CAPITULO 14 Elena

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No he podido dormir bien en días, pensar en que he vuelto a verle, aunque fuese en ese plano que nos unió desde nuestra infancia, fue algo abrasador, luminoso, pero también aterrador. Su rostro sorprendido, su aura cargada de ansiedad y esa manera de abrazarme, como si no quisiese volver a soltarme nunca, todo se convirtió en mi propia tortura, ya que tendría que traicionarle, tendría que llegar al objeto más resguardado del mundo para tratar de salvarle de mi propio destino atroz.

Como si el mundo conspirara contra nosotros, como si no hubiesen sido suficientes cuatro años separados, ahora tendría que escabullirme en sus dominios para así hurtar algo que le ha sido encomendado a cada rey dragón que ha puesto su vida al servicio de la nación de Goll.

Verle y sentirle nuevamente, aunque fuese en esos sueños que nos unen, ha sido maravilloso, no importaba que hubiese desaparecido de pronto, esfumándose de mi visión como un destello de luz extinto, trayendo consigo la oscuridad real, la que siempre me rodea estando tan lejos de él.

Draco era mi luz, mi sol. No podía y no quería estar más tiempo lejos de él, pero era necesario si quería salvarle.

He enviado una carta dirigida a Amber con un mensajero, esta contiene la dirección del hotel en donde nos encontramos. La descripción era breve, simplemente le decía que estaba en Goll y en dónde podría encontrarme. Por lo demás, sólo pedí discreción, le decía que si traía a alguien más con ella me tendría que ver en la necesidad de irme.

Lo malo de la carta era la desconfianza que imprimía, pero no podía confiar en muchas personas y menos considerando que rodeaban a Draco y que todos sabían que me estaba buscando. Ahora bien, Amber era mi amiga, pero tengo cuatro años sin verla y ahora mismo no sé para quién es su lealtad.

No podía arriesgarme con nadie, lo tenía claro.

Marcus camina en línea recta a lo largo del jardín desayunador del hotel. Va a la orilla y regresa al extremo contrario. Era terriblemente estresante verlo danzar y sudar por la larga espera.

Héctor se había quedado con Darla en la habitación, no podía arriesgarme a que vieran a mi hija y alguien pudiese reconocer que se trata de un dragón. Por el momento, Darla tendría que permanecer ahí y cuando mucho bajar al jardín en mi compañía.

Mi amigo carraspea la garganta y da un sonoro suspiro al aire para seguir su camino. Es peor que una bestia enjaulada.

—¡Basta con eso o harás una trinchera en el suelo! —le grito, me está poniendo nerviosa.

—Amaneciste de buen humor, dulzura —ironiza.

—Estoy muy nerviosa, no la he visto en cuatro años y tú no me estás ayudando a calmar las aguas...

—¿Elena?

Esa voz... la vocecilla dulce de Amber, la misma que escuché por última vez la noche en que todo se fue a la mierda, la noche en que sentí que la ira me dominaba. La noche en que mi papá fue asesinado y mi hogar fue destrozado.

Giro mi cabeza al encuentro de su voz y la topo, de pie, parada a unos cuantos metros frente a mí. Su semblante trigueño está ligeramente blanquizco —pareciera que vivir en Goll la ha hecho no recibir suficiente sol—. Su hermoso cabello negro sigue tan brillante como lo recuerdo, está sujeto en una coleta que cae en onda hasta su pecho y lleva puesto un hermoso vestido blanco con un abrigo de piel por encima. Luce muy hermosa, tal cual la recuerdo.

Doy un paso adelante y ella derrama una lágrima, es hasta ese momento que me percato que sus ojos grises están muy rojos. Va a soltarse a llorar en cualquier momento.

»En verdad eres tú, querida... —en ese momento corre hacia mí y se aferra a mi cuello, pegando la nariz a mi piel, como cuando éramos niñas y se peleaba con su madre por alguna tontería, siempre busca mi consuelo de la misma manera.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora