Los humanos somos seres arrogantes en general. Pero, ¿quién define este general? Pues son los dirigentes, los líderes, aquellos deseosos de poder. Debajo de ellos le siguen todos aquellos, que igual desean el poder, pero no cumplen con diferentes factores que impiden su progreso. Al fondo se encuentra la gente normal, los que se conforman con el vivir cotidiano. Ellos aun así, siempre buscan mejorar.
¿Esto es algo bueno? La respuesta es incierta para muchos. Para mí definitivamente está clara si tomas en cuenta que no les importaría destruir a otros solo para mejorar ellos mismos. Solo piénsalo, si te dijeran: ¿Quieres ser rico? ¿Quieres vivir en una mansión? ¿Quieres ser popular? ¿Quieres ser superior al resto? La mayoría de las personas respondería positivo ante esto, y claro por sí solo no tiene nada de malo.
El problema es hasta que punto están dispuestos a llegar por obtenerlo. Ahí es donde yace la verdadera naturaleza humana: el egoísmo, la soberbia y el deseo de poder. En mi vida me encontré muchas veces con estas interrogantes, al punto de que es increíble como mi insignificante existencia en este mundo pudo llegar a convertirse en quien soy hoy. También hubo muchas otras interrogantes que se desarrollaran por el camino.
Todos los humanos seguimos el sentido común, leyes invisibles e intangibles, basado en la ética, la moral y los valores, así es, los valores humanos. Somos la única especie inteligente, razón para determinar nuestra superioridad pero, ¿y si esto no fuera así? ¿Y si hubieran otros seres inteligentes? ¿La naturaleza humana se mantendría intacta? Por fortuna o por desgracia, yo encontré la respuesta.
Les contaré un poco sobre mí. Yo viví en este mundo conocido como Tierra en un país llamado Japón. Si tuviera que describir mi vida solo necesitaría cuatro palabras: una pérdida de tiempo.
Una vez fui una niña normal como todos, hasta los cinco años donde mi padre, mi madre, y mi hermanita pequeña aún en su vientre, salieron de viaje y jamás volvieron. Puede que en ese entonces fuera amada, pero es algo que nunca recordé a partir de ese día. ¿Quién podría culparme? Solo era una niña pequeña.
Me adoptaron mis tíos que vivían en un pueblo remoto. A partir de entonces todo comenzó a ir mal: en la escuela era objeto de maltrato de otros niños solo por ser algo diferente a ellos, y mi tío era un borracho que le gustaba maltratarme físicamente.
A la edad de 12 años comenzó a abusar sexualmente de mí. Mi tía, por otro lado, era un caso perdido, sus ojos solo reflejaban el terror de vivir toda una vida con ese hombre y de vez en cuando se podía vislumbrar un atisbo de locura en ellos.
Fueron los peores años de mi vida, y en los que aprendí a temer a ese hombre, un miedo inexplicable, no a la muerte o al dolor, solo puro miedo. La mejor palabra para describirlo sería: trauma.
Tuve un asco de vida, pero claro esto no era todo el tiempo. Mi tío trabajaba y mi tía murió repentinamente por una enfermedad crónica, desde entonces tuve más tiempo libre. Esto ocurrió a mis trece años. Aprendí a hacer los quehaceres de la casa, una vez terminados tenía tiempo. ¿Pero qué hacer con el tiempo?
En realidad había algo, desde pequeña me han gustado mucho los animes, mangas y videojuegos. Así que me dediqué a eso. Al terminar la secundaria con 15 años, mi tío no me permitió ir más a la escuela. Allí no era mejor que en casa, nadie me comprendía y solo por ser diferente, me herían y me hacían a un lado.
Nunca tuve amigos, ni me relacioné con nadie. Tampoco le importaba a mis profesores, por eso dejar la escuela no supuso un problema. Más bien fue un pequeño alivio. Se podría pensar: ¿Por qué no pedir ayuda? ¿Por qué no denunciarlo a las autoridades? La respuesta es sencilla: por el miedo y el terror infundido, la desconfianza en las personas y el hecho de que ese hombre se convirtió en un trauma para mí.
Finalmente también me aburrí de mis pasatiempos, no tenía nada que hacer, solo pensar. Pensé en el valor de mi vida, de mi efímera e insignificante existencia, por primera vez a los 16 años. Entonces surgió el deseo por el conocimiento, estaba encerrada en casa, por eso quería saber sobre el mundo exterior.
Aprendí de todo, incluso de las asignaturas dadas en la escuela, y a todo le cuestionaba el significado. ¿Quién decidió que es el amor? ¿Y qué son los valores? ¿Y la felicidad? ¿Por qué carezco de todo? ¿Por qué soy diferente? A pesar de leer todos estos conceptos, nunca llegué a entenderlos.
Incluso así soñaba con todo ello, con estos hermosos sentimientos. Por eso me encantaban las historias de fantasía, historias de otro mundo, de aventuras, romance y amistad. Pero solo era eso, un sueño estúpido.
Yo realmente aprendí de todo, lo bueno y lo malo. Sin embargo, solo experimenté el lado oscuro, la pérdida, el dolor, la tristeza, la soledad, el sufrimiento, la agonía y finalmente el desinterés. Aun así no supe que es la traición, el desamor ni la decepción, si nunca tuve amigos con quien contar, amor al cual recordar, esperanza a la que aferrarme, personas amadas y de confianza, no tuve nada.
Si carecía de todo, ¿aún podía llamarme ser humano? ¿Un ser tan desagradable como yo siquiera merece vivir? Nunca pensé en vengarme ni nada parecido de ese hombre que odio tanto. Tampoco pensé en el futuro o el pasado, solo veía el presente como algo inevitable. Nada tiene sentido. Algo hice para merecer esto. Pero por más que busqué, nunca entendí que.
Si mi vida no tiene sentido, ¿debería morir? A los dieciocho me planteo esta interrogante, la que se respondió por sí sola. Mi tío borracho tuvo un accidente automovilístico, después unos extraños hombres llegaron y reclamaron la casa que al parecer, mi tío perdió en sus usuales apuestas.
No quedaba nada, ni un solo sentimiento brotó en mí ante tantos sucesos. Ni siquiera sentía dolor, era un invierno que trajo una gran nevada, pero no tenía frío. Solo quedó una cosa: indiferencia. Mi personalidad ni siquiera estaba definida, todo daba igual. Solo caminé bajo la nevada en la madrugada del día en que me echaron de la casa, no había nadie alrededor debido a los fuertes vientos.
Solo caminé, hasta donde mis pasos me llevaban. Antes de darme cuenta llegué a mi vieja escuela secundaria, esta contaba con una sección de preparatoria también. Sin embargo, no me arrepiento de no haber asistido y no entendía porque llegué allí. Mis ojos estaban vacíos, no había luz en ellos. Caminé hasta la azotea, la puerta estaba abierta. Ni siquiera consideré este hecho extraño, solo seguía andando.
No podía pensar en nada hasta que estuve parada en el borde del edificio. Solo era un paso, y todo acabaría, me liberaría de esta extraña opresión en el pecho que no sabría describir. No cierro los ojos, miro hacia adelante y me aventuró, realmente eso fue todo lo que tomó: un paso.
Al final vi mi vida pasar frente a mis ojos como un cortometraje de película, realmente un desperdicio.
Mi último pensamiento antes de todo volverse negro fue:Desearía haber tenido una mejor vida.
Año 2144 una chica se suicida, su nombre era Kuchiki Yuuki.
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Isekai Yo que Reencarne y Ellos que fueron Invocados
FantasíaUna chica japonesa vive una vida muy miserable y decide suicidarse. Sin embargo un caprichoso Dios le da una nueva oportunidad. Ella reencarna en un mundo de magia, guerras y espadas. Años después, en ese primer mundo un grupo de amigos son invocado...