La hora de la comida se acerca, he pedido que le suban a Draco una charola con la suya, nos reuniríamos con el consejo y los generales; pasadas las seis de la tarde y necesitaba que estuviese atento a todo. Este día sería para tomar decisiones importantes y no quería importunarle, pero también tenía claro que necesitaba salir por un momento para atender asuntos que le atajaban exclusivamente a él.
Para mi sorpresa, la mucama correspondiente a su habitación, baja con la charola en las manos y me ve con el ceño fruncido, luego llama mi atención con la mano para que me acerque —sin soltar la charola en ningún momento—, y yo me arrimo para tantear lo que ha ocurrido.
—Su majestad no abre la puerta —susurra en mi oído, como si alguien más pudiese escucharla—. Pero me parece que no está sólo en esa habitación —ahora su semblante es de confusión y picardía, lo que me desordena a mí las ideas porque sé lo que está insinuando.
Draco está con una chica. «¿Draco está con una chica?»
Tal vez superó demasiado bien la muerte de mi hermana y eso de cierta manera egoísta, me enfada.
Tomo la puta charola de las manos de la mujer y subo de dos en dos escalones, hasta alcanzar el ala correspondiente al pasillo de habitaciones reales. Mis sobrinas estaban en sus lecciones; retomar sus vidas de la manera más normal posible era lo mejor para ellas. No tenía caso que tres criaturas pequeñas estuviesen de luto por meses, como hacíamos los adultos. Ellas debían jugar y aprender, vivir. Eso habría querido Elena. Estando mis sobrinas en sus lecciones, dejaba a Draco a solas en esas habitaciones.
Me acerco a su puerta y efectivamente. No quiero mencionarlo pero, por lo que puedo alcanzar a escuchar, no está solo, está muy bien acompañado y eso me nubla las ideas de forma desmedida. Estoy tan enfadado que me gustaría derribar la puerta, pero luego lo pienso bien y la verdad es que no me gustaría verle con alguien, mucho menos si ese "alguien" no es mi gemela, por más enfermo que suene.
«Al menos pudo guardar luto por mi hermana, maldito bastardo caliente».
Literalmente pateo la puerta, con saña, deseando que sepa de mi presencia y de que me he dado cuenta de lo que ocurre ahí dentro.
Vuelvo a patear al no recibir respuesta con un: «Soy Axel, Draco, ¡abre la maldita puerta, cabrón!» De inmediato la puerta es abierta y me recibe un Draco en ropa de dormir, sudoroso y bastante agitado. Yo no le doy tiempo a reaccionar cuando lo esquivo con los hombros para meterme en su habitación, buscando con la mirada a la condenada mujer que ha metido, pero para mi sorpresa no hay nadie. Me muerdo el labio y entrecierro los ojos, tratando de escudriñar el lugar. Me asomo por debajo de la cama, no hay nada, camino hasta el cuarto del baño, está vacío, muevo las cortinas, nada, incluso salgo al balcón y veo hacía el vacío para quitarme la duda de que esa persona se haya colgado con una sábana desde ahí, porque eso es lo que yo hubiese hecho al verme descubierto.
Ya no había más lugares para buscar, a menos que fuese una mujer de diez centímetros de largo y la haya escondido en un cajón.
Me planteo buscar también ahí pero eso sería bastante enfermizo.
Volteo para ver a Draco, que sigue de pie frente a la puerta, con los brazos cruzados y una mirada de enfado, tal vez también de extrañeza, no lo sé...
—¿Qué crees que haces, Axel? —su voz suena a reproche.
—Buscando... —no sé qué contestar.
—Eso es obvio, buscas algo o alguien, la pregunta es a quién o qué.
Bueno, esto es vergonzoso, pero en mi defensa, de verdad eran sonidos pasionales, de verdadero éxtasis.
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DRÁGONO. El rey dragón © ¡YA A LA VENTA!
RomanceDos amantes separados por el destino. Un rey herido. Una hechicera que es la debilidad de un dragón. Un reencuentro picante. Bienvenido al reino donde gobierna el dragón