CAPITULO 45 Elena

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—¿Por qué no puedo ir, mamita? —me pregunta mi pequeña hija, observando cómo me pongo el antifaz en color blanco y perlas grises en el contorno el mis ojos.

Bebé, es un evento para gente mayor —«Además, ni de broma voy a sacarla de noche en un lugar abierto con todo lo que ha pasado últimamente».

—Pero quiero ir con ustedes —me hace puchero y sus ojitos azules se llenan de lágrimas.

—Danie está aquí para jugar contigo —señalo a una mujer de unos treinta años que se ha dedicado a trabajar para la casa real desde los diez años. Era una persona de confianza de Draco y además había cuidado de mi hija en varias ocasiones, probando así que puede con el paquete.

—Sí, mi princesa —dice Danie, haciendo una respetuosa reverencia para mi hija—. Vamos a jugar y tendremos nuestro propio baile en este lugar.

Toma a mi hija de las manitas y la hace girar, girar y girar, en círculos lentos. Darla sonríe y al final termina aceptando la oferta de la chica, haciendo piruetas bastante elaboradas, que la chica le enseña.

De pronto el ambiente cambia, se torna ligero y sumamente sensual, siento una mirada en la nuca y el aroma característico de una persona en especial. Mi esposo está en la puerta, observándonos. Sonríe tanto al vernos, que se me antoja radiante. Trae puesto un traje completo en color beige, con tiras rojas a los costados y porta un antifaz en el mismo color, resaltando sus preciosos ojos azules. Su barba está perfectamente recortada y su melena caoba va hacia atrás en ondas.

Luce divinamente perfecto. Cuerpo esculpido, uno noventa de alto y tan guapo que matarías porque siquiera pusiera sus ojos en ti. Estoy segura de que hoy robará el corazón de muchas chicas, incluidas Darla y Danie, que se han quedado anonadadas al ver al dragón parado frente a mí, observando mi estructura anatómica con adoración.

Llega a mí para ofrecerme un ramo de flores del jardín, mismas que se habían convertido en mis favoritas. Népolas rojas como el fuego, las flores que crecen en el peor de los inviernos.

—Luces divina, ¡dioses! —se acerca a mi oreja—. Necesito un baño de agua fría o tendré problemas con el pantalón toda la noche —susurra. Yo le dedico una amplia sonrisa y me sonrojo, mostrando que aún puedo ser tímida ante él. Trato de guardar la compostura frente a los rostros enamorados de mi hija y su nana, y respiro profundamente para regular mi piel hirviente.

Mi disfraz era básicamente un vestido blanco cubierto de diamantes falsos y perlas grises. Era de manga larga. El detalle que daba toda la ilusión eran las enormes alas platinadas; adheridas a la tela, dando ese efecto de ser un ángel.

—Tú tampoco estás nada mal, amor. Luces muy guapo —me sonríe y besa mis labios de forma casta, paciente y aunque Darla aún no se habitúa del todo a que hagamos ese tipo de demostración en su presencia, Draco lo hace sin prestar atención a sus bufidos de asco. Supongo que mi esposo necesita el contacto tanto como yo.

Nos despedimos de nuestra hija efusivamente, pero Darla no se daba por vencida, ya que se colgó de la pierna de su padre para que no la abandonáramos con Danie. Draco puso la típica cara de no poder con esto, que los ruegos de la pequeña de tres años, eran demasiado para él y su pobre corazón, que tal vez debíamos llevarla con nosotros.

Yo puse mala cara y me crucé de brazos, no iba a permitir que Darla saliera esta noche, no en un baile abierto en donde todos llevan mascaras, era demasiado peligroso, así que me negué, tomé a mi esposo del brazo y lo empujé a la puerta para que saliéramos de aquí cuanto antes.

Al llegar a la recepción, los Whensy, Marcus y mi hermano Axel, nos esperan para ir juntos l baile. Mi hermano gemelo se había quedado todos estos días con nosotros, no había vuelto a casa e imaginaba que se debía al fantasma de su relación fallida, deambulando por su casa. Demasiados recuerdos para un hombre que vive solo.

DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora