La cama está envuelta en llamas, las sábanas sucumben ante el fuego que emana de mi cuerpo y la bruma de Elena sólo parece expandirlo en dimensiones descomunales.
Nuestro sudor corre sobre las fibras de tela por debajo de nosotros, aplastadas ante las arremetidas que Elena ha estado dispuesta a recibir por toda la noche.
Meto mis brazos por detrás de su dorso y dejo que mi manos se sostengan a sus hombros, para tomar el impulso que necesito y hacerla sucumbir ante mí.
Ya ni siquiera me importa los destrozos provocados, ni siquiera tomo en cuenta nada más que recibir esta poderosa energía, que me hace estremecer de puro placer, de sensaciones nunca antes conocidas.
Cuando dije que podía volverme adicto a esta percepción de goce, no estaba mintiendo. Esto es lo más cercano a tocar nuestro vínculo. Esto es nuestro mundo, mezclado, adherido a nuestra piel para mostrarnos que estamos hechos para estar el uno con el otro. Que dos especies tan diferentes sí pueden coexistir, que son totalmente compatibles.
Elena pasa sus manos por mi cintura y aferra sus uñas a mi espalda desnuda. Me enloquece que pueda llegar a ser tan ruda. Era algo que no habíamos precisado, sobre todo porque no quería herirla de alguna manera. Pero desde que nos reencontramos, sólo puedo verla como mi pareja en celo. No podía resistirme a ella y ella no puede resistirse a mí, de eso estoy seguro.
—Te amo, Elena —le digo sin detenerme. Ella sonríe y besa mis labios pasionalmente.
—Te amo, Draco.
Suspiro de forma involuntaria y me rio ligeramente al sentir tantas cosas juntas. Pasión, amor, dureza. Todo me estaba colmando de sentimientos maravillosos, de esos que tanto extrañé.
Suelta un gemido largo, echando la cabeza hacia atrás, pidiéndome no parar, a lo que yo obedezco sin poner objeción. Me muevo tanto como si quisiera partir la cama en dos. Elena sucumbe en movimientos involuntarios y su cuerpo bombea en toda mi extensión. Ha terminado y yo estoy a un paso de hacer lo mismo, sólo me estaba conteniendo, esperando por ella.
Me dejo ir, derramando todo de mí en ese interior cálido, para así sentir el peso de la energía de Elena y el fuego, que arrastro de vuelta a mi cuerpo en cuestión de un momento, absorbiendo cada partícula incendiaría de la cama, para después poner mis antebrazos alrededor del rostro celestial que me observa como si yo fuese su todo.
No la culpo, para mí ella también lo es todo.
Elena sigue mi ejemplo, elevando sus manos y atrayendo la bruma a sus manos aperladas en un solo momento.
Me clavo en su clavícula y aspiro su aroma con más fuerza de la necesaria, esperando de esta manera que su delicioso olor se quede en mi nariz por el resto del día, hasta poder volver a verla al anochecer.
La luz del sol comienza teñir la duela de colores amarillos. Las cortinas le impiden el paso, pero es bastante obvio que ya amaneció y que nuestra maravillosa noche ha llegado a su fin. Me esperan todas las cosas que no hice durante la noche, más las que tengo pendientes el día de hoy.
—Ya amaneció —le indico, con más añoranza de la que me gustaría hacerle notar.
—Lo sé, detesto cuando tenemos que separarnos así.
Suspiro para mis adentros. Esto no sería así de haberle dicho la verdad a Darla. Habían pasado tres semanas desde el día que la conocí, y ella se mostraba totalmente apegada a mí —amorosa, tierna y bastante aprensiva a mi persona—. Me gustaba consentirla, me gustaba llevarle juguetes nuevos que después terminaban regados por toda su habitación tras haber jugado con ella. Después me pedía leerle, cosa curiosa, porque me recordaba a Elena, pidiéndome leer poesía o una novela que le calmase las ideas caóticas que pasaban por su cabeza. Mi voz parecía tener el mismo efecto en las dos mujeres de mi vida, ambas se llenaban de paz al escucharme narrar.
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DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!
RomanceDos amantes separados por el destino. Un rey herido. Una hechicera que es la debilidad de un dragón. Un reencuentro picante. Bienvenido al reino donde gobierna el dragón