¿Puedo dormir contigo? – Usó su mirada de cachorro.

- Puedes usar mi cama, pero yo no duermo, Sam. – Explicó, empujando al tambaleante cazador hacia el pasillo.

- Eso no interesa, podemos usar la cama para otras cosas que no sean dormir. – Rio bobamente, tirando de la camisa de Castiel. – Por favor...

El ángel lo ignoró, acompañándolo hasta su propia habitación, comprobando que realmente Eileen dormía en la de Sam. Sentado en la cama, el menor no parecía feliz aún.

- Se supone que no me dejes así. – Reclamó a Cas. – Aquí es cuando me quitas los zapatos y la ropa innecesaria para arroparme apropiadamente.

- Sam, no traes zapatos. – Remarcó. – Y no voy a quitarte la ropa porque solo traes jeans.

De un salto, que amenazó con caída, Sam se levantó para acercarse nuevamente hacia el ángel.

- Sé que no me amas, Cas, pero al menos... no se... ¿Causo algo en ti? – Sonrió coqueto, señalando su perfecto y marcado cuerpo.

- Ve a dormir. – Le empujó, dejando la pregunta sin respuesta.

Sam se tiró de espaldas sobre la cama, apunto de errar y caer al suelo.

- ¡Ámame, Cas!

- ¡Shh! – Reprendió el susodicho.

- ¿Sabes? Creo que volveré a ser virgen a este paso. – Filosofó con el techo. – No puedo acostarme con nadie sin pensar en ti, por lo que termino sin llegar ni a quitarme la ropa. – Sopesó. – Entonces... moriré virgen por tu culpa, Castiel.

La charla sin sentido, sobre temas variados que terminaban siempre con el ángel, acabó durmiendo a Samuel. Con una pierna escapando por debajo de las sabanas y el torso completamente al descubierto, Sam era sexy. No era algo que Cas iba a negar, pero había frenado cualquier instinto de profanar al menor mucho antes de lo que podrían imaginar. Arropó al castaño, asegurándose de que no amanecería con un resfriado o algo parecido y le dejó dormir.

Sam iba a olvidarle tarde o temprano, y podría tener relaciones con su futura esposa sin problemas... Evitando recordar a Castiel en cualquier momento del día. Y el ángel estaba feliz de que eso fuese a ocurrir pronto...

O al menos, quería estarlo. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora