El par de palabras pronunciadas por ella, explotaron en el pecho de Terrence.
¿Candice lo quería? ¿Sería posible que no sintiera ya nada por el duquecito? Si hasta hacía unas semanas iba a hacer un voto al Señor impulsada por ese amor no correspondido.
¡Se dejó raptar solo para no hacerlo sufrir!
Si esto era una treta para ablandarlo...
—¿Lo dices de verdad o para manipularme? —Se arrepintió de la pregunta apenas vio desaparecer el brillo de ilusión en los ojos de ella. Maldita fuera su lengua y sus estúpidas inseguridades.
Lady Candice se movió sobre la cama para liberarse del contacto de las manos de Terrence.
—Déjame sola, por favor —dijo tumbándose sobre la orilla opuesta en que se encontraba él, en ese momento no soportaba su presencia. Necesitaba estar sola para desahogar su desilusión sin ningún recato.
«¡Maldito imbécil!», rumió Terrence en sus adentros, su mirada fija en la espalda de la joven.
Quería tragarse sus palabras, deseaba nunca haberlas dicho, sin embargo, las palabras eran como el tamo que una vez echado al viento era imposible atrapar de nuevo. Se quedaban para siempre en la mente y el corazón de quien las recibió, tal y como se quedaron en él las pronunciadas por la esposa de su padre; ese hombre que no supo luchar por su madre ni por él.
Iba a hacer lo que le pidió, su propio humor no era el indicado para sostener conversación alguna, pero no pudo moverse de la cama. De alguna manera sabía que si se iba empeoraría la situación. Además, no quería dormir en ningún otro lado porque, así como la cama de ella era donde él estuviera, su cama era en la que su esposa durmiera.
Preparado para el rechazo de ella se acostó a su lado, traía solo las calzas puestas, antes de ir a buscarla se había quitado las botas y refrescado el cuerpo en el aguamanil. No quería llevar en el cuerpo el olor ni las huellas del toque de Rowena, bien sabía el Señor que tal hecho podría costarle el matrimonio.
Se quedó en su lado de la cama, esperando con el corazón atorado en la garganta el veredicto su esposa. Sin embargo, ella no pronunció palabra alguna, estaba rígida, con la colcha echada hasta la oreja cubriéndola casi por completo. Pasados unos minutos un ligero temblor sobre el colchón lo hizo maldecirse a él y a toda su ascendencia por parte del duque.
Lady Candice lloraba en silencio, mordiéndose la mejilla interior para no dejar escapar los sollozos que tenía atorados en la garganta. Era una tonta, una estúpida. ¿Por qué tuvo que ser tan ingenua y confesarle su amor? El señor Terrence era un pirata, lo mismo podía fingir ser un esposo atento que demostrar su verdadera naturaleza. Más de una vez había sufrido ya su desplantes y malos modos, pero aun así quiso creer en las palabras de Jane. No obstante, estaba visto que su doncella se equivocaba, él no la quería.
Mientras él estaba en las mazmorras con Rowena, Jane fue avisarle que ya iba a retirarse a su habitación. Era una costumbre que tenía desde que le servía en casa de su madre. Siempre le preguntaba si no necesitaba nada más antes de dormir, ella siempre le contestaba que no y le deseaba bonitos sueños. En este su nuevo hogar seguía haciéndolo, pero ella percibía que no era por los mismos motivos que antes, ahora lo hacía para verificar que estuviera bien y que en verdad no necesitara nada; como que durmiera en un catre junto a su cama, por ejemplo.
Esa noche, tras contarle sus inquietudes, la muchacha le dio su opinión sobre el comportamiento errático del señor Terrence, sin embargo, aunque decidió aferrarse a la primera opción ahora pensaba que la joven tenía razón en su primera apreciación.
—Solo hay dos opciones, milady —le dijo desde la puerta antes de salir para irse a su habitación en la planta baja.
—¿Cuáles?
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Quiero tu corazón
FanfictionLady Candice ha pasado su vida suspirando por el amor de su excelencia, el duque de Grandchester, por eso, cuando fue evidente que... Sigue leyendo en la sinopsis. Historia ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII. Inspirada en la obra "Corazón S...