Obligado. - Parte 1.

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La mañana desayunaba con una nueva discusión y el ambiente se tornaba tremendamente pesado en segundos.

- ¿Podrías mínimamente escucharme?

- No me interesa lo que tú creas correcto, Castiel. – Dijo, antes de encerrarse en su cuarto.

Estaba como aturdido, como si el mundo gritará más fuerte de lo que realmente lo hacía. La cabeza le estaba matando y desde ayer, solo recordaba estar de mal humor. Se recostó en la cama, con su pecho abajo y sintió cada musculo relajarse dolorosamente. Estaba en tensión constante, como un soldado en medio de la guerra.

Se obligó a ejercitarse, simplemente para liberar esa adrenalina que no le permitiría dormir. Era como si su cuerpo le impulsará a correr hacia ninguna parte y destruir todo a su paso sin razón. Se sentía vacío a ratos, se sentía demasiado lleno en otros momentos.

Al recordar los motivos de toda esa ira contenida, sentía la necesidad de presionar sus puños hasta herirse. No podía concebir la apatía que veía en Castiel, como parecía importarle nada su dolor.

Jess no era así. Ella siempre se preocupaba sobre su bienestar y todo el tiempo tenía un ojo sobre él, expectante por cualquier cambio que denotara un mal dia. Le había perdido tan injustamente, y era todo su culpa. Si no fuese quien era, ella seguiría viva.

- Exageraste y te pasaste de idiota con Cas. – Le acusó Dean mientras regresaban al bunker después de su pelea con el ángel. – Ni yo fui capaz de tanto.

No quiso contestar a ello, solo se centró en la fila de árboles que pasaba rápidamente por su ventanilla.

- No tenía derecho. – Se atrevió a susurrar luego de un rato de silencio.

- Y tú no tenías derecho a gritarle que no lo amas. – Replicó Dean.

- No dije...

- Es como se escuchó, Sam.

Le amaba, demasiado. Pero Castiel no era capaz de valorar eso, de agradecerlo. Mirando diez años atrás, siempre supo que era poca cosa para el ángel. Cuando finalmente logró confesarse, él minimizo sus sentimientos. Nunca le gritó de la forma en que lo hizo, nunca buscó las palabras exactas para herirle, nunca le había hecho verdadero daño hasta ayer; pero era condenado por él solo con una vez.

¿Qué es lo que pretendía? ¿Ser único centro en el universo? Jess era especial y nunca dejaría de serlo, tal como Dean lo era para el ángel.

Eso fue comprobado esa misma tarde.

- Oye, dale tiempo. – Escuchó decir a Dean, casi en susurros. – Deja que se le pase el enojo y volverá a ser el de siempre.

Siguió la voz de su hermano hasta la sala. Llegó en el momento justo para ver las manos de Castiel rodearle y aferrarse a su ropa. El rubio despeinó el cabello del ángel y siguió haciendo promesas de que todo mejoraría. Y quizás no le hubiese molestado tanto, si no fuese porque Dean apretó sus labios en un casto beso sobre el cabello carbón del más bajo.

- Está bien, Cas, estaré aquí para ti.

Si, Dean era especial para Castiel, y Cas era especial para su hermano mayor. Maldijo haber presenciado esto, pero finalmente era capaz de ver la verdad. Dean mintió, todo este tiempo mintió.

Quien sabe por cuánto o el porqué de ocultarlo, pero Dean estaba enamorado del ángel tanto como Sam.

Fue tan ciego, tenía las pruebas en su cara. Aquellas miradas que compartían, por muchas peleas entre ellos, jamás habían cesado. El rubio tenía facilidad por provocar una sonrisa en Cas y procuraba nunca alejarse de su espacio personal.

- Cas es como un hermano para mí. – Había dicho Dean, con una sonrisa en su rostro.

Absolutas mentiras que se creyó como un niño, como había creído todas esas historias de Santa Claus de pequeño. Fue ingenuo y pensó que jamás estaría más seguro que confiando en su hermano, su sangre, su familia.

Aunque Sam durmiera en la misma cama que el morocho, su hermano seguía teniendo cierto poder sobre él. Quizás antes no se atrevió a acercarse porque tenía la seguridad de que sería siempre el favorito de Castiel; pero cuando llegó Sam a pintar de amor la vida del ángel, Dean se sintió amenazado.

Esta treta no era más que una traición. Era la oportunidad del rubio para apropiarse de aquello que había perdido, de aprovecharse de la distancia de la pareja para volver a acomodar los papeles a su antojo.

Todo parecía tan claro, como si alguien hubiese encendido las luces de repente en su cabeza. Su hermano planeaba arrebatarle a Castiel y lo lograría si Sam no hacía nada. Debía defender lo suyo, su propiedad, por encima de todo y todos.

Sentado, con los pies apoyados sobre el escritorio, afilo su cuchillo de demonio.

- ¿Por qué me obligas a hacer esto, Dean? – Pregunto a la nada. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora