Cuentas simples para el orden justo.

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"Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento."

Era lo único que podía repetir en su mente, como si eso pudiese realmente cambiar algo y llegar a arreglarlo todo. Acalló poco a poco los latidos de su corazón, intentando calmar lo que las palabras dichas por el ángel habían revolucionado en su ser. Apartó la lágrima que rodaba por su mejilla y ordenó su mente con un suspiro.

Un lado de sí deseaba bloquearse de la realidad, el otro anhelaba destrozarla con sus propias manos. Podía ser un empedernido como casi siempre y perder a Castiel, o podía darse por vencido y perderlo sin luchar. Incluso aún vencido, había buscado luchar hasta el último segundo, solo o impulsado por terceros. Luchar era su respuesta natural a la gran mayoría de los problemas en su vida.

Al parecer, luchar no era la respuesta para Castiel, quien lo estaba viendo morir en la guerra y solo quería arrancarlo del campo de batalla.

Miró a su reflejo en el espejo y se dio cuenta de que el enfrentamiento a los fantasmas de un futuro doloroso, estaban causando estragos en su físico. Ojeras adornaban sus ojos y apenas se percataba de lo hambriento y cansado que estaba. De repente, fue consciente de su entorno. La totalidad de su cuarto estaba minada en libros, archivos y demás cosas.

Y al final, nada de eso le había servido, porque nada encontró en ellos. Estaba desplomándose y no era capaz de verlo.

Una vez más, armaba su castillo de naipes y todo parecía ir bien, pero él mismo terminó por tirarlo creyendo que podía llegar a hacerlo tan alto como el cielo. No había magia en el mundo real, no había infinitos perfectos ni caminos señalizados hacia la excelencia del desarrollo. No podía aferrarse a los cuentos de hadas, era tarde para crear historias idílicas a partir de personajes tan rotos entre sus manos.

Un ángel caído con sangre sobre sus alas no podía limpiar el carmesí o devolverse al cielo. Un cazador con su cuerpo contaminado y los pecados tatuados en su piel no podía purificarse y borrar el pasado bajo sus pies. Ambos no escribirían jamás un futuro sin sangre y pecados por pagar.

Recogió el primer libro, aquel bajo tantos otros. Aquel que guardaba el mensaje de amor en lengua de ángeles.

Existía la posibilidad de que el final estuviese tan lejos, ¿Por qué temerle tanto ahora? Tal vez se estaba perdiendo de días, meses y años de tranquilidad absoluto por un final sin fecha establecida. ¿Qué tal si la historia no tenía final y se perdía de todo un desarrollo solo por ese detalle que no existiría?

Mamá se había enterado de la disputa, pero logró contener su volcán antes de que estallará contra el ángel. Mary dijo que no podía entender por qué ambos se estaban haciendo esto, ni cuál era la motivación de Sam para hacerse tanto mal.

Seguía defendiendo que era su amor por el ángel, pero las miradas de Cas le decían que ya no se sentía amado. Estaba convirtiendo eso que llamó amor por tantos años, en una obsesión enfermiza por una vida perfecta que jamás sería realista. Él quería una película cliché de romance, Cas veía un suicidio cegado por ilusiones.

Despertar sin Castiel se volvió costumbre en lo que mantenían la distancia. Verlo marcharse muy temprano del bunker y regresar cuando todos dormían, era diario. Pero aún podía recuperarle, aún podían retomar lo pausado.

Desordenar la vida era fácil, solo tenías que dejar el caos apropiarse de ti y dejar de luchar contra él. Ordenarla era solo para valientes.

Se tomó un día en acomodar su cuarto y devolver cada libro a su estante, hacer limpieza profunda y lavar. Retomar sus horas de sueño tampoco fue fácil, miraba el reloj en medio de la madruga, tratando de acallar su cerebro pero sin lograr nada más que multiplicar el ruido.

Levantarse antes que el sol, era una costumbre antes, pero se transformó en una pesadilla. Estaba cansado, y le costaba servirse café sin cerrar los ojos y quemarse las manos. La holgazanería le pedía café, pero dos días después optó por tomarse el tiempo de un desayuno más completo y energético.

Extrañaba la presencia de Cas sobre la cama, cuando llegaba la hora de sus ejercicios nocturnos, mientras su conteo era obstaculizado por pensamientos relacionados con el ángel.

Logró obtener la energía suficiente para correr más de lo usual, llegando a sobrepasar a los límites que nunca creyó llegar. Ahora despertaba y conseguía cruzarse con el morocho antes de que se fuera nuevamente a resolver casos que dudaba que existieran. Su mirada azulada no se detenía en él, solo le ignoraba por completo, tal como el Castiel que obvio sus sentimientos por años.

También se sentía como el Sam de aquel tiempo, ese que escondía su gran secreto por miedo a lastimar a terceros. Su corazón quería gritar, sus palabras se atoraban en su garganta, y acababa dejando al ángel marcharse lejos. No se trataba de orgullo, de verdad quería disculparse por ser tan caprichoso, pero no creía tener las palabras correctas para expresar lo que necesitaba para curar su error.

- Quizás te esfuerzas demasiado. – Dijo Jack de repente, en medio del silencio que Cas dejó atrás al marcharse otra mañana.

- ¿Qué?

- Digo, Cas solo quiere estar seguro que no es algo malo para ti. – Sonrió el nephilim, con la simpleza con la que se expresaba un niño. – Prométele que estarás bien e incluso no tendrá problema en que intentes solucionar su trato con Empty, mientras que no sea un peso en tu vida.

Elevó una ceja hacía el rubio, sintiendo que había tenido respuestas tan simples por encontrar, pero se ofuscaba con grandes proezas para disculparse. Dos más dos era cuatro, no necesitaba grandes operaciones para determinar eso.

Cas solo ansiaba verle bien. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora