Tu adictivo sabor a nada.

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La vez que escuchó a Castiel confesar que había tenido sexo con alguien, con una parca, su corazón sufrió un pequeño espasmo, por poco se detiene. Agradeció que la mujer estuviese muerta. Para ese entonces tenía claro lo de su hermano y el ángel, por lo que amanecer en la misma cama que el morocho jamás pasó por su mente en un posible desenlace. Por supuesto que lo deseo más de una vez, pero era lo mismo que desear volar por sus propios medios para un ser humano.

Más veces de las que se imaginó a si mismo con Castiel, existieron las que pensó en las posibilidades que daba a Dean. Quizá un día que se quedaban solos en la habitación, o en un caso que decidían resolver juntos. No podía apartar la idea de que el ángel finalmente terminaría bajo las sabanas con su hermano, y quitarse la convicción de que no había oportunidades para él en ningún universo.

Sería mentir si dijese que no sopeso en el cómo se daría. ¿Cómo se verían los labios del ángel después de tanto besar? ¿Qué pasaría cuando perdiera el control y se dejase llevar por instintos humanos que desconocía? ¿Qué podría ver en lo profundo de sus océanos cuando llegase al éxtasis? Se lo había preguntado y también había sucumbido a los deseos de su cuerpo.

Por la mañana se sentía culpable por haber deseado algo que no le pertenecía, pero finalmente, volvería a caer alguna otra noche de soledad. Sin embargo, no era una tentación real el verlo, había aprendido a ignorarle por mucho que su corazón se acelerara con cualquier pequeña cercanía.

Pero no era lo mismo intentar alejar sus pensamientos cuando sabías que la otra persona no estaba ignorándote a ti. Pretendía concentrar su mente en cuantificar su sucesión de abdominales, lo cual era imposible teniendo la mirada de Castiel quemándole.

El ángel estaba sobre la cama, acostado de lado y solo observando en silencio. No sabía que pasaba por su cabeza, pero se sonrojaba de tan siquiera pensar que creía que era lindo. Tuvo que preguntar porque jamás se quitaría la incomodidad de encima.

- ¿Por qué me miras así? – Interrogó mientras buscaba su botella de agua, tomándose el receso de dos minutos estipulados para cambiar de ejercicio.

- Eres sexy. – Soltó sin más, haciendo que Sam se ahogara con el agua. – Puedo mirarte si somos novios, ¿No?

Era una inocente y verídica hipótesis de la situación, pero algo que no esperaba escuchar. Estaban en un cuarto cerrado, él no tenía más que unos pantalones cortos de pijama y Cas no pararía de decir cosas "Inocentes" todo el rato. Sentía la tensión aumentar con cada minuto, y aunque Cas fuese inmune, Sam solo era un humano con pensamientos pecaminosos. Castiel se puso de pie, haciendo que entrará en pánico y fingiera continuar con su entrenamiento.

El morocho se sentó en el suelo, a pocos centímetros de él, observándolo subir y bajar en flexiones.

- Podrías tener a cualquier chica, - Comentó el ángel apoyando su espalda en la cama, hablaba para sí mismo, sin esperar una respuesta del otro. – incluso ser modelo o actor, como esa gente bonita de la tele.

- Tú eres sexy también. – Admitió sonrojado, con la voz ahogada por el esfuerzo y la vergüenza de la situación.

Castiel achinó los ojos y Sam esquivó su mirada.

- No sé por qué la gente dice eso de mí. – Se quejó el ángel.

- Si todos estamos de acuerdo, entonces será cierto. – Dijo, deteniéndose por otros dos minutos estipulados.

De rodillas y con la espalda recta, Sam sintió el sudor surcar sus columna mientras bebía agua; lo que no esperaba fue el dedo que siguió la gota. Se estremeció por completo bajo el tacto ajeno, absolutamente en shock. Sabía que Cas estaba inclinado más cerca de él y no quiso voltear hacia él.

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora