CAPITULO 2 Axel

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Nos detenemos a la orilla de la muralla que se ha forjado en los pasados tres años entre la frontera de Goll con Gale. El consejo había salvaguardado la seguridad de los gollenses amurallando la frontera al haber perdido la fe en el pueblo vecino. Creían que después de experimentar la traición de Draco al no aceptar la boda con Gabriela, podría haber represalias, por lo que no se dudó en tomar medidas radicales. Una muralla de más de diez metros de altura, con extensión de cientos de kilómetros que servía a la perfección para mantener a los gollenses a salvo en su país. La muralla aún no había sido culminada pero estaba bastante cerca de estarlo. Los hombres trabajaban arduamente para que el enorme elemento fuese consumado en el período establecido. Se estimaba que finalizarían al término del año en curso.

Hay soldados gollenses por todas partes, revisando con detenimiento a cada individuo que pretenda entrar a Goll. Son bastante meticulosos al examinar las papeletas nacionales de cada individuo.

Los soldados que pasan a nuestro lado hacen una reverencia ante Draco y siguen su camino entre cuchicheos, seguramente se preguntan qué hace su príncipe en la frontera si sus padres aún están en Gale tratando de restablecer la confianza de ambas naciones.

Alcanzo a contemplar cómo todos los que inspeccionan a los migrantes portan un retrato de Elena en las manos y revisan a las mujeres minuciosamente, buscando a su princesa perdida. Todos se encuentran consternados al saber que su príncipe y heredero al trono ha perdido al motivo de su vínculo, y no sólo eso, a su esposa y futura reina de Goll, la que tendría que ser la madre de los descendientes dragones y futuras generaciones de la especie drágono.

Nos acercamos a las filas de aspirantes a ingresar y a lo lejos puedo vislumbrar la cabellera de Abel; el mismo tono de cabello que mi padre, un tono castaño rojizo muy intenso. Una niña de unos cinco años se aferra a su cuello y yo no quepo de la emoción. «Natalie».

La última vez que vi a mi hermano mayor fue hace unos tres años, cuando lo encontré viviendo en la ciudadela galesa con su familia. Había ido por ellos, con toda la intensión de traerlos conmigo a Goll, pero Abel se negó, objetando que debía salir de todo este embrollo por sí solo, después de todo era igual de orgulloso que mi papá. Las cosas se complicaron con los años y con el avance de las tropas de Ariana los galeses dejaron de ofrecer trabajo a los caleses refugiados, dejaron de lado que ya pertenecían más a Oberón por el simple hecho de haber pasado más tiempo en este continente y permitieron que nuevamente el color de ojos dictara quién era malo o bueno para ellos.

Los ataques en las calles hacia su familia comenzaron y no fue hasta que Jane recibió una pedrada en un parque y la llamaron «esposa del bárbaro» que mi hermano decidió tomar mi ofrecimiento y vivir como mi protegido en la ciudad de Goll.

Su familia estaba antes que el orgullo Valeska.

Alzo el brazo para llamar su atención y mi hermano me responde con un ademán de cabeza, le pasa la niña a Jane, que se encuentra a su lado y camina en mi dirección con los ojos enrojecidos.

Nos abrazamos con intensidad, sin poder contener la emoción que nos embriaga. Hace tanto que no me sentía tan dichoso que podría brincarle encima como muestra de mi querencia.

—Abel...

—Axel, hermanito. ¡Cuánto has crecido! —Me toma por los hombros y me escruta de arriba abajo. De inmediato siento una punzada en el pecho porque eso es lo que hubiese hecho mi papá. Veo toda la cara de Lestat Valeska en mi hermano. Abel siempre fue el más parecido a él.

Siento la presencia de Draco a mi lado y en cuanto Abel se percata le ofrece un abrazo igual de sentimental que el mío. En definitiva había demasiados recuerdos compartidos para no considerarlo un miembro más de nuestra familia. Draco era nuestro hermano.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora