Vueltas sin fin.

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La situación le estaba agobiando a él esta vez. Para Sam ya no parecía ser un problema, pero para Cas se convertía en una tortura. Se encontraba en una calesita, dando vueltas y vueltas sobre un mismo tiempo, con la campana sonando pero el juego sin detenerse. La realidad se distorsionaba tras gritos y luces brillantes, orillándolo a rogar que esto parara.

Intentaba no hacer caso, pensar con tranquilidad y llegar a una decisión, pero no podía. Simplemente su cabeza, ante la mínima pregunta que le planteaba sobre el tema, imaginaba un millón de situaciones pasadas y futuras que le agobiaban hasta agotarlo. No podía concentrarse en otra cosa. En cuanto daba dos segundos a su mente para divagar, terminaba en Sam y eso lo llevaba a condenarse a sí mismo.

No importaba cuantos kilómetros corriera, hacia donde lo hiciera, o por cuanto tiempo; acabaría mal. Lo sabía, lo supo siempre. Presionara verde, azul o rojo en su tabla de opciones, siempre acabaría con dañar a Sam.

No quería hacerlo, no quería dañarlo, pero esa opción no existía, y comenzaba a creer que jamás existió. Había momentos en los que deseaba quedarse en un rincón, arroparse entre sus alas como un niño y olvidar los problemas; mientras que en otros, solo quería saltar al vacío en que Sam caía y rescatarlo antes de que su cuerpo chocara contra el pavimento.

Estaba volviéndose loco. Por mucho tiempo creyó tener las cosas claras pero, mientras más lo pensaba, más dudaba de sus bases antes sólidas. Ya no contaba con un suelo bajo sus pies, ni siquiera flotaba... sentía que constantemente caía.

- Tienes mi apoyo si quieres afrontarlo. – Dijo Dean. – Y si no, entenderemos todos y trataremos de sobrellevarlo.

Sus amigos trataban de brindarle su apoyo, diciendo que realmente no importaba. Absolutas mentiras. Por supuesto que importaba, cada paso era relevante, como caminar sobre un campo minado.

Él podía soportarlo, él sobreviviría... pero Sam no.

Un par de veces pensó en vivir y dejar de calcular su camino. Quizás sus instintos le llevarían a buen puerto. Instintos que muchas veces le habían jugado una mala pasada, y había pagado muy caro por ello. Pero suponiendo que eso no se repetiría, al final de su día, solo quería abrazar a Sam hasta que sus brazos dolieran y olvidarse de lo demás. Aún si el mundo caía, aún si Dios le castigaba... desea ser egoísta solo un día.

Pero esa llamada se hizo, y terminó de llenar su pequeño recipiente de estrés, llevándolo al borde de su control.

- No quiero que estés con Sam.

Había dicho Mary, sin tan siquiera darle los buenos días o explicarle como es que ella sabía lo que estaba sucediendo entre ellos dos. Solo lo dijo, lo que quería.

- Mary...

- No quiero que sufra y no quiero que lo ancles al dolor, Cas. – Dijo con la voz quebrada. – Sé que lo ves igual que yo.

Y era bastante claro para cualquiera. Pero para cualquiera que analizara todo desde afuera, para una tercera persona. No era fácil para Castiel ahora, abordado por un millón de sentimientos que había ocultado bajo la alfombra por mucho. Su vista de lo correcto e incorrecto estaba nublada y dolía esforzar la vista para aclarar el panorama.

El mundo giraba y giraba, y no podía detenerlo.

Se sentó en el escalón que separaba las salas y hundió su rostro entre sus manos. Deseaba que alguien hiciese trampa y le diera la respuesta correcta a todas sus dudas, para así acabar con esta tortura. Lo que quería y lo que debía eran direcciones opuestas, y terminaba así... agotado de sí mismo.

Los pasos descalzos llegaron a sus oídos, y esa forma particular de caminar. Sam se sentó a su lado, pero Cas no quiso verle.

- ¿Cas? ¿Qué pasa?

Giró su rostro hacia el otro lado, oponiéndose a enfrentar al menor. El castaño le envolvió con su brazo y no fue capaz de apartarle.

- No puedo. – Admitió en un hilo de voz.

- ¿Qué no puedes? Estoy aquí para escucharte. – Dijo Sam en un susurro, permitiendo que el ángel apoyara su cabeza sobre su hombro.

- No puede tomar una decisión sobre tu vida, es tu vida y no quiero arruinarla, Sam.

Sentía un nudo en su garganta escocerle por dentro, un sentimiento que jamás había podido palpar. El castaño le abrazó de verdad, obligándolo a girarse hacia él.

- No, Cas, no tienes que pensar en mí. – Dijo el menor. – Tienes que pensar en lo que tú quieres. Y si la decisión es no, no voy a molestarme por eso, estaré bien. Mi último deseo es meterte en un aprieto, Cas, esta vez eres libre de decidir. ¿Qué es lo que realmente quieres?

- ¿Por qué querrías hacer lo que yo quiero? Aun sabiendo que eso te haría daño.

- Porque te amo. – Sonrió a los ojos azules que le miraron. - Olvida el mundo entero, olvídate de mí también, ¿Qué es lo que quieres hacer, Cas? 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora