El pecado de confiar.

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Creciendo en un lugar en que se te obligaba a ser autosuficiente, Castiel se adaptó a ello. Su única dependencia eran órdenes y su único apoyo eran los hermanos a su alrededor, como también él lo era para ellos.

Soltó el lazo que le unía al cielo y se encontró solo en medio de un bosque lleno de lobos feroces. Aprendió a valerse por sí mismo. Se levantó por sus propios medios si caía y moría si la muerte le llamaba.

Una vez creyó tener un apoyo en los cazadores, en Dios, o en alguno de sus hermanos. Había dicho tantas veces "Te necesito" que la frase perdió sentido por completo para él, al punto de servir solo cuando iba hacia sí. La traición y el abandono duelen más que la soledad, Castiel lo aprendió por las malas.

Para cuando se dio cuenta que no era importante para el resto lo que pasaba en su cabeza, ya estaba demasiado decepcionado del mundo entero. Era su propio apoyo, su propio psicólogo y quien servía de consuelo.

- Eres como un hermano. – Había dicho Dean una vez.

Tuvo que apartar la mirada, incapaz de sostenerla. Él bien sabía que nunca tendría real importancia para ellos, y estaba bien, muchas veces sentía que no la merecía.

Entonces Kelly y Jack le necesitaron. Inmediatamente sintió que ser su sostén le era reconfortante, como si pudiese ser su ángel guardián. Se olvidó incluso de sí mismo por sentir esa satisfacción al verles bien.

Creía no necesitar de nadie más nunca, sentía que podría levantarse por sus propios medios cuantas veces la vida lo pidiera. Y eso no estaba mal...

Pero en brazos de Sam, quien procuraba que descansará adecuadamente, y sintiendo su respirar contra su cuello; tener un sostén para su dolor era...

Sanador.

Se dejó hacer por las palabras dulces susurradas a su oído y siguió el consejo de descansar. La luz se apagó y logró dormir con extrema facilidad. Confiaba, y confiar deja en paz la mente. No debía preocuparse por el mañana, solo centrarse en recuperar fuerzas.

La calidez que sentía en esa cama, junto a la persona que amaba, sintiendo que todo a su alrededor estaba en perfecto orden y mañana lo seguiría estando, era como estar muerto. Puede que sonará trágico o triste, pero la muerte fue la única paz que Castiel realmente encontró en mucho.

En pequeños fragmentos de un recuerdo lejano, rememoró las voces en medio del vacío. Por supuesto, allí estaba Empty, con su falsa actitud amable, eso no era sorpresa. Sin embargo, la voz de Chuck le sorprendió en medio de la oscuridad e instintivamente había deseado acercarse a ese sonido. Las palabras perdieron sentido luego de despertar en una nueva vida, como si mágicamente estuvieran dichas en un idioma que Castiel desconocía. Anhelaba recordar, pero era como estirar su mano a lo inalcanzable, viéndolo tan cerca y tan lejos en el mismo instante.

Pero eso tampoco era un problema real para su ser calmado, sin preocupación alguna.

Inevitablemente despertó en medio de la noche, escuchando los pasos de Jack a lo lejos, pero que sonaban como un eco enorme en sus oídos. Luego algo sonó en la habitación de Dean y supo que también se había despertado por un momento. Los sonidos cesaron pero ya había abierto sus ojos.

Se giró en su momento, viendo el cansancio que mantenía en un profundo descanso al menor. Antes de que cerrara sus ojos, Sam había prometido que todo estaría bien, y le había creído.

En siglos de decepción, tantos prometieron eso y jamás cumplieron. Pero era la primera vez en mucho que se sentía seguro de confiar en ello aunque pudiese ser falso.

Sam se lo había ganado de cierta forma.

- Buenos días. – Le recibió el trio de voces en la cocina.

Era una formalidad, pues ya no era de día. El castaño le había dejado dormir más y le dejó abandonado por su abrazo a media mañana sin que se diese cuenta. Parecía que estaban preparando algún caso, por lo que se unió a la reunión ignorante del tema tratado.

Había olvidado la sensación de dormir. El suspender horas de vida para retomarlas en un tiempo absolutamente distinto en que el mundo había seguido sus giros acostumbrados y ya no era el mismo que dejaste atrás. Era un poco desolador perderse de un par de horas que significan tanto a pequeña escala, pero para un ángel el constante vivir se vuelve pesado.

Castiel adaptó su vida humana a su naturaleza de ángel, llenando de tareas hasta el último minuto. Las tenía programada mientras estuvo muerto, y cuando aún estaba atrapado en el fondo de un bosque e incluso con el mundo pausado en su dormir. Esas tareas debieron de haberse hecho y Sam las cumplió.

- Tú solo relájate que yo me encargó de todo. – Aseguró el castaño al verlo preocupado por su lista de quehaceres.

Le había obligado a tomarse el día libre y hacer lo que fuese que quisiera hacer. Aun así, intento ayudarle en lo más mínimo, y se percató de cuanto le costaba mantenerse de pie ante el esfuerzo más pequeño.

De vuelta en la cama, dejando solo sus ojos husmeando desde debajo de la manta, observó la puerta de la habitación con resignación. De nuevo se sentía cálido y sin preocupaciones, pero ese no era su hábitat natural. Sam se arrodillo a un lado de la cama, sonriendo divertido.

- Cuando estés mejor, podrás volver a las andadas. – Dijo el joven, acomodando mechones de su cabello carbón.

- Necesito ayudar. – Rezongó.

- Necesito que dejes que te ayude, - Objetó el otro. – solo por esta vez, Cas.

Y se sentía tan bien depender de otro, tan bien que debería ser pecado. Tan bien que Castiel pensaba que no era sano. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora