Pesadillas delatoras.

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El llanto de un niño retumbo en sus oídos como si estuviese a su lado, pero estaba solo. Entonces le escuchó llorar lejos, desgarradoramente y con todas sus fuerzas. La cuna de madera quemada y ennegrecida resguardaba a un inquieto bebé. Bajó su mano cerca de la del infante, esperando que instintivamente la sujetara.

- ¿Dónde está tu mamá, bebé? – Preguntó con su voz haciendo eco en el vacío de la oscuridad.

El bebé acalló su llanto repentinamente, abriendo sus ojos. Eran de un negro absoluto, ojos de demonio.

Sam retrocedió un par de pasos, dándose cuenta del peligro, intentando buscar una salida con su mirada. Pero lo único que descubrió fue al fuego, avanzaba rápidamente hacia la cuna, hacia él.

- ¿Dónde está mamá? – Escuchó su propia voz en el eco, aunque no hubiese emitido palabra.

El fuego le rodeo y cerró los ojos con fuerza, deseando huir de esta realidad.

Entonces, al abrir los ojos, le rodeaban flores y un jardín lleno de vida. El cielo azul sobre su cabeza era adornado por blancas y perfectas nubes. Los pájaros cantaban atravesando el firmamento, y nada parecía estar mal. Vestía de blanco y el mar se veía a lo lejos, se dio cuenta de que se dirigía a la playa.

Al llegar donde las olas no alcanzaran, se sentó en la arena, solo mirando el horizonte. El viento soplo, despeinando su cabello y se sintió como la caricia de un ángel.

La mañana llegó y Sam despertó de su perfecto sueño.

- ¿Descansaste bien?

Fue la pregunta que le recibió en la cocina, cortesía de Castiel. Enseguida supo que había estado husmeando en sus pesadillas y él era el precursor del repentino cambio de escenario. No era la primera vez, ni mucho menos algo que le molestará. Pero sabía el motivo de sus pesadillas y Cas también lo sabía ahora.

Había tratado de olvidar su discusión con su madre y la desastrosa situación desatada. Fingir que estaba bien y mantener esa pequeña felicidad que estaba surgiendo entre el ángel y él.

- ¿Cómo tengo que explicarte que esto no es un cuento de hadas, Sam? – Había dicho Mary, como si se tratara de un imbécil a quien le hablaba.

Solo había besado a Castiel, no era un juramento de matrimonio o algo así. Ella había causado un escándalo por algo que parecería dulce a cualquier otra persona. Existía en sus esperanzas la idea de que ella cambiaria de opinión pronto, de que no tendría que volver a sentir su corazón ser estrujado por el enojo y la impotencia.

La semana paso, las aguas se calmaron y volvieron a trabajar juntos. Aunque Cas se negó a ir, poniendo excusas, pero sincerándose al final; le dijo que no podía soportar la mirada de Mary sobre él y Sam lo comprendió.

Fue una casualidad, o quizás su madre lo había planeado, pero se toparon con una cazadora. Simpática, morena, bonito cuerpo y, por supuesto, tan unida a Mary como lo sería una hija. Sam y Dean se lo vieron venir, pero no creyeron que fuera tan efectivo.

De alguna forma, terminó cayéndoles bien, aunque siempre procuró dejarle claro que no irían más allá de una amistad. Incluso puede que se lo haya dicho directamente sin importarle cuan maleducado pareciese. Terminaron por acordar una cena en el bunker, algo rápido antes de que ella tuviese que irse.

- Te apuesto a que hará que se quede a dormir. – Dijo Dean por lo bajo a su oído.

- No soy imbécil, no apostaré algo obvio. – Rio a su lado el menor.

Su comportamiento era bastante normal y amable, incluso con Jack. Sam intentó buscar con la mirada a Cas, sabiendo que estaría hacia el fondo del bunker, lo más lejos posible de la atención de la gente. Pero, inesperadamente, el tema de las habilidades de Jack surgió y la invitada no paraba de interesarse en ese tema.

- ¿Por qué no vienes con nosotros un día de estos? Haríamos cacerías excelentes. – Propuso ella, exaltando el entusiasmo del menor.

- No nos parece adecuado aún. - Intentó acabar con el tema.

Pero seguía insistiendo con el asunto, por muchos otros temas que surgieran.

- Vamos, sacar al chico a pasear nos ahorraría un montón de trabajo. – Le guiño un ojo de manera coqueta.

Comenzaba a hartarse de ella y su actitud, pero alguien escucho la conversación y llegó a su limite mucho antes.

- No es una mascota, ni un objeto. – Defendió Castiel. – Es joven para ir de cacería y punto.

El ángel, de muy mala cara, se paró a un lado del nephilim. Nadie en su sano juicio iba a decir algo para enojar a Castiel en ese momento, excepto la invitada de mamá.

- Con todo ese poder es estúpido entrenarlo o esperar, tiene que ponerse a resolver casos. – Objetó ella, sin tener idea de quien era.

- Tampoco es un soldado y mucho menos va a seguir ordenes de alguien que lo creé un objeto inanimado. - Repitió el ángel.

- ¿Quién demonios eres para decidir sobre él entonces? – Retó la mujer.

- Soy su padre. Mi hijo no va a ponerse en peligro por un capricho de usted, señorita. – Dijo, antes de tomar la mano de Jack para marcharse de la sala.

No estaba seguro de que decir o como intervenir. La discusión se había dado tan de repente que no dio tiempo a nadie de pensar. Castiel casi iba a desaparecer por el pasillo, pero ella dijo una última estupidez.

- Castiel, ¿No? Creo que en la caída perdiste algo más que las alas, también se te quemó el buen humor.

El ángel no dijo nada, pero no iba a permitir que nadie lo tratará de esa forma.

- Fuera de nuestra casa. – Ordenó a la chica.

Ella volteó hacia el castaño con angustia fingida. Dean repitió sus palabras y Mary se opuso. Pero no le importaba, no soportaría que una cualquiera viniera a decir estupideces sobre su familia.

- Sammy. – Intentó convencerlo su madre.

- ¿Crees que eso es mejor que Cas? – Señaló a la puerta por la que esa mujer se había ido. - ¿Quieres alguien así para mí?

Al día siguiente, Dean había discutido otro poco con su madre. Aun por todo ello, quería hacerle creer a Castiel que estaba bien y no le importaba los intentos desesperados de su madre por sacarlo de su decisión.

Sus pesadillas habían delatado su pesar, aunque era seguro que Cas ya tenía sus sospechas. Estaba en carne viva ante el ángel, con su sufrimiento sentido en lo profundo de la gracia del mayor. Se hundió en sus brazos y dejó de ocultarle que tan mal se sentía, porque Castiel lo había visto con sus propios ojos. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora