Hermanos.

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- Sigo insistiendo que quedarías aún mejor con un buen corte de pelo. – Insistió Dean, golpeando una de las ondas de Sam con su índice.

- ¿No crees que tengo suficientes inseguridades ya? – Ironizó.

El rubio elevó los hombros en señal de inocencia y terminó por causar la risa en Charlie. Habían estado así, tirando de los nervios de Sam, todo el día. En un momento, llegó a pensar en la posibilidad de que Castiel se arrepintiese y casi se desmaya. Allí estuvieron su hermano y amiga, abanicándolo con la lista de actividades del día hasta que se calmó.

No creyó sentir tanto miedo antes, en especial porque los días anteriores habían sido maravillosamente tranquilos. Pero ahora, mientras el tiempo pasaba segundo a segundo y el momento se acercaba, más pánico sentía.

Charlie salió un momento, a pedido de Gabe por un problema "menor". Problema era "un enorme problema" en la cabeza de Sam. Se quedó con su mirada pegada a la puerta cunado la pelirroja salió, como si eso le diese la respuesta.

- ¡Oye, relájate de una vez, hombre! – Insistió su hermano.

- No puedo. ¿Qué crees que vaya mal allá abajo?

- Conociendo a Gabriel, seguro que no llega a colgar guirnaldas. – Se burló Dean.

- Habló ense... -

El mayor le interrumpió sacando una cajita de su bolsillo, con un lazó dorado encima. Sam miró el regalo, sin entender.

- ¿Qué es eso?

- Te dije que me encargaría de los gemelos. – Sonrió Dean.

Al abrir la caja, habían dos pares de gemelos con las iniciales S&C. Miró el obsequió con grandes ojos, observo a su hermano con sorpresa y volvió a mirar la caja.

- Y son de oro puro. – Se enorgulleció el rubio.

No estaba muy seguro de como haría para devolver tremendo presente; más allá de lo material, el significado emocional que esa cosa cobraba en su vida era enorme. Su primer instinto fue abrazarle, como cada noche que se asustaba y corría a brazos de su hermano mayor. Estaba aterrorizado de salir por esa puerta y que todo saliera mal, pero se supone que Dean lo solucionaría, o eso pensaría el pequeño Sam de cinco años.

Estaba seguro de que se solucionaría cualquier problema en el mundo.

- Está bien. – Dean le golpeó dos veces en la espalda para que se apartará, demasiado sentimentalismo por el momento. - Déjame que tengo que llevarle el otro par al bebé celestial.

- Terminaré de ponerlos y estoy listo, no te tardes.




Dean cerró la puerta tras él y sonrió. Probablemente lo estaba haciendo bien, quizás su padre estaría tan satisfecho como él. De la nada, su madre paso corriendo, saludándole a las apuradas. Ya llevaba su vestido amarillo, con una pequeña trenza en su cabello.

- ¡Estás hermosa! – Logró gritarle antes de que desapareciera en el ascensor.

Arregló su saco azul oscuro y entró sin preguntar a la habitación preparada para Castiel.

- ¡Dean! – Dijo Jack, parado sobre la cama. - ¡Mira!

El nephilim subía y bajaba los brazos, dando a entender que deseaba que notara su traje... malditamente amarillo.

- Dios mío... - Susurró.

- Lo mismo pensé. – Apoyó Crowley.

Si Cas era raro, Jack era su clon multiplicado en rarezas.

- Bájate de la cama, te vas a lastimar.

Castiel le reprendió, saliendo del baño colocándose el saco blanco.

- ¿Por qué no le pusiste límites cuando eligió ese color tan chillón? – Reclamó.

- Le queda bonito. – Defendió el ángel, aunque seguramente solo quería darle el capricho al chico. - ¿Está todo listo?

- Casi. Falta esto. – Dijo Dean, mostrándole la misma caja que Sam.

Cuando Castiel la abrió, tuvo una reacción similar a la de su pareja, solo que con menos expresividad. Él sabía que Dean se había encargado de los gemelos por petición propia, pero no esperaría algo así.

- No vayas a perderlos. – Recalcó, tirando de las mangas del ángel para ayudarlo a colocarlos. – Nunca se te ocurra perderlos. A menos que necesites venderlo para salvar el mundo o algo así.

- Dean, gracias.

- ¿Recuerdas lo que dije? Somos como hermanos. – Sonrió. – Pues ahora lo seremos oficialmente.

- Espero ocupar bien ese lugar en tu familia.

- ¿Bromeas? Estoy contando los minutos para presumir que mi cuñado es un "Ángel del Señor".






- No te preocupes, yo me encargó. – Insistió Charlie, empujándolo hacia el ascensor.

Tenía que ir a por Castiel, pero no quería ir. Todo el tiempo estuvo excusándose con mil cosas para evitarlo, sin embargo, estaba estipulado que iría a por él. Gabriel tomó aire y salió del ascensor hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones de los novios.

Estuvo a punto de irse cuando la puerta con el número de Cas apareció, pero Dean salió justo en ese momento de ahí. Enseguida todo se volvió incómodo. El cazador sabía que quería irse y Gabe sabía que le obligaría a entrar a punta de daga de arcángel.

- Hey... - Dijo simplemente, pasando por su lado y entrando a la habitación sin oponerse.

Castiel estaba tratando de convencer a Jack de dejar su destellante saco prendido, pero el chico estaba incomodo así.

- No habrá pastel para ti si sigues obstinado. – Fue suficiente para convencer al nephilim.

- Hey...- Repitió de nuevo, para que alguien más que Crowley le notará.

Nunca había visto a su hermano tan presentable, mejor de lo que lo imaginaba. El ángel que volteó a verle no parecía tan emocionado de que estuviese allí, cuando Gabe tenía que guardarse las ganas de gritar.

De verdad entendía a Castiel, era el mismo quien había puesto la distancia para que el menor se sintiera de esa forma. Era su culpa y debía asumirlo.

Jack y Crowley se adelantaron a la ceremonia, y se quedaron allí solos, en silencio. Sentado en la cama, miró a través del espejo al morocho. Sabía que necesitaba decir algo, ya sea para romper el hielo tan espeso del ambiente o para sacar un millón de cargas a su corazón.

Tomó aire y...

- Tengo caramelos de menta, ¿Quieres? 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora