Capítulo 21 parte 2

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"La Silenciosa" llegó a St. Michaels al día siguiente. La mayor parte de la tripulación sería relevada por la del Perséfone para poder zarpar enseguida a Southampton, el destino final de la carga de la embarcación. Solo cargarían los víveres que reunieron esos días mientras esperaban el arribo del navío.

Lady Candice estaba en su habitación, sentada en la cama observando a su marido que en ese instante se calzaba las botas.

—Prométeme que te cuidarás —pidió ella por enésima vez, sentía una opresión en el pecho que no la dejaba estar en paz.

—Estaré de regreso en pocos días, no tienes de qué preocuparte.

—Déjame ir contigo entonces. —Dejó la cama y caminó hacia él.

—No insistas, esposa.

—No entiendo por qué no quieres que vaya.

—Porque prefiero que te quedes aquí, en la seguridad de nuestra casa —explicó él, por enésima vez también.

—Pero Jane sí va —gimoteó al tiempo que se abrazaba a él.

—Jane es la única que puede reconocer a su hermana. —Terrence le devolvió el abrazo, sonriente. En su fuero interno disfrutaba de los intentos de su esposa por convencerlo de llevarla con él a Southampton.

—Deberían inventar alguna cosa que sirva para grabar la imagen de uno, así podrías llevar eso en lugar de a Jane.

—Ya existe, esposa —comentó él al tiempo que besaba la coronilla de ella.

—¿De verdad? —preguntó sorprendida, elevó la cabeza para mirarlo.

—Sí, hace tiempo asalté un galeón francés donde llevaban uno —dijo como si nada.

Lady Candice lo miró con ojos agrandados, a medio camino entre la indignación y la resignación. Era increíble la soltura con que hablaba sobre sus actividades piratas, sin pizca de remordimiento, además. Se mordió el interior de la mejilla para no decir nada al respecto.

—¿Te he escandalizado, esposa? —preguntó con una sonrisa socarrona, sus ojos brillaban con diversión.

Lady Candice abrió la boca para decirle lo escandalizada que estaba, pero él aprovechó para robarle uno de esos besos que le licuaban el pensamiento.

—Prométeme que no andarás por ahí sin compañía —rogó él con sus labios todavía sobre los de ella.

Lady Candice solo pudo afirmar con la cabeza, su mente seguía fuera de ella.

—Capitán, estamos listos —se escuchó la voz del Cuervo al otro lado de la puerta.

—Debo irme —murmuró al tiempo que pegaba su frente a la de ella.

Terrence estaba igual o más reacio que su esposa a separarse, aunque fuera unos días, sin embargo, dadas las circunstancias era mejor que permaneciera en Cornualles, lejos de los tentáculos de sus antiguos conocidos.

—Vuelve pronto, por favor.

—Lo haré.

Lady Candice subió las manos al rostro de Terrence, la necesidad de tocarlo, de quedarse junto a él rodeada por sus brazos era agónica.

—Cuídate, no hagas nada que ponga en peligro tu vida.

—No te preocupes. —Frotó su nariz contra la de ella, en una tierna caricia que le aflojó las lágrimas a la dama—. No llores, cariño mío. Regresaré entero, lo prometo.

—Está bien. —Lady Candice limpió con sus manos las gotitas saladas que escurrían de sus lagrimales y se esforzó por mostrar una sonrisa. No quería que la última imagen que él se llevara de ella fuera su rostro triste y lloroso.

Quiero tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora