Tal como informó a Jane, dos de sus hombres fueron por los baúles de Lady Candice esa misma tarde. Y mientras ellos se encargaban de llevarlos al barco, él se ocupaba de la dueña de estos. La encontró como siempre, rodeada de chiquillos y con un libro en las manos. Esta vez no esperó a que los niños la dejaran sola; la expresión de su rostro lo atrajo como la flor a la abeja.
—El príncipe tomó en brazos a la princesa y la acomodó junto a él. Montados en el hermoso pegaso surcaron el cielo, felices de por fin estar juntos. Tal como prometió, la llevó allá, donde terminaba el arcoíris —decía la dama en ese momento.
Tenía los ojos cerrados, el rostro un poco hacia arriba, como si hubiese estado mirando el cielo antes de bajar sus párpados. Una sonrisa tierna tiraba de sus labios.
—¿Y qué pasó con el pirata? ¿por qué no se quedó con la princesa? —preguntó uno de los niños, un tanto enfurruñado.
Al escuchar la pregunta del crío, lady Candice abrió los ojos, encontrándose de pronto con la azulada mirada del señor Terrence. Este tenía una expresión serena, incluso sonreía. En ese momento con el rostro relajado no resultaba tan intimidante por lo que no contuvo el impulso de corresponder a su sonrisa.
—Colin, el pirata era malo. —La respuesta de Mary, una de las niñas más pequeñas, lo hizo fruncir el ceño. Candice se sintió de pronto nerviosa—. Secuestró a la princesa —explicó la pequeña al tiempo que elevaba la mirada al cielo como rogando paciencia por la ineptitud del niño.
—Pero también estaba enamorado de ella —refutó Colin cruzándose de brazos.
—Pero ella no. Ella quería al príncipe Anthony —dijo entonces otra de las niñas, haciendo que Candice bajara la mirada avergonzada. Estaba segura que el señor Terrence sabía ahora quién era la princesa en la historia.
—No me gusta este cuento. —Colin se levantó, enojado por el final—. La princesa es una tonta.
—El tonto eres tú —dijo Mary, enojándose también.
—Niños, niños, por favor. Es solo un cuento. —Lady Candice dejó el banco de piedra para intentar mediar entre los pequeños—. Vayan a prepararse, es casi la hora de comer.
Los chiquillos se despidieron de ella y mientras corrían en dirección al priorato los adultos todavía podían escuchar sus alegatos sobre los protagonistas del cuento. Lady Candice mantuvo la mirada en ellos, retrasando su encuentro con el señor Terrence. Se sentía tan mortificada. No sabía cómo iba a mirarlo a la cara sin morirse de la vergüenza.
—El pirata, ¿cuál era su nombre? —lo escuchó decir a sus espaldas, muy cerca de su oído.
—Es... es solo... solo un cuento —contestó, temblorosa, turbada por la cercanía de él y por la calidez que su aliento enviaba en la base de su cuello aun a través del hábito.
—El príncipe tenía nombre —reclamó él, sin dejar notar la rabia que todavía sentía desde que escuchara el nombre del dichoso príncipe.
Estaba tragándose el coraje a costillas de sus manos empuñadas. Tenía los nudillos tan blancos que, cuando por fin los relajara, le hormiguearían.
—¿A qué ha venido? —preguntó Lady Candice para desviar la conversación, no quería entrar en detalles que ni ella misma entendía.
—A lo mismo que el pirata de su cuento —murmuró él, pegándose más a la muchacha, rozando su pecho con la espalda de ella.
—¿Qué? —Lady Candice se giró tan rápido que perdió el equilibrio; terminó rodeada por los brazos de él, recostada sobre su firme torso.
—Voy a secuestrarla, sor Magdalena —aclaró para consternación de la joven dama—. Y usted no se resistirá.
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Quiero tu corazón
FanfictionLady Candice ha pasado su vida suspirando por el amor de su excelencia, el duque de Grandchester, por eso, cuando fue evidente que... Sigue leyendo en la sinopsis. Historia ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII. Inspirada en la obra "Corazón S...