—El Cuervo irá con ustedes —le informó el señor Terrence. Estaban parados frente al espejo. Ella con el corsé a medio cerrar. Él a su espalda con las manos en los cordones de la prenda.
—¿Tú no vendrás? —preguntó ansiosa. Semanas atrás habría suspirado de alivio, hoy solo quería pedirle que no la dejara sola.
—Debo supervisar el desembarco —respondió contra la piel de los hombros de la joven, sin mucho ánimo de dar explicaciones.
—¿No puede hacerlo el Cuervo?
Terrence dibujó una sonrisa sobre el cuello de lady Candice al comprender que la reticencia a separarse, aunque fuera solo por un rato, era recíproca. Saberlo lo hizo sentirse un poco más seguro del terreno que pisaba. No lo diría ni bajo amenaza de muerte, pero le aterraba que el idilio que recién se gestaba, se perdiera cuando dejaran "La Silenciosa". Temía que la Candice tierna que aceptaba sus besos y caricias desapareciera en tierra, donde tendría mayor libertad y podía escapar del asedio al que la estaba sometiendo.
—Podría, pero quiero hacerlo yo. —Su boca continuaba dejando un reguero de pequeños besos por la columna del cuello de la joven.
Lady Candice no dijo nada más al respecto. La respuesta de él fue demasiado elocuente como para albergar dudas. Lo que sea que fueran a bajar era más importante que ella y sus tontos miedos. El hecho fue el toque de realidad que necesitaba para no perderse en los sentimientos que comenzaba a albergar por el hombre a su espalda.
—¿Podría Jane ayudarme? —murmuró con la mirada fija en el suelo, resistiéndose a las sensaciones que los labios de él le provocaban.
Terrence dejó de hacer el tonto para mirarla. Frunció el ceño. ¿A santo de qué pedía a la doncella entrometida? Él la ayudó el día anterior y lo estaba haciendo ahora, no había necesidad de llamar a la mujer.
—Por favor —dijo ella, mirando a cualquier parte excepto al reflejo en el espejo.
—¿Qué pasa? —inquirió él con el mismo tono hosco que usaría con cualquiera de sus hombres.
—Nada, solo quiero que Jane me ayude. ¿Es mucho pedir?
Aunque el timbre de voz era casi un susurro, Terrence detectó cierto matiz de rebeldía que, para su desconcierto, le gustó. Estos días descubrió que su mujercita tenía de sumisa lo que él de mojigato. Si no se andaba con cuidado iba a manejarlo con solo mover el dedo meñique; el problema era que él cumpliría gustoso cada capricho suyo.
—Tus deseos son órdenes, milady —dijo mientras posaba un último beso en el hombro de la joven.
«Ella ya hace contigo lo que quiere, imbécil», vociferó en sus adentros mientras salía del camarote para llamar a la doncella. A pesar de todo, sonreía.
***
"La Silenciosa" fondeó —término que le escuchó decir al señor Terrence—, a un par de millas de la playa la tarde anterior, sin embargo, esperaron a que fuera de mañana para comenzar a bajar a tierra. Para llegar a la orilla tenía que encaramarse en un bote que luego sería bajado al agua con la ayuda de un par de poleas y unas cuerdas del ancho de sus dos brazos juntos.
No tuvo un segundo de paz desde que el señor Terrence le dijo que esa era la única manera de ir a tierra. Después que el primer bote —en el que viajaba el Bardo—, bajara sin contratiempos se sintió un poco más segura, sin embargo, cuando fue su turno, a punto estuvo de decir que prefería quedarse a bordo; sobre todo porque, tal como le dijo por la mañana, él no la acompañaría en la travesía hasta la playa.
—Por favor, deja que el Cuervo sea quien se quede aquí —musitó aferrada al brazo de su casi marido, muerta de miedo.
No era la primera vez que iría en una barcaza, no era eso lo que la atemorizaba, sino la posibilidad de que la cuerda, por más gruesa que fuera, se rompiera.
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Quiero tu corazón
FanfictionLady Candice ha pasado su vida suspirando por el amor de su excelencia, el duque de Grandchester, por eso, cuando fue evidente que... Sigue leyendo en la sinopsis. Historia ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII. Inspirada en la obra "Corazón S...