Capítulo 14 parte 2

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Lady Candice estaba sentada frente al espejo de su tocador. El vestido azul con bordados en oro, se ajustaba en su pecho con un escote bajo que la hacía sonrojarse cada vez que su mirada se posaba en el movimiento de sus senos al respirar.

—Jane, este escote es demasiado... se me ve todo —dijo a la doncella mientras esta daba los últimos toques a su peinado; un recogido en la parte alta de su cabeza que despejaba su rostro por completo. Tenía tanto cabello que mucho se temía que terminaría con dolor en el cuello por el peso del recogido y con dolor de cabeza por tanta horquilla.

—Así se usa, milady.

—Y ese armatoste. —Señaló el panier, un armazón de metal que debía llevar bajo la falda para dar volumen a su cuerpo—, no voy a caber por la puerta con eso puesto.

—Por eso va a pasar de lado —respondió Jane, paciente.

Lady Candice resopló. Su vida sencilla, alejada de las tertulias de la nobleza, la malacostumbró a no usar ese complemento de la vestimenta femenina. No entendía el afán de las mujeres por lucir como si trajeran un par de canastas pegadas a las caderas. De pronto entendió la razón de ser de las puertas dobles en las casas de la aristocracia. ¡Era para que cupieran por la puerta!

Se prometió en silencio que no volvería a usar esa cosa tan espantosa, prefería lucir como una campesina que parecer una mula con canastos.

Hacía rato que los preparativos para la ceremonia estaban en marcha. Según le dijo Jane, la cocinera se entregó en cuerpo y alma a la tarea de elaborar un banquete para celebrar la unión de sus señores; hecho que la emocionó.

Esos días en que comenzó a involucrarse en el funcionamiento doméstico del castillo, se dio cuenta que Molly y su hija eran excelentes personas que tenían en muy alta estima a Terrence. Allá a donde fuere, su esposo inspiraba temor, y, en el peor de los casos, terror. No obstante, la gente del castillo acompañaba ese temor con un respeto casi reverencial.

Respeto que extendieron a ella.

¿Les exigiría él que lo hicieran?

Nunca la presentó ante los sirvientes como su esposa, primero por el malentendido a su llegada y luego por su accidente en la bañera, sin embargo, en ese momento comprendió que él sí que debió hablar con ellos. Sonrió al espejo, imaginándolo en el vestíbulo pegando gritos y amenazando a cualquiera que se atreviera a hacerle un desaire.

En casa de su madre tenían los sirvientes indispensables para el buen funcionamiento de la casa, no obstante, el respeto y obediencia de estos siempre los dio por sentado; le venían con la condición de hija de la familia, nunca tuvo que ganárselos.

Recordar su antiguo hogar, le hizo pensar en su madre y en lo mucho que le gustaría tenerla junto a ella. No solo ese día en que por fin se casaba con el hombre que amaba, sino siempre, deseaba tanto que pudiera formar parte de su nueva vida. Incluso Amelie... si las circunstancias fueran otras.

Se preguntó cómo habría sido su vida si hubiera conocido a Terrence antes que su hermana. ¿Se habría enamorado de él y olvidado al duque? ¿Habría Amelie dejado a lord Anthony e ido tras Terrence a pesar de sus sentimientos hacia él?

Recordó el día del matrimonio de los duques de Grandchester. Si ella no hubiese abandonado la ceremonia, ¿habría conocido a Terrence? ¿habría impedido que cometiera la locura de raptar a Amelie?

En aquél momento no pensó en las consecuencias, ni mucho menos sospechó que tenía ante sí al temible pirata Hades, nombre que jamás escuchó antes, pero que ahora sabía era el de uno de los hombres más poderosos y peligrosos de los mares.

Quiero tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora