¡Es hora!

257 31 9
                                    

- Saca al Moose, ¡Ahora! – Ordenó Gabriel, apenas asomando la cabeza a la habitación.

- Es hora. – Sonrió Dean.

Sam sacudió sus manos como si estuviesen entumecidas y exhaló todo el aire contenido.

- Es... hora...

Había decido no verse hasta el momento de la boda ese día, más por un juego que por superstición. Además, a Cas le gustaban esas pequeñas "tradiciones humanas" como les llamaba él. La iglesia tenía dos entradas de enormes puertas dobles, por lo que cada uno entraría por su lado y solo podrían verse al entrar en la sala. Esto de las vendas era realmente estresante, pero reglas era reglas.

Podía sentir la mano de su hermano alrededor de su muñeca, tratando de detener su temblor de alguna manera. Según Dean, estaban parados justo frente a la puerta que les tocaba y a un par de metros, Castiel y Gabe.

- ¿Cómo se ve? – Tuvo que preguntarlo, no podía evitarlo.

Su hermano mayor se quedó en silencio, tiró de su mano para insistir.

- Es que... ¡Wow, hermano! ¡Parece un jodido ángel! – Rio Dean. – Tendríamos que haber agregado alas al traje.

- ¿En serio...? – De verdad deseaba imaginarlo, pero solo podía luchar con la tentación de quitarse la venda. – Quiero verlo. – Pidió como un niño caprichoso.

- Aun no, cowboy.

- Por favor...

- No, Sam.

- Solo un vistazo rápido.

- Nop.

- Y si...

- Nope.

Suspiró, agotado de insistir. Aún seguía tamborileando sus dedos sobre el pantalón y ahora, apretaba con fuerza el agarre de su hermano. La música sonó y casi da un salto de emoción.

- ¡Es hora!

- ¡AUCH! – Se quejó Dean. – Vuelve a apretarme de esa forma y me robó a tu maldito ángel.






Todo el camino fue en silencio, tan solo plagado de advertencias de escalones para Castiel. Gabe tuvo que reforzar la venda, evitando que el ángel fuese capaz de ver a través de ella. Y allí estaba, balanceándose sobre sus pies, esperando la señal. Era realmente incómodo.

Al otro lado, podía ver a los Winchester discutir, reír, volver a pelear, y así. Miró de reojo a Castiel. Firme como un soldado, impecable como una estatua, casi muerto. Infló las mejillas y ahora se dedicó a mirar el suelo otro rato.

No podía entender por qué ya no congeniaban como antes, en aquel tiempo en que sus opuestas personalidades mínimamente se soportaban. Era como si algo se hubiese roto y los pedazos le lastimaran al intentar recogerlo. No comprendía como es que Sam pensó en él para acompañar a Cas en sus pendientes de la boda, o por qué tan siquiera era un invitado tan importante en la lista. Probablemente sería mejor que otra persona estuviese hoy, guiando a Castiel hasta un momento transcendental en su vida, no alguien que le había abandonado tantas veces.

- No debería estar aquí. – Dijo, sin pensarlo demasiado. –

- ¿Por qué dices eso? – Cas se giró hacia él, pero sin poder verle.

- ¿Por qué me elegiste a mí? ¡Por Chuck! Soy horrible como padrino, ni siquiera estaba enterado de lo que estaba pasando entre Sam y tú. Agreguemos que soy un terrible hermano mayor porque... no tengo idea como se supone que debó actuar. Siempre digo cosas horribles de ti, aunque sepa perfectamente que te hago daño, pretendo que no me importa. No somos como Sam y Dean, estoy más que seguro que mi nombre no se te cruzaría por la mente cuando necesitaras ayuda, ni me confiarías un secreto... ni tan siquiera me pedirías un consejo. – Suspiró. - ¿Cómo es que el Moose y tú creyeron que sería buena idea que este aquí?

- Porque estamos seguros de que lo harías.

- ¿Qué?

Hubo una pequeña sonrisa en el ángel, como si el supiera algo tan obvio, y se burlara de Gabe por no verlo.

- Sé que tú estarías allí si llamara o fuera a buscarte. Sé que cuidarías de mí o de Sam o de Jack incluso. Sé perfectamente que puedo pedirte cualquier cosa porque, por mucho que te cueste admitirlo, harías lo que sea por mí. – Explicó el ángel.

Era tan inmaduro para ser el hermano mayor de un ser así. Cas había dicho todas esas cosas lindas sobre él, y ahora no tenía idea de cómo decir gracias y expresarle cuán importante era en su vida también. Se limpió una lágrima traicionera con su mano, y respiró con calma.

- Prometo llamar y... ¡No! Prometo ir a verte y pasar tiempo juntos y...Gracias.

- Gracias a ti por estar aquí, hermano.

La música dentro de la iglesia interrumpió su momento para devolverle a los nervios. Castiel extendió su mano enfrente de Gabriel y este la miró sin comprender.

- ¿Qué?

- Sujeta mi mano. – Insistió el ángel, abriendo y cerrándola.

Hizo caso a ello y se tomaron de las manos. Miró al otro lado, donde Dean intentaba desatar el nudo que el mismo había hecho en la venda. Fue fácil para Gabe, chasqueó los dedos, y como una pluma, la venda azul cayó ondeante frete a Castiel.

- No mires. – Amenazó a su hermano menor, aunque supiese que no lo haría.

- ¿Él está bien?

- Creo que no morirá de un infarto hasta verte. Luego podemos resucitarlo. – Bromeó.

Al otro lado, Dean logró quitar la venda, sacudiéndola como si fuese su bandera en pleno 4 de julio.

- No te atrevas a girarte. – Advirtió el mayor, picándolo en las costillas.

- Pero...

- No, Sam.

- Es que, ahora me da miedo verlo... – Confesó, absolutamente consumido por el pánico.

- Eres un caso perdido, bro. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora