Capítulo 6

3.2K 325 146
                                    

Recorrieron el sendero en silencio.

Terrence, rumiando toda suerte de maledicencias en contra del dichoso lord. ¿Quién se creía este para venir a reclamar a su prometida como propia? Cierto que hasta hacía un instante dicha prometida estaba reacia a casarse con él, pero esos solo eran detalles que ya se estaba ocupando de solucionar.

Lady Candice se dejaba conducir por él. No sabía si estaba tomando la decisión correcta; lo que sí sabía era que, entre todas sus opciones, esta era la que menos infeliz la hacía. El señor Terrence le despertaba emociones que le hacían pensar que, quizá con el tiempo, podría llegar a albergar un cariño sincero por él, aunque no fuera ni de cerca como el que le profesaba a lord Grandchester. No así lord Pembroke. La cercanía del conde le provocaba rechazo, estaba segura que no podría unir su vida con la del lord.

Dentro de la edificación se dirigieron a la oficina de Sor María. Las fuertes pisadas de las botas altas de Terrence, resonaban por el solitario pasillo. Ninguno de los habló en todo el camino. La puerta de la oficina estaba abierta como de costumbre.

La religiosa, sentada tras su escritorio, estaba sola.

El resonar de las botas ya había alertado a sor María de la visita de Terrence, conocía sus pasos a la perfección. Levantó la cabeza para verlo y la sonrisa de bienvenida murió en sus labios al percatarse de la presencia de Candice. ¿Qué hacían esos dos juntos?

—Lord Pembroke, ¿dónde está? —preguntó Terrence importándole bien poco las normas de cortesía que lo obligaban a saludar primero.

—Se marchó hace unos minutos —respondió sor María, acostumbrada a su falta de modales—. ¿Candice? —Usó el nombre de la muchacha para preguntarle qué hacía ahí, en compañía de Terrence.

La aludida adelantó un paso. Intentó soltarse del agarre del señor Terrence, pero este no la dejó. La religiosa agrandó los ojos al notar sus manos unidas.

—¿Qué está pasando aquí, Terrence? —Sor María se levantó, aferrándose al borde del escritorio lo miró con dureza.

Terrence entrecerró los ojos ante el tono de la religiosa. Se dirigió a él con la misma autoridad con que lo reprendía años atrás, cuando solo era un chiquillo más del orfanato. Si se tratara de cualquier otra persona, jamás permitiría que le hablara así, pero era sor María, la única persona que le mostró un poco de cariño cuando se quedó solo en el mundo.

—Nada de lo que usted tenga que preocuparse —respondió mordiéndose la lengua porque, para su pesar, respetaba a la mujer.

—Candice... —Sor María se dirigió otra vez a la joven en busca de respuestas que la ayudaran a comprender lo que ocurría.

—Ya le he dicho que...

—Vamos a casarnos —contestó lady Candice haciendo que el señor Terrence se callara.

A Sor María le dio vueltas la cabeza. Suerte que estaba agarrada del escritorio o habría caído en su silla sin ninguna gracia.

—Pero, me dijiste que te casarías con lord Pembroke —murmuró la monja.

Lady Candice negó con la cabeza.

—Dije que iba a casarme, pero nunca mencioné a lord Pembroke.

Terrence recordó la conversación; se maldijo por idiota. Acababa de darse cuenta de que sacó conclusiones apresuradas. Tal parecía que, cuando se trataba de la monjita, se le embotaba la mente a tal grado que perdía todo raciocinio.

—Pero... —Sor María se dejó caer sobre la silla, no podía hilar pensamiento.

—Espero contar con su bendición, madre. —Terrence jugó su última carta. En contadas ocasiones se dirigía a la religiosa por ese apelativo. De sobra sabía que ella lo consideraba un hijo, incluso él la veía como esa madre que desde edad muy temprana le faltó, la quería y la respetaba, sin embargo, le era difícil demostrarle afecto.

Quiero tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora