Lejos de aquí. - Parte 2.

284 45 13
                                    

El viento hacia ondear el cabello chocolate y el único sonido presente era del mar. Mirando el atardecer, con las manos en los bolsillos, Sam le pareció tan natural como el mundo en su primer segundo de vida. Le observó cerrar los ojos y elevar casi imperceptiblemente el mentón.

Caminó en la arena, justo hacía él, pero no quiso ser percibido. Estaba justo un paso detrás de Sam, distinguiendo la energía de su ser de formas en que el humano no comprendería. El menor amenazó con voltearse, y Castiel borró el paso que los distanciaba para evitarlo. Envolvió la cintura del más alto en sus brazos y apoyó su cabeza contra la espalda ajena.

- Cas...

Le escuchó susurrar. Sintió la forma en que el corazón más joven se aceleraba a su cercanía y volvía a relajarse junto a su respiración a los minutos. Las manos de Sam terminaron sobre las suyas, y estaba seguro de que había cerrado los ojos una vez más.

No estuvo muy seguro de esto al principio, más que nada porque aún le asustaba la idea de la formalidad de esta relación. Las dudas no dejarían de estar allí por mucho que las cubriera con empapelado de corazones, mucho menos borraría la verdad que algunas de ellas tenían.

Pero Sam parecía tan animado que se permitió confiar en su mano. Y allí estaban, frente al mar, con la noche fría llegando. Tan juntos como se podía, pero siempre necesitando de un poco más.

Al volver a la calidad de su cabaña, hicieron el amor frente al ardiente fuego de la chimenea. Le gustaba ver el juego de colores que las llamas provocaban en el cuerpo de Sam y la forma en que sus ojos parecían encenderse.

- Te amo. – Susurró el castaño antes de cerrar sus ojos hacia el sueño. – Más de lo que nunca imagine.

Cas dejó su mano apenas reposando sobre la mejilla ajena y se acercó lo suficiente para que su nariz chocara con la del menor. Los avellanas de dejaron ver y Sam sonrió.

- ¿Alguna vez nos imaginaste? – Interrogó el menor.

- Jamás. – Admitió, despertando la evidente curiosidad en el otro. – Me prohibí hacerlo.

Samuel besó su nariz, y se acurrucó más cerca.

- ¿Nos imaginas a futuro ahora? – Reformuló la pregunta.

- No. – Suspiro y despeinó algunas hebras castañas. – Sorpréndeme.

Por la mañana, el aroma a chocolate caliente llenó el ambiente y se besaron bajo ese sabor también. Depositó un último beso en el comienzo del cuello del cazador y se apartó de él. Solo con una camisa y ropa interior, se sentó sobre el sofá, llevando sus piernas contra su pecho.

El mar se veía perfecto desde allí, en un eterno balanceo. Sintió la mirada ajena sobre él y se volteó a verle. El joven estaba apoyando en la encimera aún, a unos cuantos metros, con su taza humeante en mano. Se perdió en el avellana de gesto suave, intentando expresarle lo que sentía y no podía poner en palabras.

El castaño no emitió sonido, pero gesticulo con su boca "te amo" en enoquiano, guiñándole un ojo. No pudo evitar sonreír de manera tonta y ocultar su rostro del otro. Temió mirar afuera y descubrir que todo era una mentira, pero Sam prometió que eso no pasaría.

Caminaron por la playa de la mano, en un silencio que era más unión que cualquier charla. Pensó que si moría ahora, todo estaría bien. Sopesó que existía una mínima posibilidad de que esto terminara en un final feliz, y lo estaba viviendo.

Se detuvieron ante el atardecer, como cada tarde. Vieron el sol morir como cada ocaso. Y nada podía salir mal de eso.

- Deberíamos hacer esto más seguido. – Sugirió Sam, degustando su ensalada.

- ¿Vacaciones? – Despegó su mirada del libro en sus manos. – Tengo un niño al cual cuidar. – Objetó.

- Dean será buena niñera. – Rio el menor.

- Tu hermano apenas y puede cuidar de sí mismo.

A pesar de lo divertido de criticar al Winchester mayor, la mirada de Sam se opacó un poco. Tuvo que dejar su libro de lado y llamar su atención.

- Quizás el próximo año. – Dijo, sin prometer ni negar nada.

Pero el alma pareció regresarle al castaño, como si sus posibilidades hubieran cambiado de negro a blanco en milisegundos.

- ¿De repente apuestas tanto a lo nuestro? – Preguntó Sam, con un atisbo de orgullo.

- No apuesto a lo nuestro, apuesto a ti. – Dijo con simpleza. – No me fio de mí, pero confió absolutamente en ti.

Sam se sonrojo y bajo la mirada, ocultando una sonrisa.

- Eso está bien para mí. – Aceptó la jugada del otro. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora