La especial chica.

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Él la beso. Como si nunca jamás hubiese besado a nadie en siglos. Con la necesidad de un famélico. Era una conexión escasa, casi nada de sentido para ambos, pero existía.

Castiel tuvo que apartar la mirada, aunque su mente estaba en blanco absoluto.

Sam miró a aquella mujer como si fuese su todo y el ángel se sintió tan poco.

Cargaba con algo de culpa por ello, había puesto cada pieza en el lugar exacto para que la jugada se diera. Por la mañana, volviendo a casa, simplemente le llamó la atención una noticia. Reconocía la antigua residencia de Sam en su tiempo universitario; aunque el menor no se lo había comentado, recordaba muy bien aquellos informes del cielo.

En cuanto se encontró frente a aquel departamento, sintió la energía negativa fluir tan libremente de él como la sangre. Ya había cuatro casos en ese lugar y parecía pasar desapercibido por otros cazadores. Cometió el error de llamar a los hermanos Winchester, y deseaba nunca haberlo hecho.

Ese ser descarnado sabía muy bien cómo esconderse de él, y lo que la ataba a este mundo seguía siendo un misterio. Buscaron por separado y eso fue otro error.

Volteó solo un minuto, divisando la esquina de lo que parecía un retrato detrás de un mueble.

- Jess... - Escuchó decir a Sam.

El fantasma de su novia muerta estaba justo frente a él y Sam parecía perdido en sus ojos. Nadie se movió, excepto la mano del castaño que intento tocarla, notando cuan frágil era la materialización de ella. Dean disparo sin pensarlo más y su hermano menor enfureció.

- Sam, ya basta. – Pidió a su pareja, apartándole de Dean, creyendo que los golpes comenzarían en cualquier minuto.

Las aguas se tranquilizaron solo un poco, y siguieron buscando formas de detenerla, aunque el menor de los tres seguía más preocupado por encontrar recuerdos en cada rincón de paredes quemadas.

- ¿Por qué no vas a casa? – Sugirió al castaño. – Dean y yo nos encargamos.

Pero Sam se negaba a dejar el caso, diciendo que la muerte de ella era parte su culpa y debía redimirse dándole paz. Lo comprendía, de verdad, pero cada segundo le reconocía menos.

En un momento de desesperación, cuando Castiel finalmente logró sacar aquella fotografía en portarretrato, se besaron. Quizás eso que escocia en el corazón fuesen celos, pero su cabeza tenía claro que aquello era un peligro para Sam, el alma de esa chica era absolutamente impura ahora.

Dean no dudo en lanzarle su mechero, y Cas dio llamas a la fotografía.

Jess desapareció frente a Sam, como en un millón de pesadillas que el propio ángel había presenciado. Nunca pensó lo que eso despertaría en el cazador menor.

- ¡¿Qué demonios haces?! – Fue lo primero que salió de su enojo, Sam estaba colérico. - ¡No tenías derecho!

- Sam, comprendo, pero ella no era quien tu conocías. – Intento razonar.

- ¡Ella era mi novia, es especial! ¡No necesito saber más!

De igual forma, el hermano mayor busco explicar lo lógico en el caso, pero no había quien hiciera entrar en razón a Sam. No le reconocía en su mirada, y salió de allí. Por supuesto que el castaño no le dejaría escapar.

- ¡¿Escapas como un cobarde después de destruirme?! – Increpó Samuel, caminando a paso firme detrás de él. – Como siempre.

- ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Esperar a que te matará?

- ¡¿Desde cuándo te importa?! ¡Hace meses no era nadie para ti!

- Siempre me he preocupado por ti, y lo sabes.

Sam emitió una risita irónica y esquivó la mirada, obviando cuanto dolía eso al ángel.

- Si te importará al menos un poco, no me habrías arrancado de esa forma a quien más he amado. – Dijo con rabia el castaño.

Si estaba enfadado, triste o desilusionado, a Castiel dejó de importarle. Subió a su auto, ignorando los reclamos de su novio y se marchó. Necesitaba el silencio, necesitaba convencerse de que nada de eso había explotado en su cara tan de repente.

"Es especial" había dicho él, y Cas se sintió tan poca cosa. Tenía claro que la vida iba perfectamente para ese joven universitario, que todo estaba en el orden en que su cabeza lo quería; hasta que el mundo ardió y los sueños se extinguieron. Su frustración era algo perceptible, pero no tenía derecho a desatarla contra el presente y Castiel no tenía por qué pagar un daño que no había causado.

"...a quien más he amado" pronunció con seguridad. Era gracioso que le jurara que esa persona era él en la mañana, aferrados el uno al otro. Cas había creído en la verdad de sus ojos adormilados, y también creyó en su mirar lleno de ira.

Quizás solo era otra pelea, como las que usualmente tenían y era regla en cualquier relación que comenzaba con partes tan distantes. Pero presentía que Sam no se disculparía y solo volvería a verle para recibir más daño de él.  

Soportaba un dolor que no merecía, una carga que no le pertenecía, y aun así deseaba perdonarle.  

Hurt you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora