Inimaginable.

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Fingiría una y mil veces estar dormido solo para poder sentirle cerca. Abrazado a la desnudez ajena todo parecía olvidarse. Como la medicina a la migraña. La suavidad de su piel mezclada con su calidez artificial, eran adicción. Mantuvo el engaño el mayor tiempo posible, aunque sabía en lo más profundo que Castiel ya lo había atrapado.

A su mente vino aquellos tiempos en que todo era tan nuevo, incluso el tacto de Cas. Pocas veces se atrevía a mirarlo a los ojos, mucho menos lo haría como Dean lo hacía. Para ese tiempo, le era muy difícil la convivencia con el ángel, intentando evitarlo a toda costa y sin tapujos. Sin embargo, por más que logrará obviar su corazón acelerado y el sudor en sus manos, no podía evitar la curiosidad inocente que no dañaría a nadie.

Castiel era un museo de todos esos conocimientos que tanto anhelo. Intentaba parecer distante como siempre, pero podría escucharlo durante días hablar sobre todo aquello que conocía sobre el cielo, las almas y el mundo sobrenatural en general. En ese tiempo se atrevió a pedir la instrucción del ángel en enoquiano. No era algo demasiado difícil para él aprender, pero si se le dificultó mantener la atención en lo que Castiel decía y alejar sus pensamientos de sus labios.

- Pero jamás juntes estos dos. - Señalo dos símbolos, evitando tan siquiera pronunciar el conjunto de sonidos. - Está prohibido en el cielo.

- ¿Es algún tipo de maldición o algo así?

- No lo sé.

Allí, haciendo preguntas sobre cosa simples fue que se dio cuenta cuan aislado estaba Castiel. El ángel, aunque en un nivel bastante alto, pertenecía a cierta categoría que tendría que soportar algunos secretos de sus superiores; incluso en algo tan simple como el significado de una palabra o el por qué estaba prohibida. Tampoco conocía mucho del cielo, nombrándole a Sam un par de áreas a las que no tenía permitido ingresar. Había tratos que Cas desconocía, como así también sistemas o reuniones a las que no tenía permitido ingreso.

- Parece que hablas de una dictadura. - Bromeó Sam.

Pero la broma no agradó a Castiel y esa fue la primera vez en que vio verdadera tristeza reflejada en sus ojos. No frustración, no dolor, tan solo tristeza.

Allí, sin reparó de lo que hacía, sostuvo la mano del ángel de la misma forma que él lo hizo cuando se conocieron. Se disculpó pero no había poder en sus palabras que hiciera daño, era más bien la situación en la que Castiel se encontraba.

No creyó poder, no se atrevería y no era correcto, pero deseaba con todas sus fuerzas abrazarle con fuerza. Quizás era un intento tonto de curar su dolor y protegerle de un mundo que ninguno de los dos comprendía cuan cruel era. Pero no lo hizo y ese roce fue todo lo que obtuvo.

Ahora lo tenía todo de él. No podía protegerle aún, eso era un hecho y algo que aprendía a aceptar de su relación. A pesar de ello, con los ojos bien cerrados y el calor del cuerpo desnudo sobre el suyo, conseguía imaginar que era posible mantener a su ángel a salvo de todo y todos. Eran minutos, segundos. Tal vez, para cuando abriera los ojos, Cas marcaría la distancia de siempre y no se sentiría cómodo con su tacto, pero en ese momento efímero imaginaba que nunca pasaría aquello.

- Tenemos que trabajar. - Dijo el ángel, aun dejando vagar sus dedos sobre los brazos ajenos.

Sam pretendió no haberlo escuchado aunque el espacio entre sus cuerpos fuese nulo. Aseguró más su agarre en la cintura del mayor y sintió su negro cabello hacerle cosquillas en el cuello cuando se removió.

- Sam, es en serio. - Insistió. - Es tarde.

Probablemente su hermano y Jack ya estarían desayunando en la cocina, pero no les necesitaban allí para hacerlo. Pospuso su sesión de ejercicio por la mañana, y también Cas obvio tener que preparar los bolsos, ¿Por qué no seguir con el día libre posponiéndolo todo?

- Los monstruos pueden esperar. - Dijo, sin siquiera abrir los ojos.

- No seas holgazan. - Le reprendió con un tono divertido que provoco una sonrisa en Sam.

Todo estaba mejor de cómo lo recordaba. Las distancias habían sido eliminadas por completo, a pesar de lo mucho que le costó respetarlas. Estaba de vuelta en el punto donde su relación se había quedado, sobre la cima más alta del mundo.

Quiso evitar que el otro se apartará, pero Cas no era fácil de atar. Un bufido por su parte y una risita por parte del ángel.

Nunca imagino que aquel sonido sería lo que más extrañaría de su presencia.

Castiel se alejó de él, ya vestido y con su bolso al hombro. Nunca imaginó que desería tanto haberle detenido en ese momento, haberle abrazo y jamás permitir que saliera de esa habitación.

Los cuatro se subieron al auto y debió de haber aceptado la oferta de Jack para sentarse junto a Castiel a cambio de su lugar al frente.

Porque esa mañana, fue la última vez que vio a Cas.

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora