Capítulo 5 parte 2

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Lady Candice lo vio marcharse. Con cada paso que él daba alejándose, ella se sentía más desolada. Por alguna razón, casarse con él no le resultaba tan abominable como hacerlo con su pariente, el conde de Pembroke. Un hombre que le doblaba la edad. No es que el conde fuera desagradable a la vista, por el contrario, se conservaba muy bien a pesar de haber pasado ya poco más de cuarenta inviernos sobre este mundo. Sin embargo, no era alguien a quien consideraría para un matrimonio.

Además, ella seguía enamorada de lord Anthony y no concebía la idea de compartir su vida con alguien que no fuera él. Aun así, el dolorcito que le causaba ver la espalda del señor Terrence alejándose de ella continuaba ahí, haciéndose oír quedito.

Miró a su alrededor, la oscuridad empezaba a hacerse presente en la isla, sobre todo debido a la espesura del bosque. Debía volver a su celda enseguida, antes de que la noche cayera sobre ella. Respiró profundo, sepultando con el gesto sus emociones.

Mientras caminaba por el sendero del bosquecillo, se dijo que por ningún motivo debía mostrar lo devastada que se sentía. Su última esperanza para evitar este matrimonio era apelar a sus deseos de consagrarse. Sor María le estaba dando tiempo para que meditara y tomara la mejor decisión.

En cualquier caso, debía recitar unos votos, la cuestión era a quién.

***

En Grandchester Castle, la duquesa de Grandchester atendía a su inesperado huésped. La visita de lord Pembroke la tomó por sorpresa, pues este nunca dio indicios de querer mantener una relación familiar luego de haber tomado el título de su padre. En todos estos años, jamás se preocupó por el bienestar de ninguna de ellas, no obstante, no sería ella quien se quejara de su llegada, por el contrario, las intenciones del lord le allanaban el camino. Gracias a él, ya no tendría que mover un dedo para impedir que Terrence se casara con Candice. Su hermana se casaría con lord Pembroke y ni siquiera tendría que esperar la aprobación de nadie, el mismo conde era el responsable legal de su hermana y madre, aunque a efectos prácticos hubiese delegado tal responsabilidad en el conde de Bristol, él todavía podía decidir sobre el futuro de lady Candice. No importaba que, si se empeñaba, pudiera casarse con quien ella quisiera, pues cualquier párroco celebraría la ceremonia sin preguntar si tenía consentimiento de su familia. Agradeció en silencio que su hermana no tuviera el coraje suficiente para revelarse.

—¿Cuándo vuelve su excelencia? —preguntó el conde a la duquesa viuda, con quien mantenía una amena charla acompañada de té y pastas.

—Dios mediante a principios de mes. —La duquesa viuda depositó la taza medio vacía en el platito y luego se dirigió a su nuera—: ¿no es así, querida?

—Si el Señor así lo quiere.

Lady Amelie respondió sin ser muy consciente de la plática que sostenía la madre de su marido con el conde.

—¿Han fijado una fecha? —preguntó lady Prudence a lord Pembroke.

—Aún no, primero debe dejar el priorato —aclaró el hombre antes de dar un sorbo a su té.

—Ha elegido bien, milord —comentó la duquesa viuda—. Lady Candice es una dama muy bien instruida.

—Estoy seguro de ello. —Lord Pembroke sonrió.

—Mañana iré a ver a madre para ayudarla con los preparativos —intervino lady Grandchester, una radiante sonrisa iluminaba su semblante. Candice se iría de Cornualles. Y ella tendría a Terrence otra vez.

Lord Pembroke observó a la hermana de su futura esposa. La duquesa era hermosa, una mujer que podría volver loco a cualquiera, sin embargo, a él lo dejaba frío. Sus gustos eran distintos.

Quiero tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora