Camino al fuego.

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Rozó los cabellos que caían en ondas sobre la almohada, apenas tocándolos con su índice. Sam dormía profundamente, por mucho que hubiese intentado mantenerse despierto toda la noche; sin embargo, no quitaría su brazo de la cintura de Cas, como una restricción. Sin que lo necesitará, las sabanas de la cama de Sam le cubrían del frio al ángel también, en un gesto muy cálido.

Y quizás lo siguientes días en la vida de Samuel fuesen infiernos aún peores de los vividos, pero parecía no importarle. La osadía del castaño le daba a Cas una seguridad que no tenía y probablemente jamás llegaría a sentir por sí mismo. Sus miedos eran aplacados como olas por los dioses, quizás sin desaparecerlos por completo, pero ya no tendría que lidiar con ellos.

Alguna que otra vez había intentado tener una vida propia, lo cual terminaba mal por el peso de su pasado. La humanidad le había vuelto loco y volvía a intentarlo una vez más. Tenía a la víctima durmiendo a su lado y le abrazaba sin importarle el cruel asesino que era. Ya podía ver el mundo arder, aquella futura tragedia aproximándose por el horizonte, la promesa del dolor jurada en un abrazo.

Y aun así, Sam parecía sonreír entre sueños.

Contra todo pronóstico, el menor era feliz de lanzarse a las llamas de su mano, incluso en medio del dolor, sentía que aún le vería sonreír. Era como si, de todas las formas en las que podía morir definitivamente, en manos de Castiel sería la mejor de ellas.

Apoyó su frente en el mentón de Sam, cerrando los ojos para impregnarse de su olor mucho mejor. Era mágico estar a su lado, pero se trataba de esos sueños que sabes que se transformaran en pesadillas en algún punto.

Esa mañana prepararon el desayuno juntos, y extrañamente se complementaban muy bien, solo que nunca lo habían intentado. Dean achinó los ojos en desconcierto por la situación, tomó su taza de café y guardo silencio, sin comentar nada de todo lo que probablemente rondara su cabeza. Jack tomó su cereal, ahora elegido como el que comería hasta que sus dientes se pudrieran como Sam amenazaba, e ignoró la nueva alianza.

Usualmente, Cas había acostumbrado a hacer las compras por los Winchester, inimaginable para un ángel pero posible para él. Solía ir solo, o con Jack, cosa que ninguno de los hermanos recomendaba porque acababa gastando todo el dinero en caprichos del nephilim.

Sam se ofreció a ir con él, con la risa burlona de Dean por detrás. Cuando la mirada de odio del castaño recayó en él, el hermano mayor levantó las manos en muestra de inocencia.

- Yo también voy. – Intervino Jack.

- Jack, ¿Por qué no vienes de caceria conmigo? – Ofreció Dean con un tic en su ojo.

Por supuesto que, como Cas, Jack tampoco comprendió el mensaje, negándose.

- Quiero ir con Cas, él me compra cosas. – Objetó.

Castiel estaba bastante acostumbrado a esto después de un par de años, tomando sin problemas lo necesario y mirando muy poco la lista que los Winchester le daban. Estaba tan automatizado, que miró extraño a Sam cuando este paró el chocolate que Jack iba a poner el carrito de compra.

- Esto es una bomba de tiempo. – Dijo el pelilargo, observando la información nutricional que a Cas no le interesaba. – Tiene muchísimas porquerías.

- A Jack le gustan. – Dijo, quitándole la golosina y devolviéndola al carrito. – Eso es lo importante.

- No es saludable, Cas.

- Es un nephilim, Sam.

No llevaba ni medio día en esta nueva situación, ese paso más cerca de conocerse, y ya estaba chocando en sus ideas. Jack apareció nuevamente, mirando un paquete enorme de gomitas dulces.

- ¿Podemos comprarlas? – Su pregunta iba a Cas y ni siquiera observo a Sam.

El ángel no veía nada de malo en comprar cosas ricas para su hijo, después de todo, nada en este mundo podía realmente dañarle. La mirada del castaño le desafió, esperando que le diera una negativa al nephilim.

- Por supuesto que podemos. – Frunció el ceño hacia el cazador.

Era la perfecta confirmación de que realmente no se conocían. Habían vivido todo este tiempo observándose desde lejos, creyendo que realmente sabían quién era el otro. Solo habían actuado de la manera en que resultara cómodo para la otra persona, sabiendo que nunca podrían acercarse demasiado. Entonces, de repente, sabían de sus sentimientos y dejaban de importar las apariencias.

Quizá las cosas serían tan fáciles como el desamor. Sam se cansaría de él y Cas se hartaría del menor. Finalmente acabarían por la paz, o en medio de una guerra, pero nadie tendría que lamentar más daños que los mínimos.

Sin embargo, no le gustaba hacerlo enojar o molestarlo, por algo había guardado la distancia por tanto tiempo. Sam hacia mohines cuando se enfadaba, un intento tonto de no parecer enfadado, pero algo que lo evidenciaba siempre; y ahora estaba pasando.

- ¿Barrita de cereal? – Ofreció al castaño, que había estado callado por un rato.

- Gracias. – Sonrió para su alivió. – Tal vez deberías comprar para Jack.

- No.

Sam se detuvo de repente, y tardó en comprender el motivo.

- A él no le gustan. – Explicó con simpleza. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora