El torbellino se ha vuelto gigantesco, lo que me parece sumamente extraño es que no arrastre con todo a su paso. La bruma negra se combina con la verde, arrojando rayos y chispas en los mismos colores, como si ambas fuerzas combatieran por el dominio.
Dejo que mi cuerpo absorba las llamas que me han protegido y me acerco al titán de cuerpo oscuro que desemboca en las alturas del sendero.
—No, no, no... —pronuncia Axel a mi lado, quien reacciona más rápido que yo, saliendo de su estupor y corriendo en dirección del gran monstruo de viento. Trata de tocarlo y las chispas mágicas lo arrojan hacia atrás para dar de sentón en el fango, como si el elemento repeliera todo contacto corporal. Incluso noto que los soldados de Ariana se han dispersado, alejándose del tornado a sabiendas de que no podrían acercarse lo suficiente a él como para que fuese seguro—. ¡Elena! —vuelve a gritar, desesperado. Yo entro en un estado de shock momentáneo y me encuentro tentado a acuclillarme en este mismo lugar para tapar mis oídos y dejar de escuchar, dejar de ver el poder de Arax. Seguramente Elena estaba ahí adentro, peleando contra él y yo estaba afuera, como un inútil inservible—. ¡Elena! —Grita y grita Axel, golpeando el tornado con lo que encuentra, su espada, sus puños e incluso rocas que encuentra en el suelo tras ser arrojado por el mismo componente de viento una y otra vez—. ¡Dioses, no, Elena! —Su desesperación me hace entrar en pánico, las manos comienzan a temblarme, como si tuviese uno de esos ataques de ansiedad de hace años, cuando no sabíamos nada de mi Elena.
Todo este tiempo traté inútilmente de protegerla, trate de alejarla del peligro, inclusive aceptando que ella debía estar en este campo de batalla y pelear a nuestro lado, aún así traté de estar a su lado y ver que nada le sucediese. Pese a todo, eso no iba a ocurrir, inclusive si la apresaba en una celda para que no pudiese salir nunca, Arax hubiera visto la manera de tenerla justo en este lugar, dentro de ese tornado, para hacer de ella y su vida un lío.
—¡Papi! —Escucho a mis espaldas, sonido que me hace dar un brinco y salir del ensimismamiento que pareció durar una eternidad completa.
Mi hija de seis años corre en mi dirección con lo brazos abiertos. Está batida de lodo y su vestido azul parece haber sido estrujado por un mono. Es seguida por el rubio platinado; Marcus, que prácticamente arrastra las botas en el lodo, con mucho pesar, como si la simple acción de caminar fuera un déficit de su funcionamiento cotidiano. A su derecha está William Barock y a la izquierda Lara, la mujer que funge como el Oráculo.
Me acuclillo para recibir a mi hija y su cuerpecito se estampa contra mi pecho ensangrentado de cientos de personas. Me tenso. Los músculos se me acalambran, pero aun así me incorporo y observo a la multitud que me miran con un gesto de pésame, de tristeza, inclusive dolencia.
William Barock ve hacia el tornado negro y luego vuelve su vista hacia mí, una lágrima cae por su mejilla, es en ese momento que no me quedan dudas de que Elena está ahí y de que este podría ser el fin de ambos. Mientras que Axel sigue tratando de tocar al titán sin cesar, como si de esa manera fuese a conseguir que esto no se terminara, que pudiésemos seguir y que Elena viviera.
—Axel —lo llama Marcus, caminando apresuradamente hasta mi imperioso amigo que se pone de pie para ir directo al torbellino nuevamente—. Es inútil, déjalo...
—¡No me digas lo que tengo que hacer, Marcus! —De un violento empujón mi amigo hace a Marcus a un lado para poder tener vía libre para seguir golpeando al remolino y de igual manera, seguir siendo despedido por este hacia atrás.
Nunca había visto a Axel tan incansable, tan obstinado, mientras que para mí los minutos pasan como horas, lentas, totalmente lentas...
—No hay nada que hacer, el tornado se ha materializado, no cesará hasta haber terminado con su objetivo —sincroniza Lara para tratar de controlar a mi mejor amigo.
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DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!
RomanceDos amantes separados por el destino. Un rey herido. Una hechicera que es la debilidad de un dragón. Un reencuentro picante. Bienvenido al reino donde gobierna el dragón