Capítulo 22 parte 2

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Madame Rose balbuceaba tras el trapo que tapaba su boca, otro le obstruía la visión. Cuando regresó a su alcoba tras el rondín nocturno alguien la había atacado, la desmayaron cortándole el oxígeno al taparle la nariz y boca. Al despertar estaba maniatada con la boca y ojos cubiertos por una tela. No veía ni escuchaba nada, salvo unas respiraciones. Se debatió sobre la cama donde la tenían sujeta al colchón, en un intento por liberarse, no obstante, no logró nada salvo rasparse los brazos con la cuerda. No supo cuántos minutos habían pasado cuando escuchó que la puerta de la habitación se abría. Se quedó quieta sobre la cama, tratando de escuchar cualquier cosa que le sirviera para reconocer la identidad de sus atacantes. Nadie hablaba, solo el roce de la ropa al andar era lo que oía.

La ventana. Alguien abrió la ventana. ¿Estarían huyendo por ahí? Pensó en el cofre con monedas de oro y alhajas que guardaba al fondo de uno de sus baúles. Esperaba que mientras estuvo inconsciente nadie hubiese hurgado ahí o estaría arruinada. O'Sullivan no sería nada comprensivo si resultaba que el dinero y las joyas no estaban. Ese desgraciado era capaz de matarla. Por enésima vez se preguntó que buscaban en Rose Garden y lo más importante: ¿quiénes eran?

O'Sullivan era temido entre la gente de su calaña, era muy poco probable que alguien se atreviera a irrumpir en sus dominios y no sufriera las consecuencias, hecho que le hacía pensar que no se trataba de cualquier ladronzuelo.

Mientras cavilaba en la posible identidad de los ladrones, la puerta de la habitación volvió a abrirse. Esta vez el movimiento fue mayor. Roce de faldas. El pánico la invadió y comenzó revolverse en la prisión que las cuerdas y la cama conformaban.

¡Sus flores! ¡Estaban robando su jardín! ¡Iba a matarla! ¡O'Sullivan iba a matarla!

Terrence se paró en la puerta de la habitación, dándole el paso a las cuatro mujeres. Hizo una seña a Feng y Swan para que las ayudaran a bajar por la escalera al pie de la ventana. Todo en completo silencio. Primero bajaron Jane y Joanne, las más importantes para su esposa y, por lo tanto, para él. Tras ellas lo hicieron las otras dos. Estaba por llegar al suelo la última cuando un golpe en la puerta de la alcoba los puso alerta. Con una seña le indicó a Swan y al Cuervo que bajaran y continuaran con el plan tal como lo habían trazado. Él y Feng se harían cargo de la persona en la puerta.

—Madame, el jefe acaba de llegar y solicita su presencia en el despacho —habló el lacayo desde fuera de la habitación.

Terrence sonrió, complacido por la posibilidad de tener unas cuantas palabras con O'Sullivan. El maldito bastardo iba a aprender a no usar sus barcos para mercadear con jovencitas. El que Joanne no hubiera abordado el bergantín no significaba que otras no lo hubiesen hecho. Volvió sobre sus pasos hasta la puerta de la habitación, sin embargo, el pequeño Feng se interpuso en su camino.

—Esposa espera —susurró este para sorpresa de Terrence.

¿Es que acaso era víctima de un complot y no sabía? Lo tomó de los hombros para quitarlo por la fuerza, pero este, a pesar de su estatura, tenía un excelente dominio de su cuerpo; era una cosa sobre equilibrar el peso que él no comprendía.

—¿Madame? —la voz del lacayo seguida de otro par de golpes los devolvió a la situación en la que se encontraban.

Terrence imprimió más fuerza para moverlo, pero Feng dijo algo que lo hizo soltarlo en el acto. El color huyó de su rostro y por un momento se quedó congelado, con la mirada perdida. Feng volvió a hablar, sacándolo del estupor en que lo sumió lo dicho antes por él. Exasperado por su falta de control, y con el corazón zumbándole en los oídos, regresó a la ventana. Salió de ahí hecho una furia, con Feng pisándole los talones.

Abajo lo esperaban los dos hombres que dejaron vigilando.

—¿Las mujeres? —preguntó a estos, su voz áspera traslucía su enfado.

Quiero tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora