Sin que Sam se percatara, Cas rozó la punta del cabello castaño que caía por el costado del brazo del cazador. En medio de una investigación, el joven sucumbió al sueño sobre su libro, en una posición que molestaría a su cuello al despertar. El ángel descolgó la chaqueta de la silla y la colocó sobre los hombros del menor, para que no pasara frio. Y volvió a rozar su cabello.
A Castiel le gustaba el cabello de Sam, porque era suave y de un bonito color chocolate. Se preguntaba cómo lograba cuidarlo tan bien a pesar de sus andadas de motel en motel, y supuso que quizás solo se trataba de genética. John tenía un bonito cabello también.
Además, a Sam le gustaba cuidarse con alimentación apropiada y ejercicios diarios, algo que admiraba de él. Era de los pocos humanos que apreciaba su vida y salud, como un toque de positividad por muy cruel que pasado fuese. Eso le gustaba a Cas. Era como un enfermo rezando o un niño agradeciendo por su cena.
Lo había visto con chicas y le sorprendía que no estuviese con ninguna de ellas de manera formal, por muy interesante que las muchachas fuesen. Tampoco lo veía disfrutar de su juventud y seducir a alguna chica, solo pasar la noche con ella y olvida, como Dean lo hacía. Era extraño, pero también sabía que Sam vivía con la ilusión de una perfecta familia, como la que tuvo hasta sus seis meses.
Pero no era eso lo único que admiraba. Sam tenía un bonito perfil, y su sonrisa se volvía piadosa ante los débiles. Sus ojos intentaban ocultar la tristeza, pero terminaban por delatarlo. Su manera educada de hablar y la forma en la que intentaba ser paciente con todo.
Sam le gustaba a Castiel tanto como la humanidad, porque él era como Cas imaginaba al humano perfecto.
No iba a mentir y decir que no había visto sus errores. Lo sabía todo acerca del chico. Pero también era consciente de su constante redención, de su suplica por un perdón. Cuando tocó sus manos y le miró por primera vez a los ojos, supo que era solo un niño inocente en medio de una guerra de la que no comprendía motivos. Las olas de una tempestad terrorífica habían manejado a su antojo a Sam muchas veces, Cas solo tuvo que tomar su mano para saberlo.
Allí, sintiendo al castaño temblar bajo su agarre, supo por qué Dean le defendía a capa y espada. Pero pronto también comprendió que realmente no era santo de su devoción.
Sam, con el tiempo y sin que Cas comprendiera el por qué, comenzó a tomar cierta distancia del ángel. Quizás fue algo que dijo o hizo, ya había explicado que no era bueno tratando a la gente de la forma en que la humanidad lo había estipulado. Cada vez que las cosas parecían ir bien entre ellos, algo les apartaba y solo le frustraba.
Quería ser amigo de Sam como lo era de Dean, pero el castaño parecía odiarle y al pasar de los meses, comenzó a doler.
Muchos le habían despreciado con o sin razón, pero ya llevaba años con los Winchester como para que el menor sintiera eso hacia él. Alguna vez, quiso preguntarle sus motivos, remediar lo que fuese que había hecho mal...
Pero... muy probablemente no se tratara de algo que hubiese hecho mal.
Los ángeles habían desilusionado a Sam, eso se lo había confesado muchas veces. Quizás él no era lo que Sam imaginaba y solo lograba decepcionarlo con cada suceso. Castiel estaba desilusionado de sí mismo, ¿Qué podía exigirle al castaño?
Entonces, decidió volver a Dean su centro en la tierra. Ya no quería incomodar con su presencia al menor de los Winchester, ni ser pesado al hablarle o molestarle con preguntas que él no quería responderle. Mantuvo su distancia por Sam y por sí mismo. No estaba aguantando muy bien su desprecio.
Pronto la convivencia fue inevitable y los momentos a solas con Sam se hicieron más recurrente, pero no menos incomodos. Temía decir algo que le molestara, temía las palabras crueles del menor.
Uno de esos tantos días, Sam le abrazo por primera vez con verdadero sentimiento. No supo que hacer primeramente, y decidió imitar lo que hacía cuando Dean le abrazaba. Se sintió extraño recibir verdadero afecto del menor y no simples palabras, que podrían ser falsa cualquiera de ellas. Tal vez, solo tal vez, Sam no le odiaba tanto.
Descubrió después de mucho la causa que alejaba a Sam, Dean. Cada momento que el rubio aparecía en la habitación cuando estaba solo ellos dos, Sam parecía recordar que lo aborrecía y se apartaba lo más pronto posible de él.
¿Celos? ¿Recordaría el daño que Cas había hecho a Dean? ¿Lo veía como una amenaza?
Un día más se cruzaban en la cocina. Sam se servía café y Cas leía el periódico. Nadie hablaría y era algo que el ángel había asumido hace demasiado. Dean aparecía en escena para cortar el silencio asolador. El rubio le arrebató el diario, guiñándole un ojo y su hermano menor se ofrecía a servir una taza de café más. Rieron de trivialidades y los hermanos se marcharon a por un caso.
Dean se despidió desde las escaleras, bromeando sobre que no invitara a sus amigos para una fiesta en el bunker.
Sam... Sam solo se marchó sin mirarle ni una sola vez.
- ¿Cuánto me odias? – Interrogó a la soledad del bunker.
No lo comprendía y probablemente nunca lo haría. Solo estaba seguro de algo, con intermitencias o sin ellas, Samuel William Winchester le odiaba.
ESTÁS LEYENDO
Hurt you.
FanfictionSam esta enamorado desde el primer día en que Castiel tomó su mano entre las suyas. Pero ese solo es su secreto, el que nadie debe descubrir, porque ese ángel nunca sera suyo. Sastiel.