No lo permitiré.

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Nunca creyó que algo tan pequeño como una palabra de dos simples letras causaría tanto en los ojos de Sam. Vio la vida, con sus mejores momentos, reflejarse en el avellana de sus ojos. Era la mirada de un niño viendo lo increíble de la magia pasar enfrente suyo. Podía ver la inocencia de Sam, perdida con la primera gota de sangre que cayó frente a sus ojos de pequeño, recobrar fuerza en un gesto de confusión.

Probablemente había barajado todas las posibilidades, pero no un desenlace absolutamente perfecto. Sonrió al ver lo paralizado que estaba el más joven por algo que se suponía debía esperarse. Tomó el anillo que aún estaba entre ellos y lo colocó en su dedo. El castaño bajo su mirada, fijándola en la mano adornada con el bonito obsequio.

- ¿Estás bien? – Preguntó a la vez que daba un paso hacia el más alto.

Sam abrió la boca para responder, pero simplemente no podía decir nada. Posó su mano, adornada de dorado ahora, sobre la mejilla del menor. El alma de Sam brillaba tanto como sus ojos, estaba por completo devastada en felicidad y... se sentía tan dulce.

Beso sus labios lentamente, esperando que eso le despertara del shock. Su jugada fue admitida como correcta cuando los labios ajenos danzaron a su compás.

- No puedes casarte. – Dijo Jack al día siguiente, sentándose de brazos cruzados sobre la cama ajena.

Castiel elevó una ceja al mohín enfadado del nephilim, y pidió una explicación.

- He visto videos en internet de proposiciones de matrimonio y siempre piden la mano a los hijos. – Explicó el rubio, todo el tiempo con su mejor tono de enojo. – Sam no me pidió permiso a mí.

Si había algo que a Jack no le gustaba era ser excluido. Cuando la gente no le tenía en cuenta, ya sea por nephilim, joven, ingenuidad o lo que fuese, le hacían sentir muy frustrado. Cas comprendía lo que se sentía pensar que no eres suficientemente importante para que alguien tan siquiera sea capaz de contarte algo.

Se sentó a su lado y despeino su cabello para quitarle el gesto de disgusto.

- Tienes toda la razón, Jack.




Y así es como Sam se llevó el peor susto de su vida.

- No podemos casarnos. – Había lanzado Cas sin pensar en su cordura.

El mundo se detuvo y una voz en su cabeza le recordó que todo era demasiado bueno para ser cierto. Seguramente el ángel se lo pensó con más detenimiento y se había arrepentido de su decisión. Pero... ¿Por qué?

Todo el tiempo de vuelta a casa fue perfecto. Por la noche, se había dormido con la imagen de Cas observando su anillo con una sonrisa casi imperceptible.

- ¿Por qué...? – Su voz salió en un susurro, casi como si no quisiera saber realmente el por qué.

- No consultamos a Jack sobre esto.

El rubio apareció desde detrás de Castiel; brazos cruzados sobre su pecho y la mirada que recordaba tanto a la de Lucifer. ¿Quién diría que el dulce Jack terminaría interponiéndose en la boda?

No iba a convencerlo fácilmente, porque si había algo que lo hiciera digno hijo de Satanás, era el rencor que Jack era capaz de generar. No era alguien que perdonara fácil, pero si podía recordar con facilidad cada uno de tus errores con lujo de detalles. Definitivamente, no iba a pasarle esta por nada, a menos que...

- Tengas un buen trato. – Dijo Dean, degustando papas de su ruidosa bolsa de frituras. – No es tan difícil en realidad.

Podía sonar como una estupidez, pero no tenía otras ideas. Con una bolsa repleta de dulces y chucherías para nada sanas, y que empalagaban a Sam de solo imaginarse comiendo eso, camino a paso firme hasta la habitación de Jack.

El nephilim no se sorprendió con ello. Le miró de arriba abajo con desprecio y revisó lo que contenía la bolsa.

- ¿Eso es todo?

Estuvo a punto de decir algo, para dar algo de lastima; pero Jack le empujo sin siquiera tocarle contra la silla detrás suyo. La puerta se cerró con una ventisca inexistente y el rubio se sentó en la cama.

- Hablaremos seriamente. – Sentenció, tomando la palabra por completo. El nephilim aclaró su garganta y planto el celeste de su mirar sobre Sam. – Acepte de buena manera la relación entre Cas y tú, pero no me pareció para nada correcto que no me tomes en cuenta como parte de su vida. Eso fue... cruel.

Sam asintió ante ello, dándole toda la razón.

- Lo siento, ¿Si? Creí que estarías de acuerdo en ello, discúlpame. – Habló con sinceridad. - No debí asumir nada y tendría que haberte al menos comentado sobre esto.

Jack asintió a eso de la misma forma que el mayor, pero su mirada pronto cayó al suelo. Parecía que había algo más aparte de su sentimiento de exclusión. Quizás alguien que no conociera al nephilim no lo viese, pero Sam notó el pequeño cambio en su actitud, justo antes de que hablara.

- Es mi padre, más allá de la sangre. Todo el tiempo está preocupándose por los demás, y... él dijo que el amor a veces no es tan bonito. – Cuando miró a Sam, sus ojos estaban desbordados en lágrimas. – No quiero que sufra, porque no se lo merece, Sam. Entiendo que habrá cosa inevitables, pero prométeme... promete que intentaras por todos los medios evitar hacerle daño.

Se levantó sin pensarlo, solo para abrazar a Jack y jurarle que jamás dañaría a Castiel. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora