Era uno de esos días en que despiertas de malas, en que presientes que nada va a ir bien. De malhumor, acomodó su cabello hacia atrás con sus manos y salió de la habitación. Castiel hablaba por teléfono, seguramente sobre algo de la organización de la boda.
La noche anterior habían peleado y por eso el ángel no era su primera imagen al despertar. Lo escuchó concretar un día de la semana para una cita y arreglar ciertos preparativos. Le abrazó por la espalda cuando el mayor alejó el teléfono de su oído, y respiro su aroma a nada.
- Buenos días. – Dijo el morocho.
Castiel sumergió sus dedos en la ondulada mata de cabello chocolate y le masajeó suave, una aceptada disculpa silenciosa. Al principio todo iba perfecto, pero últimamente no la estaban pasando nada bien. Muchas cosas se juntaban, muchas decisiones y horarios apretados. La bendita boda les estaba agobiando a la misma vez que les ilusionaba.
Jugó con los dedos del ángel, como buscando una excusa para sentir su tacto directo.
- Tenemos que confirmar el salón. – Dijo Castiel, girándose para encontrar su mirada.
- Lo sé.
Cas no parecía cansado, pero supuso que eso era por su falta de humanidad. Él tenía ojeras de días y noches de puro estrés, el ojiazul las repasó con los pulgares, como si pudiese borrarlas.
Besó su boca, buscando el consuelo. Se sintió más a salvo, de la forma en que se sentiría en el lugar más seguro del mundo. Castiel era suave como algodón de azúcar, sin aquel dulce sabor.
- Me encargaré, descansa. – Sonrió el mayor, a centímetros de su boca, tentándolo a más.
No tenía ganas de ejercitarse, mucho menos de levantarse de la cama. Era como si viviera en un eterno agotamiento. Cerró los ojos, con la pantalla brillante de su computadora iluminándole. Masajeó su sien y se dio cuenta del lio en que estaba metido, de lo profundo que estaba estancado.
Tenía cuentas pendientes con todo el mundo, aunque muchos ya tenían asegurado su pago inicial. Si contabas las pequeñas cosas, faltaban un millón de detalles por decidir y el tiempo parecía ir demasiado rápido de repente. Solo deseaba que ese día se marchara tan lejos como fuese posible.
Era como sentirse mareado, sin control de tu cuerpo y solo avanzar hacia lo incierto, sin aliento para caminar pero esforzándose de todas formas. No supo en que momento llegó a quedar atrapado en este vacío, perdiendo toda posibilidad de salida. No supo en que momento esto dejó de gustarle.
- ¿Cuál prefieres? – Dijo Cas.
Habían llegado por e-mail los diseños propuestos para las invitaciones. Ya tenían casi todo listo y la fecha pactada. Los colores iban acorde a la boda y todas las opciones eran bonitas, pero por mucho que el morocho las pasara una a una, Sam no las estaba realmente viendo. Dejó de prestar atención en algún momento, dejó de interesarle en alguna parte de la historia.
Era como si se hubiese creído capaz de soportar un tsunami y cayera a los primeros minutos. Anhelaba mantenerse en pie, viendo la ilusión que el mismo había creado en su pareja, pero no podía.
Castiel preguntó si le estaba escuchando, pero Sam solo pudo mirarle a los ojos y morderse los labios.
No encontraba palabras para describir lo que sentía, para decirle a su pareja que por favor parece el universo para darle aliento. El agua subía tan rápido hasta cubrirlo por completo, se estaba ahogando. Intentaba seguir firme, como un soldado en medio del caos de la guerra, pero solo podía rogar por un poco de oxígeno.
- ¿Estás bien? – Preguntó Castiel una vez más, tomando su mano.
¿Cómo iba a explicar esto? ¿Cómo explicar algo que ni siquiera tú entiendes del todo? Era como haber perdido el amor que sentía, aunque aún estaba allí, a plena vista.
- No quiero. – Confesó finalmente, dejando sus lágrimas deslizarse por sus mejillas.
- ¿Qué? – Ojos azules confusos. – No te entiendo.
- No quiero casarme.
Solo, frente a la computadora que Sam dejó atrás, Castiel se preguntó qué era lo que había hecho mal. Le permitido irse sin preguntar, el castaño necesitaba estar solo y lo supo en su mirada llena de lágrimas contenidas de días horribles.
Habían estado tan bien el primer tiempo, compartiendo esto como una nueva aventura juntos. Pero las cosas se torcieron poco a poco, desatando en discusiones tontas y momentos de frustración. Supuso que era algo de eso.
Miró por donde se había marchado Sam, rogando que por la mañana regresara sobre sus pasos y le abrazara. Besará sus labios con necesidad y no dijese nada, pero que aquel silencio lo eximiera todo.
De pronto, en un camino que finalmente transitaba juntos de la mano, Sam le soltaba. Sin razón, de sopetón, cruel. Se alejaban por caminos absolutamente distintos y él solo quería volver a sostener la mano cálida del pelilargo.
Suspiro entrecortadamente, como si algo obstruyese su garganta de repente. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, dándose cuenta de que Sam no estaba solo estresado, dándose cuenta de que hablaba en serio sobre no querer casarse con él.
Apretó los dientes, sintiendo el dolor ascender desde su corazón y presionar su garganta aún más. Quería correr a por él, besarle y hacer el amor hasta que esta realidad se esfumara mágicamente. Quería revertir el tiempo y procurar que todo estuviese bien. Quería... borrar el momento de su mente.
Su paz había sido apuñalada por la espalda y la veía desangrarse en cada paso que el menor daba lejos de él. Dolía, dolía como jamás imagino que el amor dolería.
No iban a casarse, nunca caminarían de la mano por el mismo camino.
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Hurt you.
FanfictionSam esta enamorado desde el primer día en que Castiel tomó su mano entre las suyas. Pero ese solo es su secreto, el que nadie debe descubrir, porque ese ángel nunca sera suyo. Sastiel.