Misma ignorancia.

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No podía ponerse de todo en el lugar de Sam. No tenía una madre, ni ningún tipo de figura similar a eso. Solo tenía a su padre y, en definitiva, nunca fue cercano a él como hubiese querido, lo que lo liberaba de las intervenciones en su vida también. No diría que la preocupación de Mary no era un poco entendible, una muestra de amor. Pero sus intentos desesperados por separarlos estaban haciendo estragos en Sam, casi obligándolo a alejarse de ella.

Se sintió con el deber de alegrar un poco al castaño, quizás con la esperanza de apartarlo de situaciones dolorosas. El problema se formó a la hora de pensar en un lugar al que llevarlo para que disfrutará de distraerse.

La librería a la que fueron, era un bonito café a un lado también. Sam estaba fascinado en cuanto se pararon en la acera, maldiciéndose por no haber ido ahí antes. Cas agradeció mentalmente a Dean por la recomendación, aunque su primer sugerencia hubiese sido un strip dance privado del ángel.

Pasar la tarde fue reparador y aprendieron un poco más de los gustos del otro. Conversaron como dos desconocidos, sin poner atención a la vida personal ni la desastrosa situación en casa. Ninguno veía al futuro, ni al pasado, era absolutamente hora del presente inmediato para protagonizar.

Pero al volver al bunker, Mary estaba allí, discutiendo con Dean por supuesto. Ninguna de las partes parecía querer darse por vencida, ni los hermanos ni su madre, y Castiel creyó que era su momento de objetar.

- ¿Podemos hablar? – Dijo en cuanto la atención de la mujer recayó en él. – Solo será un minuto.

Los Winchester estaban conmocionados por la repentina proposición, pero Sam y Dean terminaron por marcharse. Suspiró en busca de las palabras correctas para expresarse y la invitó a sentarse en la mesa del mapa.

- Si vas a intentar convencerme de la relación... - Intentó advertir ella.

- No es sobre Sam y yo de lo que quiero hablar. – Dijo con suavidad, contrario a la ira en la voz de Mary. – Olvida quien soy para tu hijo y solo escucha.

La rubia dudo por un momento, tan obstinada como sus descendientes. Terminó por asentir, mientras buscaba la paz en su interior.

- Mary, sinceramente, con todo esto creo que estás perdiendo a Sam; quizás para siempre o quizás para un buen tiempo. – Explicó con cuidado, con sus ojos fijos en los de ella. – Lo nuestro... puede que no sea eterno, pero el recordará con pesar el dolor que le causaste aún si yo no estoy en este mundo.

- Yo solo intento salvarlo de una vida que no quiere. – Sus ojos parecían repentinamente acuosos y Cas se atrevió a sujetar su mano.

- Lo entiendo, también él, me lo ha dicho. Pero, más allá de tus preocupaciones, que son las mías también, Sam... - Recordó la imagen de él, en medio del terror de sus pesadillas. – Él está sufriendo. Temó que ese dolor se convierta en odio, Mary, eso sería catastrófico.

- Entonces... ¿Qué hago? – Las lágrimas ahora caían libres.

Ella no sabía ser madre como las demás, porque sus hijos habían desaparecido un día y cuando volvía a ellos, ya eran hombres que decían haber vivido una vida necesitándola. No tenía idea de cómo proseguir en situaciones que no aprendió a sobrellevar cuando se supone que debieron crecer a su lado. Sam y Dean eran desconocidos cuando llegó aquí, aunque su corazón latiera emocionado por recuperarles. Cas le abrazó, para que supiera que él lo sabía, que sabía todo eso porque tampoco nadie le dijo como criar a Jack. También había muerto y dejado a su hijo con la incertidumbre de vivir en un mundo que no lo comprendía, y ahora solo intentaba hacer lo mejor para protegerlo de todo eso.

Un día su mundo caía a pedazos, al siguiente la madre del hijo de Satanás apostaba su vida en él. No había tiempo de apreciar con cuidado los detalles, era saltar o quedarse. Entonces, la vida se apagó y solo pensaba en recuperar su lugar en el mundo para poder cumplir con la promesa que había surgido entre ellos.

A veces, se encontraba tan confundido del mundo como Jack, o incluso diferían en algún tema, y no tenía un manual de cómo afrontar esos momentos más que su corazón.

Ambos vivieron la frustración de buscar la perfección en su responsabilidad, pero ninguno había tenido el tiempo de aprender cómo, y solo se aprende a errores cuando es así.

- Aún hay tiempo de reparar esto. – Alentó. – No pido que me aceptes en la vida de Sam, pero desearía que pudieras parar y escucharle.

Puede que fuese un poco duro, muy directo o incluso entrometido, pero lo vio como una victoria. Mary parecía un poco más de acuerdo con la idea de hablar civilizadamente con Sam y ella estaba más tranquila con lo que él dijo sobre su poca fe en la relación.

- ¿Puedo saber de qué hablaron? – Insistió Sam, probando un café antes de irse a dormir.

- No, es cosa entre tu madre y yo.

- Mmm... - Achinó los ojos hacia el ángel. – ¿Tan pronto empezaron los complots con la suegra?

- Solo... creo que encontré un punto en común entre nosotros. – Sopesó aquello. – Es bueno que ella no sienta que nadie llega a entender su lado de la situación.

Sam dejó su taza aparte y se estiró, señal de que se iría a descansar.

- ¿Vas a quedarte deambulando un poco más? – Interrogó al ángel.

- Hay un par de cosas que me quedaron pendientes. – Mucho más, teniendo en cuenta que mañana saldrían de cacería y necesitaba tener todo listo.

- Entonces, ¿Tendré que lidiar solo con las pesadillas? – Fingió pesar.

- Nunca dije que no estaría al pendiente de ti. 

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora